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London, United Kingdom
Investigadora en el Instituto de Estudios Medievales y Renacentistas de la Universidad de Salamanca y en el Centro de Estudios Clásicos y Humanísticos de la Universidad de Coimbra. Doctora en filosofía por la Universidad de Salamanca (Febrero de 2008). Autora de cinco libros: "Una revolución hacia la nada" (2012), "Don Quijote de la Mancha: literatura, filosofía y política" (2012) "Destino y Libertad en la tragedia griega" (2008), "Contra la teoría literaria feminista" (2007) y "El mito de Prometeo en Hesíodo, Esquilo y Platón: tres imágenes de la Grecia antigua" (2006). Ha publicado varios trabajos en revistas académicas sobre asuntos de literatura, filosofía y teoría literaria. En su carrera investigadora ha trabajado y estudiado en las universidades de Oviedo, Salamanca y Oxford. Fundamentalmente se ha especializado en la identificación y el análisis de las Ideas filosóficas presentes en la obra de numerosos clásicos de la literatura universal, con especial atención a la literatura de la antigüedad greco-latina y la literatura española.

No es que esto sea Ítaca, pero verás que es agradable

No es que esto sea Ítaca, pero verás que es agradable

Si amas la literatura y adoras la filosofía, éste puede ser un buen lugar para atracar mientras navegas por la red.
Aquí encontrarás acercamientos críticos de naturaleza filosófica a autores clásicos, ya sean antiguos, modernos o contemporáneos; críticas apasionadas de las corrientes más "totales" del momento: desde la moda de los estudios culturales hasta los intocables estudios "de género" o feministas; investigaciones estrictamente filosóficas sobre diversas Ideas fundamentales y muchas cosas más. Puede que hasta os echéis unas risas, cortesía de algún autor posmoderno.
Ante todo, encontraréis coherencia, pasión, sinceridad y honestidad, antes que corrección política, retóricas complacientes y cinismos e hipocresías de toda clase y condición, pero siempre muy bien disimuladas.
También tenemos la ventaja de que, como el "mercado" suele pasar de estos temas, nos vengamos de él hablando de algunos autores con los que se equivocó, muchísimos, ya que, en su momento, conocieron el fracaso literario o filosófico y el rechazo social en toda su crudeza; y lo conocieron, entre otras cosas, porque fueron autores muy valientes (son los que más merecen la pena). Se merecen, en consecuencia, el homenaje de ser rehabilitados en todo lo que tuvieron de transgresor, algo que, sorprendentemente, en la mayoría de los casos, sigue vigente en la actualidad.
En definitiva, lo que se ofrece aquí es el sitio de alguien que vive para la filosofía y la literatura (aunque, sobre todo en el caso de la filosofía, se haga realmente duro el vivir de ellas) y que desea tratar de ellas con respeto y rigor, pero sin perder la gracia, porque creo que se lo debemos, y si hay algo que una ha aprendido de los griegos es, sin duda, que se debe ser siempre agradecido.

sábado, 13 de febrero de 2010

El concepto de lo trágico en tres piezas de Federico García Lorca: Yerma, La casa de Bernarda Alba y Bodas de Sangre

Quisiera compartir algunas reflexiones acerca de Lorca y su teatro, en concreto, Bodas de sangre, Yerma y La casa de Bernarda Alba.

Creo que Lorca enfoca estas obras desde la dialéctica ética-moral, pero su enfoque, que no admite síntesis alguna salvo la muerte, se verá siempre reconducido al impacto psicológico que tal dialéctica produce sobre el individuo, la dialéctica se objetiva y se dramatiza psicológicamente. Lorca presenta en sus obras la dialéctica ética-moral pero añade una diferencia fundamental con respecto a la tragedia griega: el no contemplar nunca el punto de vista estatal o socio-político. El grupo sólo se hace presente en lo moral, jamás en lo político, y la salida al conflicto sólo es concebible para Lorca en la imposición de la ética y en un concepto de libertad metafísico e idealista, que, por supuesto, nunca triunfa, de ahí la caracterización lorquiana de la tragedia. La concepción lorquiana de la ética es, además, sumamente física, muy fiel a la definición espinosista. El héroe afirma la total posesión sobre su cuerpo frente a imperativos morales de cualquier tipo. Es así en el caso de Adela, de la novia y de Leonardo.

Adela- “[…] ¡Yo hago con mi cuerpo lo que me parece!” (La casa de Bernarda Alba, p. 77).

No cabe mayor reivindicación de la ética, que tiene al cuerpo propio como referente último. Lo mismo se observa en el diálogo de la novia y Leonardo en el cuadro primero del acto tercero, una vez han huido juntos y tras la celebración de la boda:

Leonardo- “[…] Vamos al rincón oscuro / donde yo siempre te quiera, / que no me importa la gente / ni el veneno que nos echa”.
(La abraza fuertemente)
Novia- “Y yo dormiré a tus pies / para guardar lo que sueñas. / Desnuda, mirando al campo, / (Dramática) como si fuera una perra, / ¡porque eso soy! Que te miro / y tu hermosura me quema” (Bodas de sangre, p. 130).

El mismo mensaje encierra la escena en que una mujer es linchada por haber matado al niño al que dio a luz fuera del matrimonio (La casa de Bernarda Alba, p. 92 y 93): la moral obliga a una madre a sacrificar a su propio hijo, la ética siempre fracasa.
En el caso de Adela, incluso cuando Poncia le ofrece a ésta la opción de esperar para materializar su unión moralmente, ésta se niega, no admite intromisión social de ningún tipo en lo que respecta a su cuerpo, a su ética.

Poncia- “¡No seas como los niños chicos! Deja en paz a tu hermana, y si Pepe el Romano te gusta, te aguantas. (Adela llora). Además, ¿quién dice que no te puedes casar con él? Tu hermana Angustias es una enferma. Ésa no resiste el primer parto. Es estrecha de cintura, vieja, y con mi conocimiento te digo que se morirá. Entonces Pepe hará lo que hacen todos los viudos de esta tierra: se casará con la más joven, la más hermosa, y ésa eres tú. Alimenta esa esperanza, olvídalo, lo que quieras, pero no vayas contra la ley de Dios”.
Adela- “¡Calla!” (La casa de Bernarda Alba, p.78).

En Lorca, la ética sólo puede triunfar o ser aniquilada. No caben síntesis.

Leonardo- (Abrazándola) “¡Cómo quieras! / Si nos separan, será / porque esté muerto”.
Novia- “Y yo muerta” (Bodas de sangre, p. 132).

Lo físico, lo corporal, es esencial en Lorca: la esfera de acción del héroe se restringe a las apetencias y deseos físicos.

Adela- “[…] No por encima de ti que eres una criada: por encima de mi madre saltaría para apagarme este fuego que tengo levantado por piernas y boca” (La casa de Bernarda Alba, p. 79).

Yerma representará también el mismo fracaso de la moral, pero su lucha se desarrollará dentro de este ámbito que disolverá, asesinando a su marido, tras constatar su fracaso. Yerma es advertida de que es su matrimonio la raíz de su esterilidad. No es el cuerpo de Yerma lo que falla, tampoco su voluntad, es la institución matrimonial la que impide que sea madre.

Yerma- “¡Y qué me vas a decir que ya no sepa!”
Vieja- “Lo que ya no se puede callar. Lo que está puesto encima del tejado. La culpa es de tu marido. ¿Lo oyes? Me dejaría cortar las manos. Ni su padre, ni su abuelo, ni su bisabuelo se portaron como hombres de casta. Para tener un hijo ha sido necesario que se junte el cielo con la tierra. Están hechos con saliva. En cambio, tu gente no. Tienes hermanos y primos a cien leguas a la redonda. Mira qué maldición ha venido a caer sobre tu hermosura”.
Yerma- “Una maldición. Un charco de veneno sobre las espigas”.
Vieja- “Pero tú tienes pies para marcharte de tu casa”.
Yerma- “¿Para marcharme?”
Vieja- “Cuando te vi en la romería me dio un vuelco el corazón. Aquí vienen las mujeres a conocer hombres nuevos. Y el Santo hace el milagro. Mi hijo está sentado detrás de la ermita esperándote. Mi casa necesita una mujer. Vete con él y viviremos los tres juntos. Mi hijo es de sangre. Como yo. Si entras en mi casa todavía queda olor de cunas. La ceniza de tu colcha de te volverá pan y sal para tus crías. Anda. No te importe la gente. Y en cuanto a tu marido, hay en mi casa entrañas y herramientas para que no cruce si quiera la calle”.
Yerma- “¡Calla, calla, si no es eso! Nunca lo haría. Yo no puedo ir a buscar. ¿Te figuras que puedo conocer otro hombre? ¿Dónde pones mi honra? […]” (Yerma, pp. 106 y 107).

Obsérvese el subjetivismo y e voluntarismo presentes en el pensamiento lorquiano: jamás se cuestiona la capacidad física del individuo. Yerma ha tenido relaciones sexuales con su marido pero su esterilidad no se debe a ningún problema físico, esto no se contempla, la esterilidad deviene, como se ve al final de la obra, de la falta de voluntad de su marido. Yerma podría cumplir sus objetivos si, como le aconseja la vieja, se decidiese a pasar por encima de lo moral (la honra) y de lo jurídico (el matrimonio). Es la moral la que hace estéril a Yerma.

Vieja- “[…] Déjame. No me hagas hablar más. No quiero hablarte más. Son asuntos de honra y yo no quemo la honra de nadie. Tú sabrás. De todos modos debías ser menos inocente” (Yerma, p. 57).

De nuevo, tenemos el mismo argumento en las palabras del Macho, que apuntan a que la concepción depende de la entrega total de la mujer al hombre; justo lo que Yerma se ve incapaz de hacer en su matrimonio con Juan.

“Si tú vienes a la romería / a pedir que tu vientre se abra, / no te pongas un velo de luto / sino dulce camisa de Holanda. / Vete sola detrás de los muros / donde están las higueras cerradas / y soporta mi cuerpo de tierra / hasta el banco gemido del Alba” (Yerma, p. 104).

Veamos ahora las palabras de Juan que le identifican definitivamente como culpable de la esterilidad del matrimonio.

Juan- “Por cosas que a mí no me importan. ¿Lo oyes? Que a mí no me importan. Ya es necesario que te lo diga. A mí me importa lo que tengo entre las manos. Lo que veo por mis ojos”.
Yerma- (Incorporándose de rodillas, desesperada) “Así, así. Eso es lo que yo quería oír de tus labios. No se siente la verdad cuando está dentro de una misma, pero ¡qué grande y cómo grita cuando se pone fuera y levanta los brazos! ¡No te importa! ¡Ya lo he oído!”
Juan- (Acercándose) “Piensa que tenía que pasar así. Óyeme. (La abraza para incorporarla) Muchas mujeres serían felices de llevar tu vida. Sin hijos es la vida más dulce. Yo soy feliz no teniéndolos. No tenemos culpa ninguna”.
Yerma- “¿Y qué buscabas en mí?”
Juan- “A ti misma” (Yerma, pp. 109, 110).

Al final la esterilidad resulta ser una imposición del marido absolutamente voluntarista. En Lorca toda la realidad se reduce a la voluntad y a las exigencias del individuo en tanto que cuerpo.

Vieja- “[…] Quizá por eso no hayas parido a tiempo. Los hombres tienen que gustar, muchacha. Han de deshacernos las trenzas y darnos de beber agua en su misma boca. Así corre el mundo”.
Yerma- “El tuyo, que el mío no. Yo pienso muchas cosas, y estoy segura que las cosas que pienso las ha de realizar mi hijo. Yo me entregué a mi marido por él, y me sigo entregando para ver si llega, pero nunca por divertirme”.
Vieja- “¡Y resulta que estás vacía!” (Yerma, p. 56).

Es cierto que muchas casadas tienen hijos, pero también es cierto que sólo una de las hijas de Bernarda, Adela, será la que se rebele. He aquí el carácter heroico en la concepción lorquiana: los héroes son aquellos personajes que perciben cómo la moral y la sociedad nunca les van a permitir desarrollarse plenamente.

Si Bodas de sangre y La casa de Bernarda Alba representan el fracaso de la ética en su intento de imponerse sobre la moral, Yerma constata el fracaso de la moral como vehículo de desarrollo personal e individual. La misma Yerma reconoce sus debilidades extra-conyugales:

Vieja- “Oye. ¿A ti te gusta tu marido?”
Yerma- “¿Cómo? […]”
Vieja- “¿No tiemblas cuando se acerca a ti? ¿No te da así como un sueño cuando acerca sus labios? Dime”.
Yerma- “No. No lo he sentido nunca”.
Vieja- “¿Nunca? ¿Ni cuando has bailado?”
Yerma- (Recordando) “Quizá… Una vez… Víctor…”
Vieja- “Sigue”.
Yerma- “Me cogió de la cintura y no pude decirle nada porque no podía hablar. Otra vez el mismo Víctor, teniendo catorce años (él era un zagalón), me cogió en sus brazos para saltar una acequia y me entró un temblor que me sonaron los dientes. Pero es que yo he sido vergonzosa”.
Vieja- “Y con tu marido…”
Yerma- “Mi marido es otra cosa. Me lo dio mi padre y yo lo acepté. Con alegría. Esta es la pura verdad. Pues el primer día que me puse novia con él ya pensé… en los hijos… […]” (Yerma, pp. 55 y 56).

La consideración negativa del matrimonio la observamos en más manifestaciones a lo largo de estas tres obras. Tal es el planteamiento al que obedecen las palabras de una de las muchachas que intervienen en Yerma.

Muchacha 2ª- “[…] En cambio, mi madre no hace más que darme yerbajos para que los tenga, y en octubre iremos al Santo que dicen que los da a la que lo pide con ansia. Mi madre pedirá. Yo, no”.
Yerma- “¿Por qué te has casado?”
Muchacha 2ª- “Porque me han casado. Se casan todas. Si seguimos así no va a haber solteras más que las niñas. Bueno, y además…, una se casa, en realidad, mucho antes de ir a la iglesia. Pero las viejas se empeñan en todas estas cosas. Yo tengo diecinueve años y no me gusta guisar, ni lavar. Bueno, pues todo el día he de estar haciendo lo que no me gusta. ¿Y para qué? ¿Qué necesidad tiene mi marido de ser mi marido? Porque lo mismo hacíamos de novios que ahora. Tonterías de los viejos” (Yerma, p. 90).

Al mismo planteamiento obedecen las palabras de Adela en La casa de Bernarda Alba:

“Ya no aguanto el horror de estos techos después de haber probado el sabor de su boca. Seré lo que él quiere que sea. Todo el pueblo contra mí, quemándome con sus dedos de lumbre, perseguida por las que dicen que son decentes, y me pondré delante de todos la corona de espinas que tienen las que son queridas de algún hombre casado” (La casa de Bernarda Alba, p. 107).

Vemos pues que en Lorca sí encontramos un planteamiento dialéctico, pero las cosas no son tan simples ni debe pararse aquí el análisis. La tragedia exige el planteamiento y la reflexión política, su radio de acción pretende sobrepasar y ser trascendente al individuo, contempla al ciudadano y nunca se agota en la psicología individual del hombre. Los problemas trágicos nos afectan a todos en tanto que estamos insertos en un sistema político, los dramas lorquianos, en cambio, sólo afectan a ciertas psicologías inquietas que no logran reprimirse o adaptarse a las normas morales. Adela es una heroína porque no se resigna, lo mismo la novia. La tragedia de Yerma, en cambio, reside en que es incapaz de saltarse las normas para dar cumplimiento a su objetivo: la maternidad. Ahora la tragedia reside en el carácter, no en la condición ciudadana. Las tragedias que afectaban a los héroes y heroínas griegos podían ser extensibles a distintas clases o estamentos socio-políticos: la mujer extranjera (Medea), el caudillo (Agamenón), el gobernante (Edipo, Creonte), la hermana que ha hecho una promesa (Antígona). La tragedia lorquiana, en cambio, sólo afecta a un tipo de persona: aquélla que no puede reprimir los instintos que la sociedad exige dejar de lado para su correcto ordenamiento. La tragedia se ha hecho pasional, el no controlar las pasiones es lo que hace al héroe. Lorca empieza y agota la tragedia en las pasiones del héroe y en sus emociones. Despoja a la tragedia de su importante valor político. Aleja a los héroes de su condición socio-política y los vuelve universales, pero a la vez los convierte en idealistas, al pretender separar al individuo del grupo (reduciéndolo, a lo sumo, al ideal de la pareja enamorada y apasionada) lo separa de sus raíces y lo entrega a una caracterización metafísica de su individualidad y de su libertad. La moral es una cárcel que no puede nunca retener a los sujetos que se erigen en héroes en las obras de Lorca:

Adela- “¡Aquí se acabaron las voces de presidio!” (La casa de Bernarda Alba, p. 108).

El mismo mensaje lo leemos en las palabras de Leonardo y de la novia.

Novia- “Un hombre con su caballo sabe mucho y puede mucho para poder estrujar a una muchacha metida en un desierto. Pero yo tengo orgullo. Por eso me caso. Y me encerraré con mi marido, a quien tengo que querer por encima de todo”.
Leonardo- “El orgullo no te servirá de nada”. (Se acerca)
Novia- “¡No te acerques!”
Leonardo- “Callar y quemarse es el castigo más grande que nos podemos echar encima. ¿De qué me sirvió a mí el orgullo y el no mirarte y dejarte despierta noches y noches? ¡De nada! ¡Sirvió para echarme fuego encima! Porque tú crees que el tiempo cura y que las paredes tapan, y no es verdad, no es verdad. ¡Cuando las cosas llegan a los centros no hay quien las arranque!” (Bodas de sangre, p.96 y 97).

Es cierto que podría objetarse que es la moral que imponen ciertos grupos o individuos, como por ejemplo Benarda, lo que es criticado por Lorca, pero esto es falso. En La casa de Bernarda Alba, se ve el matrimonio, como institución jurídica, y el noviazgo, como institución moral, con el mismo miedo que la convivencia bajo el mismo techo que la madre.

Amelia- “¿Te fijaste? Adelaida no estuvo en el duelo”.
Martirio- “Ya lo sabía. Su novio no la deja salir ni al tranco de la calle. Antes era alegre. Ahora ni polvos se echa en la cara”.
Amelia- “Ya no sabe una si es mejor tener novio o no”.
Martirio- “Es lo mismo”.
Amelia- “De todo tiene la culpa esta crítica que no nos deja vivir. Adelaida habrá pasado mal rato” (La casa de Bernarda Alba, p. 65).

Una vez más lo que quiere decir Lorca es que toda organización normativa reprime al individuo que quiere hacer valer su cuerpo y su libertad. Dicho todo esto, hemos de concluir que en Lorca efectivamente hay dialéctica, pero no hay política. Sus obras hablan precisamente de la inutilidad del grupo y de sus normas. El mundo se reduce a la pareja pero vista desde una perspectiva ética (dentro de la categoría de la generosidad), jamás moral (todas las relaciones lorquianas atentan contra la moral) y nunca jurídica (el matrimonio, como hemos visto, es contemplado muy negativamente en las obras de Lorca). Podría considerarse que en sus obras asistimos a la fabulación de conflictos de naturaleza político-social:

- La denuncia de las leyes matrimoniales presentes en la España rural de principios de siglo: el matrimonio por poderes al que se someten Yerma, la novia, Angustias.

- La dialéctica de clase social que impide que tanto la novia y Leonardo como las hijas de Bernarda contraigan matrimonio.

- La denuncia de un código moral tan estricto que su incumplimiento sólo puede derivar en muerte.

Así, en La casa de Bernarda Alba, Bernarda sentencia que sus hijas han de permanecer soteras por razones de clase.

Bernarda- “No hay en cien leguas a la redonda quien se pueda acercar a ellas. Los hombres de aquí no son de su clase. ¿Es que quieres que las entregue a cualquier gañán?”
Poncia- “Debías haberte ido a otro pueblo”.
Bernarda- “Eso ¡a venderlas!”
Poncia- “No, Bernarda; a cambiar… ¡Claro que en otros sitios ellas resultan pobres!” (La casa de Bernarda Alba, p. 64).

La cuestión es que, si bien Lorca insinúa y retrata tales temas en su obra, el desarrollo dramático de los personajes y la fábula nos irá conduciendo cada vez más a un tipo de planteamiento dialéctico: el enfrentamiento de la ética con la moral, la lucha del individuo contra las normas del grupo, no la lucha de una clase frente a otra o la denuncia concreta de la moral católica. Este enfrentamiento dialéctico hace que las obras de Lorca tengan una excepcional potencialidad trágica, pero nuestro poeta y dramaturgo optará por una vía de resolución y desenlace que lo alejará de la senda de lo trágico: Lorca agotará la tragedia en una experiencia individual, intransferible y psicológica . No se trata de criticar una sociedad clasista o represiva, se trata de negar por principio la validez de toda norma social y de investigar las consecuencias dramáticas que tales normas y coacciones producen en ciertos individuos que no logran adaptarse por ser más permeables a sus instintos. Lorca refleja la moral de la sociedad de su tiempo: clasista y católica, pero no pone su crítica al servicio de la reivindicación de una sociedad más justa, Lorca pretende demostrar la perversidad de toda norma que no tenga por origen el cuerpo individual y sus deseos.

Unido al protagonismo de la dialéctica ética-moral, es fundamental en Lorca la dialéctica entre la Norma, entendida siempre como represiva, y la libertad subjetiva. ¿Qué concepto de libertad maneja Lorca? Un concepto impulsivo, como reacción contra la represión, un concepto que supone que la libertad es que el hombre pueda actuar fuera de toda coacción social o moral. Se trata de un concepto subjetivo de libertad, totalmente idealista y metafísico, que el dramaturgo encarna en personajes como Adela. Encajaría a la perfección con lo descrito por el Romanticismo alemán: es la libertad que brilla en su ocaso, es la rebeldía frente a lo que nos viene dado. Bernarda marcaría y asumiría entonces el rol del Destino contra el que se rebela Adela. La libertad en los héroes lorquianos nace siempre de la pasión, es reactiva, jamás nace de la inteligencia, no contempla capacidades ni medios para lograr determinados fines en determinados contextos. Se contempla como una libertad para hacer valer las exigencias del cuerpo de una forma absolutamente irreflexiva. Lorca pretende que la libertad radica en la huída o eliminación del contexto que envuelve al individuo; sólo le interesan los fines, jamás las capacidades ni el ámbito en el que se ha de desenvolver la acción. Se trata de un concepto absolutamente idealista. Por eso en sus obras la libertad siempre fracasa. El mensaje es simple: mientras el hombre deba desenvolverse en contextos que superen su individualidad, la libertad no existirá. La libertad, en las obras de Lorca, no sería uno de los bienes de este mundo. La libertad brota de la ética pero, lejos de tener que desenvolverse en el ámbito de la moral, Lorca ejerce en sus obras la tesis de que la libertad debe darse al margen de cualquier ámbito que supere el campo de la fortaleza (entendida como firmeza: el cuerpo propio, y como generosidad: el cuerpo de la persona amada y deseada). No cabe un concepto más irreal de libertad. La moral toma en Lorca la forma de un Destino insalvable. El determinismo se da siempre en el seno de la moral, como en Bodas de sangre, donde el destino marca a las familias y a sus miembros. No creemos que haya que confundir la fuerza pasional que empuja a los amantes en Bodas de sangre con el destino. Lo que atrae a los amantes es la fuerza de la atracción sexual; el determinismo, en cambio, vendría de la necesidad moral que impele a la novia a unirse al novio en una boda realizada por motivos económicos.

Novia- “Mi madre era de un sitio donde había muchos árboles. De tierra rica”.
Criada- “¡Así era ella de alegre!”
Novia- “Pero se consumió aquí”.
Criada- “El sino”.
Novia- “Como nos consumimos todas […]” (Bodas de sangre, pp. 91 y 92).

El destino, el determinismo, se identifica con las costumbres sociales: el noviazgo y el matrimonio. Una fuerza muy distinta es la que arrastra a la novia hacia Leonardo: la fuerza de la pasión, de la atracción sexual; se trata de una exigencia corporal, ética en grado sumo.

Las obras de la trilogía lorquiana acaban desembocando en el drama porque pretenden aislar al individuo del marco moral y político en que se da efectivamente inserto. El ideal lorquiano sería la eliminación de la red que envuelve a todo individuo y la reducción del mundo a los deseos y voliciones de la persona. La moral y el derecho, las normas, conducen a la eliminación física del individuo; la ética se hace en Lorca absolutamente incompatible con la moral en el caso de los héroes de sus obras. La orientación del drama es exclusivamente ética, jamás moral ni, menos aún, política. Lorca pretende hipostasiar la ética.

Yerma es la única heroína de la trilogía que pretende hacer valer su ética dentro de la moral, pero fracasará tan estrepitosamente que acabará matando a su marido, eliminará su persona negando el marco moral y político en el que había intentado lograr sus intereses. Disolverá el matrimonio violentamente, a través del asesinato.
Lorca lo plantea así: la moral es el mayor obstáculo para la libertad. Sus héroes intentan ser libres a pesar del grupo, y la búsqueda de la libertad acaba siempre con la aniquilación de la ética o con la negación violenta de la moral.

En los dramas lorquianos la crítica social no posee ningún sentido y jamás está presente porque lo que falla, para Lorca, es la moral, el concepto de sociedad en sí, la idea de que el hombre puede desarrollarse libre y felizmente en comunidad. La moral, sea cual sea el código en cuestión, ahoga la libertad del individuo y, en el caso de los individuos excepcionales que no pueden resignarse a la pérdida de la libertad, la moral acabará forzando la aniquilación física del individuo que pretende hacer valer la libertad en el seno de cualquier grupo: familia, sociedad, etc. Lorca no critica; retrata y constata la muerte y ahogamiento del individuo dentro del grupo, y todo lo hace en virtud de un sistema de pensamiento que contempla las normas éticas -las que tienen como centro al cuerpo del individuo- como las únicas legítimas, y conforme a un concepto de libertad metafísica que se identifica con la imposición en el vacío de los deseos, voliciones y apetencias del individuo al margen de cualquier coacción moral o jurídica. Las únicas coacciones ajenas al individuo que admite Lorca son aquéllas que derivan de la atracción amorosa, es decir, coacciones que pueden ser contempladas éticamente como manifestación de generosidad, como ansia de compartir la libertad esgrimida con la persona amada al margen de toda intromisión del grupo. El problema es que el hombre se desarrolla en comunidades morales y políticas y las exigencias lorquianas se vuelven absolutamente metafísicas e idealistas a la luz de este dato. Sus tragedias podrían resolverse en muchas ocasiones con algo tan sencillo y jurídico como el divorcio, pero a Lorca no le interesa reivindicar ninguna solución que tenga cabida en un ordenamiento moral o jurídico porque, para él, la moral es la tragedia. Los conflictos dramáticos que plantea Lorca llegan a lo sangriento porque a él no le interesa otra salida que no sea la pasional. Los conflictos que plantea podrían tener una rápida resolución en otro tipo de sociedad, pero a Lorca no le interesa ni lo jurídico, ni lo social; él no pretende criticar la sociedad existente para dar cuenta de sus contradicciones o de sus callejones sin salida. Su objetivo dramático no es indagar en los problemas sociales y en sus posibles soluciones morales o jurídicas. En su concepción de lo trágico acabó desembocando en el drama al negar toda relevancia de lo social y lo jurídico en la vida de los hombres. Sus dramas se hallan presos de una feroz concepción individualista de corte romántico. A Lorca no le interesa la sociedad en absoluto, su ideal de vida sería aquél que lograse eliminar por completo todas las clases o grupos que rodean, modelan y condicionan la vida individual considerada éticamente.

Con el teatro lorquiano, dejando aparte su evidente belleza, estamos ante una manifestación literaria sumamente dialéctica y riquísima en lecturas, pero lo que desde luego no cabe en sus obras, a mi entender, es una lectura política en términos de progresismo, como se nos quiere vender por parte de tantos intérpretes interesados en usar a nuestro clásico de una forma ideológica que no se extrae en absoluto de sus textos, ya poéticos, ya teatrales.

De todos modos, deseo aclarar que la lectura política de una obra teatral, como lo puedan ser las tragedias griegas, difícilmente puede nunca, cuando la pieza es buena, encuadrarse en una opción política cerrada y simple. Nada tiene que ver el análisis político de una obra con la utilización ideológica y simplista de los textos literarios que tan de moda se ha puesto hoy en día, como si se pretendiese presentar a Lorca, o a cualquier otro, como un potencial votante del PSOE o de IU, por ejemplo, o cosas por el estilo. Cuando hablamos de un teatro político, como el de la Antigüedad clásica, se trata, fundamentalmente, de un teatro que reflexiona sobre la dimensión socio-política del hombre, sobre sus relaciones con la ley, con el Estado, con la familia... La tragedia griega era hija de su tiempo. La democracia era una creación muy reciente y trajo consigo una serie de problemas que requerían de una reflexión profunda porque el hombre, como bien enunció Aristóteles, es indisociable de un contexto político más amplio que lo envuelve y que lo determina. En este sentido, digamos que en Lorca sí encontramos reflexiones políticas de este tipo (reflexiones no meramente partidistas), y su teatro evidencia un abismo filosófico con respecto a los griegos: es la representación de quien ya no ve en la sociedad ningún tipo de beneficio para el ser humano, es la negación de la política como forma de articulación social, es el individualismno romántico contra el comunitarismo helénico. Pero en el fondo, el apoliticismo no deja de ser también una reflexión sobre el hombre en términos socio-políticos y, aunque sea una reflexión idealista, pone el acento en ciertas realidades que la tragedia griega desechó y que, al fin y al cabo, también son importantes para los hombres.



Ediciones usadas.
García Lorca, F. (1999), “Bodas de sangre”, edición de Manuel Cifo González, Madrid, Castalia.
García Lorca, F. (1984), “La casa de Bernarda Alba”, edición de Manuel García Posada, Madrid, Castalia.
García Lorca, F. (2006), “Yerma”, edición de Idelfonso-Manuel Gil, Madrid, Cátedra.

6 comentarios:

  1. estem...mmmm...,nose lo que voy adecir porque aun no lo leo

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  2. Te meto mi pija tanto en tu culo, que te va a quedar un ollote gigante, los pelos de mi chota van a quedar exparcidos y te lo voy a llenar de leche :)

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  3. Querido comentarista anónimo:

    Cuánta cobrdía e impotencia, en todos los sentidos, delata su comentario. Sin entrar en análisis más profundos acerca de su comportamiento, lo que sí añadiré es que, además de ser soez, tiene poco sentido en un blog como este. Yo entiendo que a veces puede causar frustración el leer ciertas cosas, ya que no todo el mundo tiene las capacidades cognoscitivas adecuadas, pero no es nada apropiado darse a este tipo de desahogos verbales. Lo bueno de este tipo de sucesos es que se producen siempre que se permiten comentarios anónimos, es decir, que en cuanto se requiere cualquier tipo de identificación para comentar en este blog, el problema desaparece, lo cual es muy elocuente, ya que todo apunta a que lo único de gran magnitud que hay en usted es su cobardía, a la par que su mal gusto. Qué penoso, para usted, el ser tan incapaz, el no poder dar la cara, y el tener que andar haciendo el bobo por internet para sentirse realizado. Eso sí que me provoca una más que justificada sonrisa :)

    Violeta Varela

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  4. Hola a todos de nuevo.

    Quienes me conocen bien, saben que, quizá por una cuestión de deformación profesional, nada lamento más que los malentendidos, las inexactitudes y las ambigüedades. Por esta razón, y al hilo del comentario anónimo que apareció recientemente en esta entrada, creo que conviene hacer una serie de reflexiones que además encajaran perfectamente en la dinámica y el espíritu de este blog.

    Podría parecer contradictorio que un blog que dedica gran parte de su espacio al análisis de la literatura clásica, rechace de modo tan tajante ciertos contenidos obscenos. Siempre he sido una gran admiradora de la naturalidad con que los clásicos greco-latinos trataban las cuestiones sexuales, tan ajenos al pudor cristiano (aunque episodios como el de Nausica, en la Odisea, provocando la vergüenza del héroe desnudo, así como otros episodios mitológicos que tematizaban el tabú del cuerpo, indican sin lugar a dudas que los griegos también conocieron cierto pudor, que no mojigatería). De la misma manera, son de admirar cumbres literarias como la comedia aristofánica, la lírica de un Catulo, la obra de Petronio.., obscenas hasta extremos que harían sonrojarse al más “subversivo” de los escritores contemporáneos, por ejemplo.

    Lo más esencial en cuanto al tratamiento clásico de lo obsceno, quizá podría buscarse en la noción de lo “apropiado”, que es, a su vez, una de las cuatro ideas a las que deben atenerse los caracteres trágicos según la Poética de Aristóteles, 1454a 22-24 (traigo a colación el texto aristotélico, porque me servirá, más adelante, para enlazar el tema de lo conveniente y lo decoroso con la literatura trágica, como veremos).




    PS: Debo repartir el contenido del texto en varios comentarios, disculpen las interrupciones.

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  5. Partiendo de estas reflexiones, podríamos decir que lo obsceno no constituía ningún tabú en la Antigüedad clásica, siempre que se diera en las circunstancias adecuadas y apropiadas. No me refiero con ello sólo a un tratamiento abierto de la sexualidad y de su ejercicio en las ocasiones en que se ejercita, sino a un contexto más amplio, ya que lo explícitamente obsceno, en Grecia, tenía no sólo sus géneros literarios, como por ejemplo la comedia, no así la tragedia, sino también sus momentos públicos, como las fiestas en honor a Dioniso, en las que, por otra parte, tenían lugar las representaciones teatrales como una actividad cívica, por citar sólo unos poquísimos ejemplos.

    Parece, pues, que lo obsceno no debe ser considerado como algo censurable ni ocultable, pero sí tiene sus lugares propios de expresión, y eso es lo que hace que los mismos contenidos sean ofensivos en una situación inapropiada y absolutamente reivindicables y pertinentes en los contextos adecuados. Si definimos, entonces, el decoro, según la noción de lo apropiado, es obvio que hay que distinguir, al menos eso creo yo, dos tipos de éste, me explico.

    Existen actitudes apropiadas a determinados contextos que tienen mucho que ver con las costumbres y la historia de una sociedad, mientras que otro tipo de actuaciones consideradas decorosas parecen obedecer a la lógica y al sentido común antes que a la mera costumbre (el hecho de que se considere inapropiado defecar en cualquier parte y sin ningún tipo de restricción se me antoja que tiene que ver mucho con razones lógicas y de salubridad, antes que con costumbres sociales más o menos convencionales).


    Esto es importante, ya que lo apropiado según costumbre no sólo es susceptible de cambiar mucho con el tiempo, valgan las referencias a la Grecia clásica y al cristianismo para apreciar estos cambios, sino que nos lleva directamente a la cuestión de la violación del decoro como actitud revolucionaria, y ahora sí debemos volver al texto antes mencionado de Aristóteles. Citaba el filósofo, como ejemplo de carácter no apropiado, el de la mujer varonil o temible. Si uno revisa la nómina de heroínas trágicas, se nos aparece que, sin duda, la más temible y varonil de todas no es otra que la Medea de Eurípides, lo cual encaja con la pauta aristotélica de crítica a la homónima tragedia que se representó en el 431 a.n.e.

    Efectivamente, Aristóteles veía muchos problemas teóricos en “Medea”, y uno de ellos era, sin duda, que el personaje no cumplía con el decoro, no era apropiado. En este punto es donde debemos situar la revolución de Eurípides: creó un personaje no apropiado para denunciar la injusticia de las costumbres y la política griegas en relación a la mujer. Ya que Medea, ciñéndose al rol femenino, sólo podía conocer la injusticia y la humillación, Eurípides le concede un rol heroico y varonil, homérico, para que ella pueda defenderse y vencer a sus enemigos. El potencial transgresor de la ruptura de lo que es apropiado alcanzará en Eurípides su mayor fuerza revolucionaria y transgresora.

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  6. Todo lo dicho nos lleva, finalmente, a una pequeña conclusión crítica: nuestra sociedad occidental, hija de la represión cristiana de la sexualidad y de la obsesión psicoanalítica por la misma, ha confundido la ruptura revolucionaria del decoro forjado en las costumbres con un infantilismo genital que sonrojaría a cualquiera de los clásicos por su chabacanería y ramplonería. Si en Grecia la transgresión se puso al servicio de la justicia política, ya que ellos ningún problema tenían para expresar lo obsceno, ahora ponemos la transgresión al servicio de causas tan bobas como el colgar del techo de una galería un pene gigante, por ejemplo (pero, curiosamente, nos seguimos escandalizando si vemos un pecho, por las razones mencionadas: un contexto artístico lo consideramos apropiado para mostrar el cuerpo humano, mientras que la vida cotidiana sigue siendo tan hija del cristianismo como lo ha sido siempre, contribuyendo todo ello a la esquizofrenia de nuestra sociedad). Hemos llegado al punto en que admiramos a ciertos autores por su obscenidad y su sexualidad explícita (como si hubieran inventado algo nuevo en la tradición literaria) sin darnos cuenta de lo mucho que eso delata acerca de nuestra represión sexual cotidiana.

    Concluyendo, en opinión de quien escribe, transgresión, sí, pero con inteligencia, no vaya a ser que nuestras transgresiones se acaben convirtiendo en violaciones de lo que lógicamente es más apropiado delatando así el infantilismo de una sociedad que no sabe enfrentarse a su pasado y a sus fantasmas. En cuanto a la obscenidad y a la sexualidad, convendría que las viésemos de una vez como algo normal y fundamental parta el ser humano: ni deben ser ocultadas ni deben convertirse en el único argumento, ya que en el primer caso seguiríamos siendo los reprimidos hijos de la más oscura de las morales, mientras que en el segundo caso seríamos unos estúpidos deslumbrados por algo que seguimos considerando prohibido y pecaminoso, no normal. La transgresión de aquello que la costumbre ha consagrado puede ser un arma revolucionaria cuando se usa bien; la transgresión de lo que es lógico no deja, en cambio, de ser una estupidez. Por eso, esta admiradora de Aristófanes y de la Antigüedad clásica no puede dejar de señalar que la obscenidad y la sexualidad están muy bien y allá cada cual con la expresión de la misma por la que opte, pero vamos, cada cosa en su sitio.

    Un cordial saludo,

    Violeta

    PD: al final hay que agradecerle al comentarista anónimo que suscitase un tema tan interesante, con tanta substancia y que puede dar lugar a tantas reflexiones. No creo que fuera su intención, pero al final ha sido muy útil :)

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