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London, United Kingdom
Investigadora en el Instituto de Estudios Medievales y Renacentistas de la Universidad de Salamanca y en el Centro de Estudios Clásicos y Humanísticos de la Universidad de Coimbra. Doctora en filosofía por la Universidad de Salamanca (Febrero de 2008). Autora de cinco libros: "Una revolución hacia la nada" (2012), "Don Quijote de la Mancha: literatura, filosofía y política" (2012) "Destino y Libertad en la tragedia griega" (2008), "Contra la teoría literaria feminista" (2007) y "El mito de Prometeo en Hesíodo, Esquilo y Platón: tres imágenes de la Grecia antigua" (2006). Ha publicado varios trabajos en revistas académicas sobre asuntos de literatura, filosofía y teoría literaria. En su carrera investigadora ha trabajado y estudiado en las universidades de Oviedo, Salamanca y Oxford. Fundamentalmente se ha especializado en la identificación y el análisis de las Ideas filosóficas presentes en la obra de numerosos clásicos de la literatura universal, con especial atención a la literatura de la antigüedad greco-latina y la literatura española.

No es que esto sea Ítaca, pero verás que es agradable

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Si amas la literatura y adoras la filosofía, éste puede ser un buen lugar para atracar mientras navegas por la red.
Aquí encontrarás acercamientos críticos de naturaleza filosófica a autores clásicos, ya sean antiguos, modernos o contemporáneos; críticas apasionadas de las corrientes más "totales" del momento: desde la moda de los estudios culturales hasta los intocables estudios "de género" o feministas; investigaciones estrictamente filosóficas sobre diversas Ideas fundamentales y muchas cosas más. Puede que hasta os echéis unas risas, cortesía de algún autor posmoderno.
Ante todo, encontraréis coherencia, pasión, sinceridad y honestidad, antes que corrección política, retóricas complacientes y cinismos e hipocresías de toda clase y condición, pero siempre muy bien disimuladas.
También tenemos la ventaja de que, como el "mercado" suele pasar de estos temas, nos vengamos de él hablando de algunos autores con los que se equivocó, muchísimos, ya que, en su momento, conocieron el fracaso literario o filosófico y el rechazo social en toda su crudeza; y lo conocieron, entre otras cosas, porque fueron autores muy valientes (son los que más merecen la pena). Se merecen, en consecuencia, el homenaje de ser rehabilitados en todo lo que tuvieron de transgresor, algo que, sorprendentemente, en la mayoría de los casos, sigue vigente en la actualidad.
En definitiva, lo que se ofrece aquí es el sitio de alguien que vive para la filosofía y la literatura (aunque, sobre todo en el caso de la filosofía, se haga realmente duro el vivir de ellas) y que desea tratar de ellas con respeto y rigor, pero sin perder la gracia, porque creo que se lo debemos, y si hay algo que una ha aprendido de los griegos es, sin duda, que se debe ser siempre agradecido.

martes, 11 de junio de 2013

La filosofía de la ciencia de Karl Popper


La Filosofía de la Ciencia de Karl Popper

Lo primero que he de decir es que la teoría de Popper no ha permanecido inmutable a través de los años. Es por esto por lo que debo, antes que nada, presentar la evolución teórica de tan exitoso autor.

- La falsación y el problema de la demarcación

Su filosofía de la ciencia es caracterizada por él mismo como un “deductivismo” o “teoría del método deductivo de contrastar”, por oposición al “inductivismo” (Popper, 1934/1985: 30). Podría decirse que a la base de su teoría encontramos dos tesis principales:

1- El origen no empírico de las teorías científicas: las teorías científicas no obedecen a generalizaciones inductivas a partir de los hechos empíricos, como estableció Bacon, sino que las teorías se desarrollan deductivamente, sin que los hechos empíricos sean del todo relevantes. Ya dijo Einstein, en carta a Popper del 11 de septiembre de 1935: “pienso (como usted, por lo demás) que no se puede fabricar la teoría a partir de resultados de observación, sino sólo inventarla” (Popper, 1934/1985: 427).

2- Los enunciados científicos no son susceptibles de verificación.

Ambas tesis podrían encontrarse en muchos autores. Dichas tesis dejan a la ciencia en una situación muy embarazosa ya que hacen surgir el problema de la demarcación: ¿cómo distinguir lo que es ciencia de lo que no lo es?, ¿cómo distinguir las construcciones científicas de las metafísicas o de las teológicas si nos está vedado recurrir al tribunal de la experiencia?

Popper creyó que con su doctrina Falsacionista había solucionado el problema de la demarcación, él incluso propone llamarlo problema de Kant o de la deducción contrastadora. El problema de la demarcación aparece en el momento en el que, dadas ya ciertas construcciones teoréticas, queremos determinar un criterio que permita diferenciar cuáles son las científicas y cuáles son las no científicas. Tal problema, tal es la tesis popperiana, sólo alcanzará la agudeza que le es peculiar una vez que hemos desistido de apelar a la verdad material, pensando que de esta apelación pueda salir la posibilidad de obtener un veredicto. Ahora bien, como apunte personal deseo manifestar que Popper arrebata la cientificidad a lo que Rawls llamaba “doctrinas comprehensivas”, a costa de relativizar y negar la posibilidad de la verdad científica. No supo, en mi opinión, distinguir la ciencia de la religión o la metafísica sin que la primera no resultase afectada o herida de gravedad. Regresando a la exposición, otra característica de las teorías científicas debe ser la coherencia:

El requisito de la compatibilidad o coherencia desempeña un papel especial entre todos los que han de satisfacer los sistemas teóricos, o los sistemas axiomáticos. Puede considerársele la primera condición que ha de cumplir todo sistema teórico, ya sea empírico o no.
[...]Caeremos en la cuenta de que la importancia que tiene el requisito de coherencia si nos percatamos de que los sistemas contradictorios no nos proporcionan ninguna información, pues podemos deducir de ellos la conclusión que nos plazca [...]. En cambio, un sistema coherente divide el conjunto de todos los enunciados posibles en dos: los que le contradicen y los que son compatibles con él (entre estos últimos se encuentran las conclusiones que se pueden deducir del sistema).” (Popper, 1934/1985: 80).

Pero en la medida en que se suponga la posibilidad de sistemas coherentes que, sin embargo, no son científicos es evidente que la teoría de Popper tendrá que volverse de alguna manera al material empírico. Popper comprendió que si el centro de gravedad de las teorías científicas hay que ponerlo en el momento deductivo de las construcciones formales entonces no cabe apelar (al modo de Weyl) al contacto positivo con la materia para obtener un criterio de demarcación, sino que el único camino lógicamente posible era el del contacto negativo con la materia, el único camino lógicamente posible en las coordenadas popperianas era el de la falsación: las teorías científicas no son nunca verificables empíricamente, sólo pueden ser falsables.

Es preciso contrastar las teorías pero la contrastación tiene que ver, más que con la comparación de la teoría con la experiencia empírica, con la comparación de la teoría con otras teorías alternativas. De esta contrastación no podrá resultar la verificación de alguna teoría frente a otras, pero sí la falsación de alguna de ellas y la corroboración (tras aquella eliminación) de las que aún no han sido falsadas, pero que siguen siendo falsables. Se trata, pienso yo, de un criterio muy débil que reduce la ciencia a una técnica que más o menos se mantiene útil hasta que una más competente la relega.

El criterio de la falsación, en tanto va incluido en el proceso de la contrastación, ofrecía una perspectiva muy adecuada para recoger los efectivos procesos sociales e históricos según los cuales se desenvuelve la investigación científica, pero al igual que autores como Kuhn, quizás los árboles no les dejaron ver el bosque. Si se observa la ciencia como un crisol de teorías que se suceden las unas a las otras es fácil perderse y no atisbar tras ese proceso un sistema coherente.

Para Popper, los enunciados básicos de las ciencias no pueden ser considerados verdaderos o falsos y si los aceptamos es en virtud de una decisión, aceptación que a su vez está en función de los fines que determinan la elección de los métodos (Popper, 1934/1985: 256 y 48).

La finalidad constitutiva de la ciencia consiste en la investigación de leyes universales susceptibles de organizarse en un sistema teórico universal que puede dar explicación de todo lo que ocurre (Popper, 1934/1985: 59). Dice Popper:

El operacionalismo y el instrumentalismo deben ser reemplazados, según creo, por el “teorecismo”, si es que puedo llamarlo así; vale decir, por el reconocimiento del hecho de que siempre operamos dentro de una completa estructura de teorías y que no aspiramos simplemente a obtener correlación sino también explicación” (Popper, 1963/1991: 77).

Popper no pretende tirar por tierra las construcciones metafísicas al modo positivista. Su objetivo es encontrar un criterio al cual podamos apelar para diferenciarlas de las construcciones científicas. El criterio será el de la falsabilidad.

Popper distingue entre falsabilidad y falsación:

Tenemos que distinguir claramente entre falsabilidad y falsación. Hemos introducido la primera exclusivamente como criterio del carácter empírico de un sistema de enunciados; en cuanto a la falsación, es preciso incorporar reglas especiales que determinen en qué condiciones debemos considerar falsado un sistema.
Únicamente decimos que una teoría está falsada si hemos aceptado enunciados básicos que la contradigan. Esta condición es necesaria, pero no suficiente, pues hemos visto que los acontecimientos aislados no reproducibles carecen de significación para la ciencia [...]; pero la daremos por tal si descubrimos un efecto reproducible que la refute” (Popper, 1934/1985: 82,83).

Con tales argumentos pretende Popper evitar el dogmatismo positivista, sin renunciar a los objetivos teóricos universales de la ciencia. Pero el asunto, por desgracia, no es tan sencillo como lo presenta nuestro filósofo. Vayamos al caso de Newton, ¿podemos dar por falsada la Mecánica Clásica por el hecho de que su sistema de operaciones falla al ser aplicado a cuerpos con movimientos muy veloces, cercanos a la velocidad de la luz? Un físico como Einstein contestaría no, un filósofo popperiano habría de contestar sí.

Una teoría científica se caracterizaría porque, aunque sus tesis no sean verificables (una teoría científica contiene muchos enunciados que de hecho no son verificables), es falsable, mientras que una teoría metafísica no sería falsable. Una teoría, por lo tanto, es científica porque pudiendo ser falsada resulta no serlo en el momento en que somete a la prueba de la falsación. La falsación requiere reglas especiales, como por ejemplo que haya una hipótesis falsadora que permita un efecto reproductor de la falsación que la haga intersubjetiva. Consecuencia de todo ello es que las teorías, que únicamente pueden aspirar a ser corroboradas (bewahrung), deben estar constantemente sometidas a la prueba de la crítica.

Ahora bien, esto no es cierto en absoluto. Es muy dudoso pensar en ciertas construcciones de la Física o la Química modernas como falsables, ciencias que juegan con contextos operatorios límites difícilmente constatables empíricamente.

Hay que dejar claro que las teorías no se constituyen a partir de la falsabilidad, simplemente es ésta un criterio para solucionar el problema de la demarcación. La falsabilidad es criterio de demarcación, no de sentido (Popper, 1934/1985: 40, nota 3).

¿Pueden encontrarse en Popper características efectivamente constitutivas de las teorías científicas?, sistemáticamente no, sólo da pinceladas, pero vamos a señalar en este trabajo las siguientes:

1- Proposicionalismo: las teorías están constituidas de enunciados y de conexiones entre enunciados.

2- Universalismo de los enunciados.

Las dos características que acabamos de señalar son mantenidas sin perjuicio de que se señale la imposibilidad de ver las leyes científicas universales como verdades. Todo ello acaba desembocando en la teoría popperiana de la ciencia en la postulación de un tercer mundo en el que residen tanto las leyes como los desarrollos de sus infinitas consecuencias lógicas – un mundo teriogenérico aislado frente a otras realidades materiales, una abstracción metafísica- (Popper, 1972/1988: 74).

En la teoría de la ciencia de Popper, las teorías científicas no solamente deberían tener forma universal coherente sino que también sus proposiciones básicas deben versar sobre materia fisicalista. Lo importante de la teoría de Popper es que la falsación tiene lugar en el contexto de una cadena deductiva por medio de la cual, a partir de proposiciones universales, deducimos enunciados básicos puesto que, en este caso, la falsación nos llevará a quitar el enunciado deducido y, modus tollens, a retirar la premisa, con lo que quedará destruida la coherencia del sistema teórico. La falsabilidad tiene significación en tanto repercute sobre la consistencia del sistema y en la medida en que la falta de consistencia puede hacerse equivalente a la carencia de información. Podría afirmarse que una ley contiene tanta más información cuantas más veces puede ser prohibida por las proposiciones básicas.

Pero el problema sigue ahí: el sistema de Newton, tras ser reincorporado al sistema de Einstein, puede seguir funcionando de forma autónoma, sin perjuicio de que el teorema de adición de velocidades y la concepción tridimensional del Universo con las que opera, hayan quedado superadas por la Física relativista. Tal hecho evidencia que a Popper le faltan instrumentos teóricos para poder enfrentarse a la complejidad de la ciencia moderna, pero sigamos.

El papel de la hipótesis, en Popper, es importantísimo, siendo sólo desechables las hipótesis gratuitas, aquéllas que no son concatenables con los contenidos ya integrados en el cuerpo de la ciencia. Una hipótesis no especulativa es una hipótesis que forma parte de una teoría, que se encuentra engranada con la teoría. Las teorías serán entendidas como constructos formales que desempeñan el papel de formas alternativas dispuestas para salvar los fenómenos.

Popper discute la cuestión de la necesidad natural o física de las leyes científicas, en relación con la universalidad de dichas leyes. Popper distingue la necesidad natural y la necesidad lógica:

Podemos llamar lógicamente necesario a aquello que sea válido en cualquier mundo concebible” y luego añade “aunque es concebible que la ley de Newton de la inversa del cuadrado de la distancia sea una verdadera ley de la naturaleza en algún mundo y que, en esa medida sea naturalmente necesaria en él, es perfectamente concebible un mundo en que no fuese válida” (Popper, 1934/1985: 400).

Por lo tanto, la ley de Newton según la teoría de la ciencia de Popper no es una ley lógicamente necesaria, aunque pueda ser una ley natural para algún mundo posible.

La teoría de Popper pone el lugar en el que puede constituirse la verdad científica en el proceso formal de construcción de conceptos, o de enunciados sistemáticos, característico de la actividad científica. Utiliza una idea de verdad diferente, una idea que se puede caracterizar como coherencia. Ahora bien, ¿es esta concepción coherentista de la verdad científica una auténtica noción de verdad o más bien se trata simplemente de un formalismo vacío destinado simplemente a evitar contradicciones flagrantes? En el momento en que los hechos quedan excluidos de la verdad científica estamos reduciendo la ciencia a una fantasía bien elaborada, pero no es en modo alguno una noción fuerte de verdad. La realidad es, a mi juicio, que el teoreticismo popperiano renunció desde el primer momento a la posibilidad de atribuir a la ciencia la capacidad de establecer verdades. Popper, lo veremos a continuación, renuncia a la verdad y la sustituye por la noción, mucho más débil, de la corroboración.

Podría considerarse como un antecedente de las posiciones popperianas el formalismo que David Hilbert llevó a cabo en el terreno de la matemática. Fueron los físicos relativistas quienes, apoyándose en su propia práctica científica, defendieron muy pronto posiciones formalistas. Eran los físicos (Eddington, Milne) a quienes Dingler llamó “físicos aristotélicos”.

Voy a dedicar las últimas líneas de este apartado a la corroboración de las teorías.

Decimos que una teoría está “corroborada” mientras sale indemne de las contrastaciones. La evaluación que afirma la corroboración (esto es, la evaluación corroboradora) establece ciertas relaciones fundamentales, a saber, la compatibilidad y la incompatibilidad. Consideramos a esta última como equivalente a la falsación de la teoría; pero la compatibilidad por sí sola no puede hacer que atribuyamos un grado positivo de corroboración a aquélla.” (Popper, 1934/1985: 248).

En cuanto al grado de corroboración no depende tanto del número de los enunciados corroboradores como de la calidad de éstos.

[...] lo que determina el grado de corroboración no es tanto el número de casos corroboradotes como la dureza de las diversas contrastaciones a las que puede someterse – o se ha sometido- la hipótesis en cuestión. Pero dicha dureza depende, a su vez, del grado de contrastabilidad, y, por tanto, de la sencillez de la hipótesis: la que es falsable en un grado más alto –o sea, la hipótesis más sencilla- es también la corroborable en grado más elevado.” (Popper, 1934/1985: 249).

- La teoría de la verosimilitud

En Conocimiento Objetivo (1972/1988: 291) Popper nos relata como Tarski le explicó su teoría de la verdad. Gracias a Tarski se puede considerar la verdad no como un concepto psicológico, sino como una relación entre lo lingüístico y la cosa.

Tras asimilar tal concepción de la verdad, Popper planteará la cuestión de otro modo, a saber, en términos de verosimilitud. Ahora se trataría de establecer criterios comparativos entre dos o más teorías científicas falsables, criterios por los cales pudiera establecerse no ya la verdad absoluta de alguna, pero sí la verosimilitud o grado relativo de verdad que pudiera serle asignado a una teoría científica dada. Ahora la verdad quedará relegada frente a la noción de verosimilitud.

En el siguiente apartado ahondaremos más en esta evolución en la teoría popperiana de la ciencia.

- Una teoría del conocimiento evolutiva

El concepto de verdad de Popper en esta última etapa está muy determinado por la teoría de la evolución. Es en esta fase de su pensamiento donde culmina una tendencia epistemológica fuerte: Popper se aleja cada vez más de la teoría de la ciencia para acabar haciendo epistemología.

A continuación vamos a hacer una exposición de una conferencia del autor: Hacia una teoría evolutiva del conocimiento publicada en el libro Un mundo de Propensiones.

Popper señala que la teoría del conocimiento debe situarse en el contexto de la evolución biológica.
El autor parte de una premisa: Los animales pueden conocer. Esta proposición supone una auténtica revolución en la teoría del conocimiento. Habrá quienes crean que decir tal cosa no es más que una metáfora antropomórfica, pero no es así. Decir que los animales pueden conocer es una homología (el conocimiento humano y el conocimiento animal son homólogos) y la homología es una categoría plenamente legítima en el contexto de la teoría evolucionista.

Que los animales puedan conocer no significa que sean conscientes de ello. En los hombres pasa igual: los hombres no somos conscientes de todo nuestro conocimiento. Una de las formas en que nuestro conocimiento inconsciente puede darse es la de expectativas inconscientes, expectativas de las que podemos llegar a percatarnos, por ejemplo, cuando fracasan.

Esto me lleva a la siguiente formulación: cuando nos sorprendemos de algún suceso, nuestra sorpresa habitualmente se debe a la expectativa inconsciente de que iba a suceder algo distinto” (Popper, 1992: 61).

Ahora Popper nos presentará diecinueve conclusiones que se derivan de la premisa inicial (“Los animales pueden conocer”):

1- El conocimiento posee a menudo el carácter de expectativa.

2- Las expectativas poseen una forma parecida a las conjeturas o a las hipótesis puesto que son inciertas.

3- La mayor parte del conocimiento, sea humano o animal, tiene el carácter de conjetura, sobre todo el ordinario, relativo a nuestra vida diaria.

4- Gran parte de nuestro conocimiento llegará a ser objetivamente verdadero, es el correspondiente a los hechos objetivos. Tal hecho es el que posibilita la supervivencia como especie.

5- Cabe distinguir nítidamente dos conceptos: la verdad de una expectativa y su certeza. Ambos conceptos llevan dos ideas asociadas: la idea de verdad y la idea de certeza. Un ejemplo de verdad con certeza sería la verdad matemáticamente demostrable.

6- La mayor parte de nuestro conocimiento tiene más de verdad que de certeza, lo cual nos obliga a enfocar siempre nuestras hipótesis críticamente, sometiéndolas a una contrastación seria para desechar su falsedad.

7- La verdad es verdad correspondencia, esto es, la objetividad de la verdad viene dada por la correspondencia con los hechos.

8- La certeza no es objetiva siempre. En la mayoría de los casos la certeza se corresponde con un sentimiento de confianza en un conocimiento insuficiente. En estos casos la certeza es un peligro. Los hombres y los animales son falibles y es importante no perder esta característica de vista. La ciencia debe aferrarse a los hechos, a la verdad objetiva, y olvidarse de las modas científicas [estamos asistiendo a una crítica del concepto de paradigma de Kuhn y de la sociología de la ciencia]. He aquí lo que Popper dice textualmente de las modas epistemológicas:

Como existe, debemos combatirla; primero en nosotros mismos y sólo después, quizá, en los demás. Pues mantengo que la ciencia debe afanarse en la verdad objetiva, en la verdad que depende sólo de los hechos; en la verdad que se halla por encima de autoridad y arbitrio humanos, y sin duda por encima de las modas científicas. Algunos sociólogos no logran comprender que este objetivo es una posibilidad a la que la ciencia (y, por ende, los científicos) deben aspirar. Después de todo la ciencia ha aspirado a la verdad al menos durante dos mil quinientos años.” (Popper, 1992: 65).

9- En el sentido evolutivo estricto si animales y hombres pueden conocer también pueden hacerlo las plantas y, en general, todos los organismos.

10- Las plantas poseen algo parecido a sensaciones y percepciones y dichas sensaciones y percepciones generan en ellas respuestas. Además poseen también algo parecido a órganos sensoriales.

11- Plantas como el manzano son capaces de responder adecuadamente a los sucesos y cambios a corto plazo del entorno, capacidad muy similar a la capacidad animal de respuesta a percepciones a corto plazo, a experiencias sensoriales.

12- La distinción entre adaptación a condiciones ambientales legaliformes a corto y a largo plazo es decisiva. El hecho de poder responder a las condiciones a corto plazo es también un síntoma de evolución a largo plazo generación tras generación.

13- Un ejemplo de respuesta a corto plazo es la del animal que se percata de la presencia de un depredador y huye. Para ello es fundamental la vista, al igual que la agudeza visual para identificar al depredador cuando todavía queda tiempo de emprender la huida.

14- Todo este conocimiento del entorno forma parte de un conocimiento a largo plazo adquirido en el proceso de evolución. Los sentidos no servirían de nada sin el conocimiento de ciertas regularidades legaliformes. El conocimiento inconsciente del ambiente a largo plazo, por tanto, debe haber sido previo a la evolución de los órganos sensoriales, pues aquel (el conocimiento del ambiente) es precondición de su uso.

15- El conocimiento no procede de los sentidos, como han pretendido muchos filósofos, sino que para que los sentidos nos aporten conocimiento debe haber conocimiento previo:

Para poder ver una cosa, hemos de saber lo que son las “cosas”: que pueden ser localizadas en algún espacio, que unas son móviles y otras no, que unas tienen importancia inmediata para nosotros y, por tanto, son más prominentes y serán percibidas, mientras que otras, menos importantes, jamás penetrarán nuestra conciencia: ni siquiera tienen que ser percibidas inconscientemente, sino que pueden simplemente no dejar huella alguna en nuestro aparato biológico” (Popper, 1992: 69).

Nuestro aparato biológico es altamente selectivo y para detectar lo biológicamente relevante se sirve de la adaptación y de la expectativa, disponiendo de un conocimiento previo de la situación y de los elementos significativos de ésta. Dicho conocimiento previo es resultado de la evolución por ensayo y error en situaciones que constituyen los problemas a ser resueltos en la vida diaria.

16- Es muy importante recalcar que el conocimiento a largo plazo siempre precede al conocimiento a corto plazo u observacional. Además, ambos tipos de conocimiento son hipotéticos: el conocimiento a largo plazo puede ser sometido a revisión y el conocimiento a corto plazo puede ser objeto de una mala interpretación.

17- He aquí la proposición más general y decisiva:

Toda adaptación a regularidades ambientales e internas, a situaciones a largo y a corto plazo, es un tipo de conocimiento, cuya gran importancia podemos aprender con la biología evolutiva” (Popper, 1992: 71).

18- Ya que la vida no puede sobrevivir sin adaptación, habrá que concluir que el conocimiento es tan antiguo como la vida.

19- El origen y la evolución del conocimiento coinciden con el origen y la evolución de la vida en el planeta tierra, lo que convierte al problema del conocimiento en un problema de cosmología.

Hasta aquí las conclusiones que Popper extrae de la proposición: los animales pueden conocer. Ahora va a referir todas estas indagaciones a las tesis que mantuvo en su libro La lógica de la investigación científica, del que hemos hablado ampliamente en el primer apartado.

Ya en dicho libro hablaba de su fascinación por el problema de la cosmología e indicaba cómo el problema del conocimiento era parte de aquel problema.

Al parecer, en algún lugar de la tierra se dieron condiciones favorables para la aparición de la vida. Las bacterias unicelulares se extendieron por todo el planeta pero las zonas geográficas tenían condiciones ambientales muy diversas con lo que la vida tuvo que librar una dura batalla adaptativa (para Popper esta teoría es mucho más factible que la teoría de la sopa primitiva).

La vida es fundamentalmente un proceso químico, un complejo proceso de oxidación química. Los organismos somos procesos metabólicos, redes de procesos químicos, de vías químicas altamente activas enlazadas por la energía. La red de vías químicas de una célula puede retener y retiene, como parte de la red, vías arcaicas que se fueron agregando como injertos unas a otras.

Popper está situándose en acuerdo con las teorías de Florkin y Wächtershäuser. Fruto de tales teorías, el método darwiniano de ensayo y error aparece como un método de variación y adición de vías químicas, siendo siempre la red de vías existente la que determina qué nuevas variaciones y adiciones son posibles.

De todo lo dicho se pueden extraer algunas lecciones con respecto a la teoría del conocimiento. Todo el conocimiento depende del organismo, de su estructura, de su estado y de su actividad. El 99% aproximadamente del conocimiento de los organismos es innato y se encuentra en nuestra constitución bioquímica. Todo nuestro conocimiento es por lo tanto hipotético, es adaptación a un entorno que desconocemos en gran parte. El método de adquisición de conocimientos es el del ensayo y el error pero ocurre que muchas veces no todos los errores son eliminados y persisten en la evolución, de ahí lo falible de nuestro conocimiento. La adaptación al entorno siempre es imperfecta.

Popper nos presenta en esta conferencia a las teorías científicas como homólogas a las expectativas y adaptaciones evolutivas.

En ciencia, las observaciones (o “datos”) pueden llevar al abandono de una teoría científica y con ello inducir la condición de una nueva teoría alternativa: un nuevo ensayo. Pero la nueva teoría es pensamiento, invención, producto nuestro; muy raras veces es concebida más que por unos pocos, si bien son muchos los que se muestran de acuerdo en la refutación de la vieja teoría. Son esos pocos los que ven el nuevo problema. Ver un nuevo problema bien puede ser el paso más arduo en la creación de una nueva teoría” (Popper, 1992: 87).

Popper está mostrándonos la ciencia como un proceso evolutivo en el que las teorías serían análogas a organismos que se van seleccionando según su peor o mejor adaptación al medio. La ciencia debería guiarse, pues, por dos valores: los de la autocrítica y la verdad. El lenguaje posibilita la consideración crítica de las teorías, consideración tras la cual podemos ajustar dichas teorías para que se acerquen cada vez más a la verdad, a la correspondencia con los hechos. El lenguaje es un gran logro evolutivo porque nos permite disponer de un método de autocrítica posibilitando así que aprendamos de nuestros errores, gran ventaja si tenemos en cuenta que para la mayoría de los animales un error significa la muerte.

Se pueden observar muchos cambios teóricos en el nuevo giro emprendido por Popper. Para empezar, adoptará la noción tarskiana de la verdad como correspondencia, si bien a un nivel epistemológico, ya que a nivel estrictamente científico la verdad sigue siendo sólo una lejana aspiración en el horizonte de la ciencia. La conferencia expuesta tiene por supuesto un indudable interés filosófico y hace pensar que Popper por fin encontró el terreno en el que se sentía más cómodo: el de la epistemología.

Popper, K. (1934/1985), La lógica de la Investigación Científica, traducción española de Víctor Sánchez de Zabala, Madrid, Editorial Tecnos.
Popper, K. (1972/1988), Conocimiento objetivo, traducción española de Carlos Solís Santos, Madrid, Tecnos.
Popper, K. (1963/1991), Conjeturas y refutaciones, traducción española de Néstor Mínguez, Barcelona, Paidós.
Popper, K. (1992), Un mundo de propensiones, traducción española de José Miguel Esteban Cloquell, Madrid, Tecnos.