La
Filosofía de la Ciencia de Karl Popper
Lo
primero que he de decir es que la teoría de Popper no ha permanecido
inmutable a través de los años. Es por esto por lo que debo, antes
que nada, presentar la evolución teórica de tan exitoso autor.
-
La falsación y el problema de la demarcación
Su
filosofía de la ciencia es caracterizada por él mismo como un
“deductivismo” o “teoría del método deductivo de contrastar”,
por oposición al “inductivismo” (Popper, 1934/1985: 30). Podría
decirse que a la base de su teoría encontramos dos tesis
principales:
1-
El origen no empírico de las teorías científicas: las teorías
científicas no obedecen a generalizaciones inductivas a partir de
los hechos empíricos, como estableció Bacon, sino que las teorías
se desarrollan deductivamente, sin que los hechos empíricos sean del
todo relevantes. Ya dijo Einstein, en carta a Popper del 11 de
septiembre de 1935: “pienso (como usted, por lo demás) que no se
puede fabricar la teoría a partir de resultados de observación,
sino sólo inventarla” (Popper, 1934/1985: 427).
2-
Los enunciados científicos no son susceptibles de verificación.
Ambas
tesis podrían encontrarse en muchos autores. Dichas tesis dejan a la
ciencia en una situación muy embarazosa ya que hacen surgir el
problema de la demarcación: ¿cómo distinguir lo que es ciencia de
lo que no lo es?, ¿cómo distinguir las construcciones científicas
de las metafísicas o de las teológicas si nos está vedado
recurrir al tribunal de la experiencia?
Popper
creyó que con su doctrina Falsacionista había solucionado el
problema de la demarcación, él incluso propone llamarlo problema de
Kant o de la deducción contrastadora. El problema de la demarcación
aparece en el momento en el que, dadas ya ciertas construcciones
teoréticas, queremos determinar un criterio que permita diferenciar
cuáles son las científicas y cuáles son las no científicas. Tal
problema, tal es la tesis popperiana, sólo alcanzará la agudeza que
le es peculiar una vez que hemos desistido de apelar a la verdad
material, pensando que de esta apelación pueda salir la posibilidad
de obtener un veredicto. Ahora bien, como apunte personal deseo
manifestar que Popper arrebata la cientificidad a lo que Rawls
llamaba “doctrinas comprehensivas”, a costa de relativizar y
negar la posibilidad de la verdad científica. No supo, en mi
opinión, distinguir la ciencia de la religión o la metafísica sin
que la primera no resultase afectada o herida de gravedad. Regresando
a la exposición, otra característica de las teorías científicas
debe ser la coherencia:
“El
requisito de la compatibilidad o coherencia desempeña un papel
especial entre todos los que han de satisfacer los sistemas teóricos,
o los sistemas axiomáticos. Puede considerársele la primera
condición que ha de cumplir todo sistema teórico, ya sea empírico
o no.
[...]Caeremos
en la cuenta de que la importancia que tiene el requisito de
coherencia si nos percatamos de que los sistemas contradictorios no
nos proporcionan ninguna información, pues podemos deducir de ellos
la conclusión que nos plazca [...]. En cambio, un sistema coherente
divide el conjunto de todos los enunciados posibles en dos: los que
le contradicen y los que son compatibles con él (entre estos últimos
se encuentran las conclusiones que se pueden deducir del sistema).”
(Popper, 1934/1985: 80).
Pero
en la medida en que se suponga la posibilidad de sistemas coherentes
que, sin embargo, no son científicos es evidente que la teoría de
Popper tendrá que volverse de alguna manera al material empírico.
Popper comprendió que si el centro de gravedad de las teorías
científicas hay que ponerlo en el momento deductivo de las
construcciones formales entonces no cabe apelar (al modo de Weyl) al
contacto positivo con la materia para obtener un criterio de
demarcación, sino que el único camino lógicamente posible era el
del contacto negativo con la materia, el único camino lógicamente
posible en las coordenadas popperianas era el de la falsación: las
teorías científicas no son nunca verificables empíricamente, sólo
pueden ser falsables.
Es
preciso contrastar las teorías pero la contrastación tiene que ver,
más que con la comparación de la teoría con la experiencia
empírica, con la comparación de la teoría con otras teorías
alternativas. De esta contrastación no podrá resultar la
verificación de alguna teoría frente a otras, pero sí la falsación
de alguna de ellas y la corroboración (tras aquella eliminación) de
las que aún no han sido falsadas, pero que siguen siendo falsables.
Se trata, pienso yo, de un criterio muy débil que reduce la ciencia
a una técnica que más o menos se mantiene útil hasta que una más
competente la relega.
El
criterio de la falsación, en tanto va incluido en el proceso de la
contrastación, ofrecía una perspectiva muy adecuada para recoger
los efectivos procesos sociales e históricos según los cuales se
desenvuelve la investigación científica, pero al igual que autores
como Kuhn, quizás los árboles no les dejaron ver el bosque. Si se
observa la ciencia como un crisol de teorías que se suceden las unas
a las otras es fácil perderse y no atisbar tras ese proceso un
sistema coherente.
Para
Popper, los enunciados básicos de las ciencias no pueden ser
considerados verdaderos o falsos y si los aceptamos es en virtud de
una decisión, aceptación que a su vez está en función de los
fines que determinan la elección de los métodos (Popper, 1934/1985:
256 y 48).
La
finalidad constitutiva de la ciencia consiste en la investigación de
leyes universales susceptibles de organizarse en un sistema teórico
universal que puede dar explicación de todo lo que ocurre (Popper,
1934/1985: 59). Dice Popper:
“El
operacionalismo y el instrumentalismo deben ser reemplazados, según
creo, por el “teorecismo”, si es que puedo llamarlo así; vale
decir, por el reconocimiento del hecho de que siempre operamos dentro
de una completa estructura de teorías y que no aspiramos simplemente
a obtener correlación sino también explicación” (Popper,
1963/1991: 77).
Popper
no pretende tirar por tierra las construcciones metafísicas al modo
positivista. Su objetivo es encontrar un criterio al cual podamos
apelar para diferenciarlas de las construcciones científicas. El
criterio será el de la falsabilidad.
Popper
distingue entre falsabilidad y falsación:
“Tenemos
que distinguir claramente entre falsabilidad y falsación. Hemos
introducido la primera exclusivamente como criterio del carácter
empírico de un sistema de enunciados; en cuanto a la falsación, es
preciso incorporar reglas especiales que determinen en qué
condiciones debemos considerar falsado un sistema.
Únicamente
decimos que una teoría está falsada si hemos aceptado enunciados
básicos que la contradigan. Esta condición es necesaria, pero no
suficiente, pues hemos visto que los acontecimientos aislados no
reproducibles carecen de significación para la ciencia [...]; pero
la daremos por tal si descubrimos un efecto reproducible que la
refute” (Popper, 1934/1985: 82,83).
Con
tales argumentos pretende Popper evitar el dogmatismo positivista,
sin renunciar a los objetivos teóricos universales de la ciencia.
Pero el asunto, por desgracia, no es tan sencillo como lo presenta
nuestro filósofo. Vayamos al caso de Newton, ¿podemos dar por
falsada la Mecánica Clásica por el hecho de que su sistema de
operaciones falla al ser aplicado a cuerpos con movimientos muy
veloces, cercanos a la velocidad de la luz? Un físico como Einstein
contestaría no, un filósofo popperiano habría de contestar sí.
Una
teoría científica se caracterizaría porque, aunque sus tesis no
sean verificables (una teoría científica contiene muchos enunciados
que de hecho no son verificables), es falsable, mientras que una
teoría metafísica no sería falsable. Una teoría, por lo tanto, es
científica porque pudiendo ser falsada resulta no serlo en el
momento en que somete a la prueba de la falsación. La falsación
requiere reglas especiales, como por ejemplo que haya una hipótesis
falsadora que permita un efecto reproductor de la falsación que la
haga intersubjetiva. Consecuencia de todo ello es que las teorías,
que únicamente pueden aspirar a ser corroboradas (bewahrung),
deben estar constantemente sometidas a la prueba de la crítica.
Ahora
bien, esto no es cierto en absoluto. Es muy dudoso pensar en ciertas
construcciones de la Física o la Química modernas como falsables,
ciencias que juegan con contextos operatorios límites difícilmente
constatables empíricamente.
Hay
que dejar claro que las teorías no se constituyen a partir de la
falsabilidad, simplemente es ésta un criterio para solucionar el
problema de la demarcación. La falsabilidad es criterio de
demarcación, no de sentido (Popper, 1934/1985: 40, nota 3).
¿Pueden
encontrarse en Popper características efectivamente constitutivas de
las teorías científicas?, sistemáticamente no, sólo da
pinceladas, pero vamos a señalar en este trabajo las siguientes:
1-
Proposicionalismo: las teorías están constituidas de enunciados y
de conexiones entre enunciados.
2-
Universalismo de los enunciados.
Las
dos características que acabamos de señalar son mantenidas sin
perjuicio de que se señale la imposibilidad de ver las leyes
científicas universales como verdades. Todo ello acaba desembocando
en la teoría popperiana de la ciencia en la postulación de un
tercer mundo en el que residen tanto las leyes como los desarrollos
de sus infinitas consecuencias lógicas – un mundo teriogenérico
aislado frente a otras realidades materiales, una abstracción
metafísica- (Popper, 1972/1988: 74).
En
la teoría de la ciencia de Popper, las teorías científicas no
solamente deberían tener forma universal coherente sino que también
sus proposiciones básicas deben versar sobre materia fisicalista. Lo
importante de la teoría de Popper es que la falsación tiene lugar
en el contexto de una cadena deductiva por medio de la cual, a partir
de proposiciones universales, deducimos enunciados básicos puesto
que, en este caso, la falsación nos llevará a quitar el enunciado
deducido y, modus tollens, a retirar la premisa, con lo que
quedará destruida la coherencia del sistema teórico. La
falsabilidad tiene significación en tanto repercute sobre la
consistencia del sistema y en la medida en que la falta de
consistencia puede hacerse equivalente a la carencia de información.
Podría afirmarse que una ley contiene tanta más información
cuantas más veces puede ser prohibida por las proposiciones básicas.
Pero
el problema sigue ahí: el sistema de Newton, tras ser reincorporado
al sistema de Einstein, puede seguir funcionando de forma autónoma,
sin perjuicio de que el teorema de adición de velocidades y la
concepción tridimensional del Universo con las que opera, hayan
quedado superadas por la Física relativista. Tal hecho evidencia que
a Popper le faltan instrumentos teóricos para poder enfrentarse a la
complejidad de la ciencia moderna, pero sigamos.
El
papel de la hipótesis, en Popper, es importantísimo, siendo sólo
desechables las hipótesis gratuitas, aquéllas que no son
concatenables con los contenidos ya integrados en el cuerpo de la
ciencia. Una hipótesis no especulativa es una hipótesis que forma
parte de una teoría, que se encuentra engranada con la teoría. Las
teorías serán entendidas como constructos formales que desempeñan
el papel de formas alternativas dispuestas para salvar los fenómenos.
Popper
discute la cuestión de la necesidad natural o física de las leyes
científicas, en relación con la universalidad de dichas leyes.
Popper distingue la necesidad natural y la necesidad lógica:
“Podemos
llamar lógicamente necesario a aquello que sea válido en cualquier
mundo concebible” y luego añade “aunque es concebible que la ley
de Newton de la inversa del cuadrado de la distancia sea una
verdadera ley de la naturaleza en algún mundo y que, en esa medida
sea naturalmente necesaria en él, es perfectamente concebible un
mundo en que no fuese válida” (Popper, 1934/1985: 400).
Por
lo tanto, la ley de Newton según la teoría de la ciencia de Popper
no es una ley lógicamente necesaria, aunque pueda ser una ley
natural para algún mundo posible.
La
teoría de Popper pone el lugar en el que puede constituirse la
verdad científica en el proceso formal de construcción de
conceptos, o de enunciados sistemáticos, característico de la
actividad científica. Utiliza una idea de verdad diferente, una idea
que se puede caracterizar como coherencia. Ahora bien, ¿es esta
concepción coherentista de la verdad científica una auténtica
noción de verdad o más bien se trata simplemente de un formalismo
vacío destinado simplemente a evitar contradicciones flagrantes? En
el momento en que los hechos quedan excluidos de la verdad científica
estamos reduciendo la ciencia a una fantasía bien elaborada, pero no
es en modo alguno una noción fuerte de verdad. La realidad es, a mi
juicio, que el teoreticismo popperiano renunció desde el primer
momento a la posibilidad de atribuir a la ciencia la capacidad de
establecer verdades. Popper, lo veremos a continuación, renuncia a
la verdad y la sustituye por la noción, mucho más débil, de la
corroboración.
Podría
considerarse como un antecedente de las posiciones popperianas el
formalismo que David Hilbert llevó a cabo en el terreno de la
matemática. Fueron los físicos relativistas quienes, apoyándose en
su propia práctica científica, defendieron muy pronto posiciones
formalistas. Eran los físicos (Eddington, Milne) a quienes Dingler
llamó “físicos aristotélicos”.
Voy
a dedicar las últimas líneas de este apartado a la corroboración
de las teorías.
“Decimos
que una teoría está “corroborada” mientras sale indemne de las
contrastaciones. La evaluación que afirma la corroboración (esto
es, la evaluación corroboradora) establece ciertas relaciones
fundamentales, a saber, la compatibilidad y la incompatibilidad.
Consideramos a esta última como equivalente a la falsación de la
teoría; pero la compatibilidad por sí sola no puede hacer que
atribuyamos un grado positivo de corroboración a aquélla.”
(Popper, 1934/1985: 248).
En
cuanto al grado de corroboración no depende tanto del número de los
enunciados corroboradores como de la calidad de éstos.
“[...]
lo que determina el grado de corroboración no es tanto el número de
casos corroboradotes como la dureza de las diversas
contrastaciones a las que puede someterse – o se ha sometido-
la hipótesis en cuestión. Pero dicha dureza depende, a su vez, del
grado de contrastabilidad, y, por tanto, de la sencillez de la
hipótesis: la que es falsable en un grado más alto –o sea, la
hipótesis más sencilla- es también la corroborable en grado más
elevado.” (Popper, 1934/1985: 249).
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La teoría de la verosimilitud
En
Conocimiento Objetivo (1972/1988: 291) Popper nos relata como
Tarski le explicó su teoría de la verdad. Gracias a Tarski se puede
considerar la verdad no como un concepto psicológico, sino como una
relación entre lo lingüístico y la cosa.
Tras
asimilar tal concepción de la verdad, Popper planteará la cuestión
de otro modo, a saber, en términos de verosimilitud. Ahora se
trataría de establecer criterios comparativos entre dos o más
teorías científicas falsables, criterios por los cales pudiera
establecerse no ya la verdad absoluta de alguna, pero sí la
verosimilitud o grado relativo de verdad que pudiera serle asignado a
una teoría científica dada. Ahora la verdad quedará relegada
frente a la noción de verosimilitud.
En
el siguiente apartado ahondaremos más en esta evolución en la
teoría popperiana de la ciencia.
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Una teoría del conocimiento evolutiva
El
concepto de verdad de Popper en esta última etapa está muy
determinado por la teoría de la evolución. Es en esta fase de su
pensamiento donde culmina una tendencia epistemológica fuerte:
Popper se aleja cada vez más de la teoría de la ciencia para acabar
haciendo epistemología.
A
continuación vamos a hacer una exposición de una conferencia del
autor: Hacia una teoría evolutiva del conocimiento publicada
en el libro Un mundo de Propensiones.
Popper
señala que la teoría del conocimiento debe situarse en el contexto
de la evolución biológica.
El
autor parte de una premisa: Los animales pueden conocer. Esta
proposición supone una auténtica revolución en la teoría del
conocimiento. Habrá quienes crean que decir tal cosa no es más que
una metáfora antropomórfica, pero no es así. Decir que los
animales pueden conocer es una homología (el conocimiento humano y
el conocimiento animal son homólogos) y la homología es una
categoría plenamente legítima en el contexto de la teoría
evolucionista.
Que
los animales puedan conocer no significa que sean conscientes de
ello. En los hombres pasa igual: los hombres no somos conscientes de
todo nuestro conocimiento. Una de las formas en que nuestro
conocimiento inconsciente puede darse es la de expectativas
inconscientes, expectativas de las que podemos llegar a
percatarnos, por ejemplo, cuando fracasan.
“Esto
me lleva a la siguiente formulación: cuando nos sorprendemos de
algún suceso, nuestra sorpresa habitualmente se debe a la
expectativa inconsciente de que iba a suceder algo distinto”
(Popper, 1992: 61).
Ahora
Popper nos presentará diecinueve conclusiones que se derivan de la
premisa inicial (“Los animales pueden conocer”):
1-
El conocimiento posee a menudo el carácter de expectativa.
2-
Las expectativas poseen una forma parecida a las conjeturas o a las
hipótesis puesto que son inciertas.
3-
La mayor parte del conocimiento, sea humano o animal, tiene el
carácter de conjetura, sobre todo el ordinario, relativo a nuestra
vida diaria.
4-
Gran parte de nuestro conocimiento llegará a ser objetivamente
verdadero, es el correspondiente a los hechos objetivos. Tal hecho es
el que posibilita la supervivencia como especie.
5-
Cabe distinguir nítidamente dos conceptos: la verdad de una
expectativa y su certeza. Ambos conceptos llevan dos ideas asociadas:
la idea de verdad y la idea de certeza. Un ejemplo de verdad con
certeza sería la verdad matemáticamente demostrable.
6-
La mayor parte de nuestro conocimiento tiene más de verdad que de
certeza, lo cual nos obliga a enfocar siempre nuestras hipótesis
críticamente, sometiéndolas a una contrastación seria para
desechar su falsedad.
7-
La verdad es verdad correspondencia, esto es, la objetividad de la
verdad viene dada por la correspondencia con los hechos.
8-
La certeza no es objetiva siempre. En la mayoría de los casos la
certeza se corresponde con un sentimiento de confianza en un
conocimiento insuficiente. En estos casos la certeza es un peligro.
Los hombres y los animales son falibles y es importante no perder
esta característica de vista. La ciencia debe aferrarse a los
hechos, a la verdad objetiva, y olvidarse de las modas científicas
[estamos asistiendo a una crítica del concepto de paradigma de Kuhn
y de la sociología de la ciencia]. He aquí lo que Popper dice
textualmente de las modas epistemológicas:
“Como
existe, debemos combatirla; primero en nosotros mismos y sólo
después, quizá, en los demás. Pues mantengo que la ciencia debe
afanarse en la verdad objetiva, en la verdad que depende sólo de los
hechos; en la verdad que se halla por encima de autoridad y arbitrio
humanos, y sin duda por encima de las modas científicas. Algunos
sociólogos no logran comprender que este objetivo es una posibilidad
a la que la ciencia (y, por ende, los científicos) deben aspirar.
Después de todo la ciencia ha aspirado a la verdad al menos
durante dos mil quinientos años.” (Popper, 1992: 65).
9-
En el sentido evolutivo estricto si animales y hombres pueden conocer
también pueden hacerlo las plantas y, en general, todos los
organismos.
10-
Las plantas poseen algo parecido a sensaciones y percepciones y
dichas sensaciones y percepciones generan en ellas respuestas. Además
poseen también algo parecido a órganos sensoriales.
11-
Plantas como el manzano son capaces de responder adecuadamente a los
sucesos y cambios a corto plazo del entorno, capacidad muy similar a
la capacidad animal de respuesta a percepciones a corto plazo, a
experiencias sensoriales.
12-
La distinción entre adaptación a condiciones ambientales
legaliformes a corto y a largo plazo es decisiva. El hecho de poder
responder a las condiciones a corto plazo es también un síntoma de
evolución a largo plazo generación tras generación.
13-
Un ejemplo de respuesta a corto plazo es la del animal que se percata
de la presencia de un depredador y huye. Para ello es fundamental la
vista, al igual que la agudeza visual para identificar al depredador
cuando todavía queda tiempo de emprender la huida.
14-
Todo este conocimiento del entorno forma parte de un conocimiento a
largo plazo adquirido en el proceso de evolución. Los sentidos no
servirían de nada sin el conocimiento de ciertas regularidades
legaliformes. El conocimiento inconsciente del ambiente a largo
plazo, por tanto, debe haber sido previo a la evolución de los
órganos sensoriales, pues aquel (el conocimiento del ambiente) es
precondición de su uso.
15-
El conocimiento no procede de los sentidos, como han pretendido
muchos filósofos, sino que para que los sentidos nos aporten
conocimiento debe haber conocimiento previo:
“Para
poder ver una cosa, hemos de saber lo que son las “cosas”: que
pueden ser localizadas en algún espacio, que unas son móviles y
otras no, que unas tienen importancia inmediata para nosotros y, por
tanto, son más prominentes y serán percibidas, mientras que otras,
menos importantes, jamás penetrarán nuestra conciencia: ni siquiera
tienen que ser percibidas inconscientemente, sino que pueden
simplemente no dejar huella alguna en nuestro aparato biológico”
(Popper, 1992: 69).
Nuestro
aparato biológico es altamente selectivo y para detectar lo
biológicamente relevante se sirve de la adaptación y de la
expectativa, disponiendo de un conocimiento previo de la situación y
de los elementos significativos de ésta. Dicho conocimiento previo
es resultado de la evolución por ensayo y error en situaciones que
constituyen los problemas a ser resueltos en la vida diaria.
16-
Es muy importante recalcar que el conocimiento a largo plazo siempre
precede al conocimiento a corto plazo u observacional. Además, ambos
tipos de conocimiento son hipotéticos: el conocimiento a largo plazo
puede ser sometido a revisión y el conocimiento a corto plazo puede
ser objeto de una mala interpretación.
17-
He aquí la proposición más general y decisiva:
“Toda
adaptación a regularidades ambientales e internas, a situaciones a
largo y a corto plazo, es un tipo de conocimiento, cuya gran
importancia podemos aprender con la biología evolutiva” (Popper,
1992: 71).
18-
Ya que la vida no puede sobrevivir sin adaptación, habrá que
concluir que el conocimiento es tan antiguo como la vida.
19-
El origen y la evolución del conocimiento coinciden con el origen y
la evolución de la vida en el planeta tierra, lo que convierte al
problema del conocimiento en un problema de cosmología.
Hasta
aquí las conclusiones que Popper extrae de la proposición: los
animales pueden conocer. Ahora va a referir todas estas indagaciones
a las tesis que mantuvo en su libro La lógica de la investigación
científica, del que hemos hablado ampliamente en el primer
apartado.
Ya
en dicho libro hablaba de su fascinación por el problema de la
cosmología e indicaba cómo el problema del conocimiento era parte
de aquel problema.
Al
parecer, en algún lugar de la tierra se dieron condiciones
favorables para la aparición de la vida. Las bacterias unicelulares
se extendieron por todo el planeta pero las zonas geográficas tenían
condiciones ambientales muy diversas con lo que la vida tuvo que
librar una dura batalla adaptativa (para Popper esta teoría es mucho
más factible que la teoría de la sopa primitiva).
La
vida es fundamentalmente un proceso químico, un complejo proceso de
oxidación química. Los organismos somos procesos metabólicos,
redes de procesos químicos, de vías químicas altamente activas
enlazadas por la energía. La red de vías químicas de una célula
puede retener y retiene, como parte de la red, vías arcaicas que se
fueron agregando como injertos unas a otras.
Popper
está situándose en acuerdo con las teorías de Florkin y
Wächtershäuser. Fruto de tales teorías, el método darwiniano de
ensayo y error aparece como un método de variación y adición de
vías químicas, siendo siempre la red de vías existente la que
determina qué nuevas variaciones y adiciones son posibles.
De
todo lo dicho se pueden extraer algunas lecciones con respecto a la
teoría del conocimiento. Todo
el conocimiento depende del organismo, de su estructura, de su estado
y de su actividad. El
99% aproximadamente del conocimiento de los organismos es innato y se
encuentra en nuestra constitución bioquímica. Todo nuestro
conocimiento es por lo tanto hipotético, es adaptación a un entorno
que desconocemos en gran parte. El método de adquisición de
conocimientos es el del ensayo y el error pero ocurre que muchas
veces no todos los errores son eliminados y persisten en la
evolución, de ahí lo falible de nuestro conocimiento. La adaptación
al entorno siempre es imperfecta.
Popper
nos presenta en esta conferencia a las teorías científicas como
homólogas a las expectativas y adaptaciones evolutivas.
“En
ciencia, las observaciones (o “datos”) pueden llevar al abandono
de una teoría científica y con ello inducir la condición de una
nueva teoría alternativa: un nuevo ensayo. Pero la nueva teoría es
pensamiento, invención, producto nuestro; muy raras veces es
concebida más que por unos pocos, si bien son muchos los que se
muestran de acuerdo en la refutación de la vieja teoría. Son esos
pocos los que ven el nuevo problema. Ver un nuevo problema
bien puede ser el paso más arduo en la creación de una nueva
teoría” (Popper, 1992: 87).
Popper
está mostrándonos la ciencia como un proceso evolutivo en el que
las teorías serían análogas a organismos que se van seleccionando
según su peor o mejor adaptación al medio. La ciencia debería
guiarse, pues, por dos valores: los de la autocrítica y la verdad.
El lenguaje posibilita la consideración crítica de las teorías,
consideración tras la cual podemos ajustar dichas teorías para que
se acerquen cada vez más a la verdad, a la correspondencia con los
hechos. El lenguaje es un gran logro evolutivo porque nos permite
disponer de un método de autocrítica posibilitando así que
aprendamos de nuestros errores, gran ventaja si tenemos en cuenta que
para la mayoría de los animales un error significa la muerte.
Se
pueden observar muchos cambios teóricos en el nuevo giro emprendido
por Popper. Para empezar, adoptará la noción tarskiana de la verdad
como correspondencia, si bien a un nivel epistemológico, ya que a
nivel estrictamente científico la verdad sigue siendo sólo una
lejana aspiración en el horizonte de la ciencia. La conferencia
expuesta tiene por supuesto un indudable interés filosófico y hace
pensar que Popper por fin encontró el terreno en el que se sentía
más cómodo: el de la epistemología.
Popper, K. (1934/1985), La
lógica de la Investigación Científica, traducción española
de Víctor Sánchez de Zabala, Madrid, Editorial Tecnos.
Popper, K. (1972/1988),
Conocimiento objetivo, traducción española de Carlos Solís
Santos, Madrid, Tecnos.
Popper, K. (1963/1991),
Conjeturas y refutaciones, traducción española de Néstor
Mínguez, Barcelona, Paidós.
Popper, K. (1992), Un
mundo de propensiones, traducción española de José Miguel
Esteban Cloquell, Madrid, Tecnos.