A mi parecer, el teatro nació en Grecia con una innegable vocación política. Es Pisístrato quien establece la institución de la tragedia en el siglo VI a. n. E. y lo hace a la vez que instituye las fiestas en honor de Dioniso, dando importancia a los cultos campesinos frente a otros de naturaleza aristocrática. Esta politización del teatro, tanto trágico como cómico, ha dejado su impronta en tradiciones posteriores. Para empezar el teatro posee como ningún otro género literario, acaso la épica sea otro ejemplo, una esencial dimensión pública. El teatro es literatura hecha para ser representada, una literatura que puede llegar a todos, independientemente de su analfabetismo (en Grecia prácticamente nadie podía leer pero cualquier ciudadano podía acudir a los teatros). Este hecho convertía al teatro en un perfecto candidato a “educador del pueblo”, como efectivamente lo fue en la Antigua Grecia para disgusto de Platón. Es cierto que autores como Menandro rompieron con esta tradición política y volvieron su mirada al mundo doméstico que la literatura griega había dejado de lado (aunque es cierto que autores como Homero nos mostraron pinceladas de ese mundo en “Odisea”), inaugurando así una perspectiva que triunfará tanto en el mundo helenístico como en Roma. En pocas palabras, la comedia se despolitizó.
Me he remitido a Grecia porque creo que si deseamos entender las relaciones entre el teatro y la política, la referencia a estos orígenes literarios es fundamental. ¿En qué sentido puede decirse que el teatro griego era un teatro político? Si uno lee con detenimiento las tragedias de Esquilo, Sófocles y Eurípides, es fácil descartar algunas opciones:
- El teatro no es político por su inclinación: nada tienen que ver las Ideas defendidas por cada uno de los tres grandes trágicos.
- Tampoco se debe la politización del teatro a las referencias explícitas políticas y contemporáneas: los tres grandes trágicos enmarcan sus obras en el mundo mítico de los héroes pre-democráticos.
- No se debe tampoco la politización a los personajes. No son ciudadanos de la pólis, son reyes míticos, magas legendarias, etc.
Antes de continuar es fundamental adentrarnos en una cuestión difícil: ¿qué es la política? Si respondemos a esta pregunta podremos enfrentarnos mejor a la cuestión propuesta. A mi entender, la política no es ni una Idea ni un concepto, sino que consiste más bien en un haz de Ideas. La política es una symploké. Esa symploké implica diferentes ideas que irán variando según las épocas, pero fundamentalmente podríamos señalar las siguientes: ética, moral, derecho, libertad, religión, ciudadanía, guerra, ejército. Que el teatro sea político significa que articulará sus argumentos en torno a las ideas explicitadas.
En la tragedia griega (y, a mi entender, en todo el género trágico), la symploké (red de conceptos y de ideas que en su entretejimiento conforma una parcela acotable de la realidad) política es el eje articulador de la fábula. Los protagonistas son héroes, pero héroes insertos en la symploké política que definía la Atenas democrática del siglo V a. n. E., ésta es la revolución frente al tratamiento homérico de los mismos personajes, la diferencia que va de la literatura aristocrática a la democrática. He aquí la naturaleza política y crítica de la tragedia griega.
Definida la política ya podemos adentrarnos más en la caracterización del teatro político, ¿qué es lo que diferencia a un teatro político de un mero panfleto? A mi juicio, la diferencia entre el teatro político y teatro político panfletario habría que cifrarla en el reflejo de la symploké aludida. La symploké implica la existencia de conflictos dialécticos entre las ideas que la conforman, cuando la dialéctica es eliminada, el panfleto se abre camino. Por ejemplo, todo teatro que pretenda mostrar la absurdez de la guerra como fenómeno humano estará cayendo en un pacifismo demagógico y acrítico al pretender que la guerra puede ser eliminada de la symploké política: mutila la symploké y elimina la dialéctica. Esto es un panfleto. La guerra es un fenómeno socio-político desde los estadios más primitivos de la humanidad, ignorar esto es hacer planteamientos de política-ficción. Homero, Esquilo, Sófocles, Eurípides, todos estos autores trataron de las crueldades y de las injusticias que traen consigo las guerras, y lo hicieron dialécticamente, ya que sabían que la guerra es una dura necesidad. No hay autor más épico que Homero y ninguno como él supo pintar lo crudo y lo atroz del combate. No hay autor que estuviera más orgulloso de ser militar que Esquilo, pero también él supo denunciar como nadie, léase su “Agamenón”, los excesos que en las guerras se producen por parte del vencedor. Si Esquilo hubiera sido un pacifista, nada hubiéramos aprendido en sus obras acerca del mundo griego porque la symploké política incluye en su seno la guerra y ésta ha de ser objeto de un tratamiento dialéctico en relación con las restantes ideas. Hablar de la guerra en abstracto no lleva a nada. La guerra, como fenómeno político, es muy complejo: involucra a la economía, a la definición de la ciudadanía, a la definición de los derechos políticos, etc. Quien hable de la guerra
exclusiva y únicamente en términos de homicidio, sencillamente no sabe de qué está hablando. Esto no significa que todas las guerras sean legítimas ni mucho menos (de todos modos, por desgracia, aún queda mucho para poder introducir cuestiones de legitimidad en las relaciones entre Estados), pero sí significa que quien deslegitime el fenómeno de la guerra desde tesis pacifistas irreales y acríticas no estará aportando ninguna reflexión seria ni útil.
El teatro político, a mi entender, ha de ser dialéctico, independientemente de las ideas que el autor pretenda extraer (tan política es la reacción anti-democrática de Sófocles como el fervor estatal de Esquilo o Eurípides). Toda consideración política que deje de lado la realidad dialéctica de su symploké nada tiene que enseñarnos ni que aportar. Por último, quisiera decir que la idea de “compromiso” no implica nada, salvo lealtad. Existen compromisos de todo tipo. La estética de Heidegger era una estética comprometida con el Nazismo. Toda realización humana es una construcción comprometida con determinados intereses. La idea de compromiso es una idea vacía si no se especifica a qué intereses refiere. Hablar de teatro comprometido es no decir nada, por mucho que sea el éxito del que goza tal expresión.
Datos personales
- Dr Violeta Varela Álvarez
- London, United Kingdom
- Investigadora en el Instituto de Estudios Medievales y Renacentistas de la Universidad de Salamanca y en el Centro de Estudios Clásicos y Humanísticos de la Universidad de Coimbra. Doctora en filosofía por la Universidad de Salamanca (Febrero de 2008). Autora de cinco libros: "Una revolución hacia la nada" (2012), "Don Quijote de la Mancha: literatura, filosofía y política" (2012) "Destino y Libertad en la tragedia griega" (2008), "Contra la teoría literaria feminista" (2007) y "El mito de Prometeo en Hesíodo, Esquilo y Platón: tres imágenes de la Grecia antigua" (2006). Ha publicado varios trabajos en revistas académicas sobre asuntos de literatura, filosofía y teoría literaria. En su carrera investigadora ha trabajado y estudiado en las universidades de Oviedo, Salamanca y Oxford. Fundamentalmente se ha especializado en la identificación y el análisis de las Ideas filosóficas presentes en la obra de numerosos clásicos de la literatura universal, con especial atención a la literatura de la antigüedad greco-latina y la literatura española.
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- "El mito de Prometeo en Hesíodo, Esquilo y Platón: tres imágenes de la Grecia Antigua" (2006)
- "Contra la teoría literaria feminista" (2007)
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No es que esto sea Ítaca, pero verás que es agradable
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Si amas la literatura y adoras la filosofía, éste puede ser un buen lugar para atracar mientras navegas por la red.
Aquí encontrarás acercamientos críticos de naturaleza filosófica a autores clásicos, ya sean antiguos, modernos o contemporáneos; críticas apasionadas de las corrientes más "totales" del momento: desde la moda de los estudios culturales hasta los intocables estudios "de género" o feministas; investigaciones estrictamente filosóficas sobre diversas Ideas fundamentales y muchas cosas más. Puede que hasta os echéis unas risas, cortesía de algún autor posmoderno.
Ante todo, encontraréis coherencia, pasión, sinceridad y honestidad, antes que corrección política, retóricas complacientes y cinismos e hipocresías de toda clase y condición, pero siempre muy bien disimuladas.
También tenemos la ventaja de que, como el "mercado" suele pasar de estos temas, nos vengamos de él hablando de algunos autores con los que se equivocó, muchísimos, ya que, en su momento, conocieron el fracaso literario o filosófico y el rechazo social en toda su crudeza; y lo conocieron, entre otras cosas, porque fueron autores muy valientes (son los que más merecen la pena). Se merecen, en consecuencia, el homenaje de ser rehabilitados en todo lo que tuvieron de transgresor, algo que, sorprendentemente, en la mayoría de los casos, sigue vigente en la actualidad.
En definitiva, lo que se ofrece aquí es el sitio de alguien que vive para la filosofía y la literatura (aunque, sobre todo en el caso de la filosofía, se haga realmente duro el vivir de ellas) y que desea tratar de ellas con respeto y rigor, pero sin perder la gracia, porque creo que se lo debemos, y si hay algo que una ha aprendido de los griegos es, sin duda, que se debe ser siempre agradecido.
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