A continuación, y como colofón, reproduzco las notas que acompañaban al presente artículo en su primera publicación.
Notas
{1} Wilson, Sociobiología: la nueva síntesis.
{2} Dawkins, El Gen Egoísta.
{3} También en Ardrey, La evolución del hombre: la hipótesis del cazador.
{4} El mismo Ardrey reconoce en el libro antes citado que si bien el cerebro del Neanderthal era mayor que el de nuestros antepasados directos, se extinguió al poseer nosotros una inteligencia grupal mayor que nos servía más que servía al Neanderthal su mayor capacidad craneal individual.
{5} Nadie sostiene hoy en biología que el genotipo determine irremediablemente el fenotipo, sobre todo a raíz de descubrimientos en que se sabe que características fenotípicas como el sexo, por ejemplo, dependen de la temperatura ambiente en los reptiles, así como otras características como el tipo de reproducción, o incluso la especie (se han observado cambios de estructura de ameba a estructura flagelada). Gilbert, Biología del desarrollo.
Datos personales
- Dr Violeta Varela Álvarez
- London, United Kingdom
- Investigadora en el Instituto de Estudios Medievales y Renacentistas de la Universidad de Salamanca y en el Centro de Estudios Clásicos y Humanísticos de la Universidad de Coimbra. Doctora en filosofía por la Universidad de Salamanca (Febrero de 2008). Autora de cinco libros: "Una revolución hacia la nada" (2012), "Don Quijote de la Mancha: literatura, filosofía y política" (2012) "Destino y Libertad en la tragedia griega" (2008), "Contra la teoría literaria feminista" (2007) y "El mito de Prometeo en Hesíodo, Esquilo y Platón: tres imágenes de la Grecia antigua" (2006). Ha publicado varios trabajos en revistas académicas sobre asuntos de literatura, filosofía y teoría literaria. En su carrera investigadora ha trabajado y estudiado en las universidades de Oviedo, Salamanca y Oxford. Fundamentalmente se ha especializado en la identificación y el análisis de las Ideas filosóficas presentes en la obra de numerosos clásicos de la literatura universal, con especial atención a la literatura de la antigüedad greco-latina y la literatura española.
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- "El mito de Prometeo en Hesíodo, Esquilo y Platón: tres imágenes de la Grecia Antigua" (2006)
- "Contra la teoría literaria feminista" (2007)
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No es que esto sea Ítaca, pero verás que es agradable
No es que esto sea Ítaca, pero verás que es agradable
Si amas la literatura y adoras la filosofía, éste puede ser un buen lugar para atracar mientras navegas por la red.
Aquí encontrarás acercamientos críticos de naturaleza filosófica a autores clásicos, ya sean antiguos, modernos o contemporáneos; críticas apasionadas de las corrientes más "totales" del momento: desde la moda de los estudios culturales hasta los intocables estudios "de género" o feministas; investigaciones estrictamente filosóficas sobre diversas Ideas fundamentales y muchas cosas más. Puede que hasta os echéis unas risas, cortesía de algún autor posmoderno.
Ante todo, encontraréis coherencia, pasión, sinceridad y honestidad, antes que corrección política, retóricas complacientes y cinismos e hipocresías de toda clase y condición, pero siempre muy bien disimuladas.
También tenemos la ventaja de que, como el "mercado" suele pasar de estos temas, nos vengamos de él hablando de algunos autores con los que se equivocó, muchísimos, ya que, en su momento, conocieron el fracaso literario o filosófico y el rechazo social en toda su crudeza; y lo conocieron, entre otras cosas, porque fueron autores muy valientes (son los que más merecen la pena). Se merecen, en consecuencia, el homenaje de ser rehabilitados en todo lo que tuvieron de transgresor, algo que, sorprendentemente, en la mayoría de los casos, sigue vigente en la actualidad.
En definitiva, lo que se ofrece aquí es el sitio de alguien que vive para la filosofía y la literatura (aunque, sobre todo en el caso de la filosofía, se haga realmente duro el vivir de ellas) y que desea tratar de ellas con respeto y rigor, pero sin perder la gracia, porque creo que se lo debemos, y si hay algo que una ha aprendido de los griegos es, sin duda, que se debe ser siempre agradecido.
Si amas la literatura y adoras la filosofía, éste puede ser un buen lugar para atracar mientras navegas por la red.
Aquí encontrarás acercamientos críticos de naturaleza filosófica a autores clásicos, ya sean antiguos, modernos o contemporáneos; críticas apasionadas de las corrientes más "totales" del momento: desde la moda de los estudios culturales hasta los intocables estudios "de género" o feministas; investigaciones estrictamente filosóficas sobre diversas Ideas fundamentales y muchas cosas más. Puede que hasta os echéis unas risas, cortesía de algún autor posmoderno.
Ante todo, encontraréis coherencia, pasión, sinceridad y honestidad, antes que corrección política, retóricas complacientes y cinismos e hipocresías de toda clase y condición, pero siempre muy bien disimuladas.
También tenemos la ventaja de que, como el "mercado" suele pasar de estos temas, nos vengamos de él hablando de algunos autores con los que se equivocó, muchísimos, ya que, en su momento, conocieron el fracaso literario o filosófico y el rechazo social en toda su crudeza; y lo conocieron, entre otras cosas, porque fueron autores muy valientes (son los que más merecen la pena). Se merecen, en consecuencia, el homenaje de ser rehabilitados en todo lo que tuvieron de transgresor, algo que, sorprendentemente, en la mayoría de los casos, sigue vigente en la actualidad.
En definitiva, lo que se ofrece aquí es el sitio de alguien que vive para la filosofía y la literatura (aunque, sobre todo en el caso de la filosofía, se haga realmente duro el vivir de ellas) y que desea tratar de ellas con respeto y rigor, pero sin perder la gracia, porque creo que se lo debemos, y si hay algo que una ha aprendido de los griegos es, sin duda, que se debe ser siempre agradecido.
lunes, 16 de agosto de 2010
Sociobiología VII
La nueva biología contra la vieja ideología
Son muchas las voces que se han alzado contra la sociobiología. Aquí vamos a exponer las tesis de los más representativos oponentes, pero antes vamos a presentar el análisis que del tema hace E. Sober cuya postura ante el fenómeno de la Sociobiología bien podría clasificarse de intermedia.
Para Sober lo que diferencia a la Sociobiología de sus predecesores es el uso del vocabulario de la actual teoría de la evolución. La sociobiología es fuertemente adaptacionista a nivel de individuos y su problema fundamental y característico es el de la explicación de la evolución del altruismo.
Lo que habría que clarificar muy bien para este autor es de qué hecho conductual estamos discutiendo realmente. Es cierto que el hombre procede de la evolución, pero de ahí no se sigue que la biología o la física puedan decirnos algo interesante acerca del comportamiento humano.
Para Sober no hay nada que apoye o invalide la sociobiología como conjunto, sino que habría que examinar cada afirmación de la sociobiología en particular y exhaustivamente. A continuación el autor se fijará en ciertos puntos relevantes en el debate sociobiológico.
La cuestión del Determinismo Biológico. No es cierto, según Sober, que la sociobiología defienda la tesis de que cada rasgo fenotípico esté determinado por un gen. Genes y medioambiente interactúan juntos, ¿cómo decidir entonces cuál es más determinante en el desarrollo ontogenético?
El estudio debe hacerse con respecto a una población. La idea estadística básica para esta investigación es la de análisis de varianza. Basándonos en esto, cuando se dice que un gen (o complejo de genes) para un fenotipo en una población determinada es que la variación de ese fenotipo tiene un efecto principal genético. «Decir que los genes influyen en un determinado fenotipo no significa que el medio carezca de influencia.» Además el hecho de que un rasgo deba ser heredable mientras está evolucionando no significa que deba seguir siéndolo una vez acabada su evolución.
No es un compromiso inevitable de la sociobiología, en este trabajo discrepamos de esta afirmación de Sober, el que toda variación ínter específica deba explicarse en términos genéticos. Para el autor, quienes atribuyen una función ideológica a la sociobiología están haciendo una afirmación acerca del porqué persiste esa clase de ideas. En su opinión no hay pruebas para hacer tales afirmaciones. Para saber si la sociobiología sirve a fines ideológicos habría que examinar el tema, una vez más, punto por punto.
A continuación vamos a exponer otras críticas que algunos autores han hecho desde el campo mismo de la biología y que se diferencian de la primera por su clara militancia en contra de la sociobiología.
Si la gente es genéticamente tan similar y si todas las tentativas anteriores de elaborar una explicación biológica de los hechos humanos no han reflejado la naturaleza, sino los prejuicios culturales, ¿entonces la biología no tiene nada que aportar al conocimiento de nosotros mismos? Somos parte indisociable de la naturaleza, lo que no niega el carácter único del hombre. Éste reside esencialmente en nuestro cerebro. Se expresa en la cultura construida sobre nuestra inteligencia y en el poder que nos da para manipular el mundo. Las sociedades humanas cambian por evolución cultural, y no como resultado de alteraciones biológicas. No tenemos pruebas de cambios biológicos en cuanto a la capacidad o estructura de nuestro cerebro desde que el homo sapiens apareció en los registros fósiles, hace unos cincuenta mil años. La evolución biológica continuó en nuestra especie, pero su ritmo, comparado con el de la evolución cultural, es tan desmesuradamente lento que su influencia sobre la historia del Homo sapiens ha sido muy pequeña.
La sociobiología comienza con una moderna lectura de la selección natural: el éxito reproductivo diferencial de los individuos.
Los sociobiólogos examinan luego nuestra conducta aplicando este criterio. La sociobiología es una teoría del origen y la conservación de conductas adaptativas específicas por selección natural; estas conductas deben tener, por tanto, una base genética, porque la selección natural no puede funcionar si no hay variación génica. Los sociobiólogos han intentado descubrir los fundamentos adaptativos y genéticos de la agresividad, el odio, la xenofobia, el conformismo, la homosexualidad, y, quizá también, el ascenso social.
Gould considera que hay un término medio entre la tesis de que la biología no nos enseña nada acerca del hombre y la teoría determinista de que la selección natural programa genéticamente los comportamientos específicos. Para él, la biología puede contribuir en dos aspectos fundamentales:
1. Gran parte de la conducta humana es adaptativa pero no es éste un argumento ni apropiado ni bueno a favor de la influencia genética. Aunque una conducta adaptativa no sea genética, la analogía biológica podría ser útil para interpretar su significado.
2. Potencialidad biológica contra determinismo biológico. Los seres humanos somos animales y, en cierto sentido, todo lo que hacemos está regido por nuestra biología. Algunas exigencias biológicas están hasta tal punto integradas en nuestro ser que rara vez las reconocemos. Muchísimas características son resultado de nuestra constitución genética, y todas ejercen enorme influencia sobre la naturaleza y la sociedad humanas. Esto jamás ha provocado controversia. Los temas controvertidos son conductas específicas que nos angustian y deseamos cambiar.
La polémica entre los sociobiólogos y sus críticos es una polémica acerca de la amplitud de la gama de variación posible. Según los sociobiólogos la gama es suficientemente restringida para que sea posible predecir la programación de un comportamiento específico a partir de la presencia de ciertos genes. Los críticos responden que la gama de variación de estos factores genéticos es suficientemente amplia para incluir todas las conductas que los sociobiólogos atomizan en distintos caracteres codificados. Además, los defensores de las gamas amplias o estrechas apoyan dos teorías cualitativamente distintas acerca de la naturaleza biológica de la conducta humana.
Si las gamas son estrechas, entonces los genes codifican caracteres específicos y la selección natural puede crear y mantener, por separado, elementos individuales de conducta. Si las gamas son amplias, entonces la selección puede establecer algunas normas profundamente arraigadas, pero las conductas específicas son epifenómenos de estas normas, y no objetos de estudio darviniano propiamente dichos.
Para Lewontin, Rose y Kamin la relación entre el gen, el medio ambiente, el organismo y la sociedad es de tal modo compleja, que el simple argumento reduccionista no ha logrado abarcarla.
Los deterministas biológicos acusan a sus críticos de mantener un determinismo cultural. Para Lewontin, Rose y Kamin el contraste entre los determinismos biológico y cultural es una manifestación de la controversia naturaleza-crianza que ha tenido lugar en la biología, la psicología y la sociología desde principios del siglo XIX. Ellos rechazan esta dicotomía. No es posible encontrar ningún comportamiento social humano significativo estructurado en nuestros genes de tal manera que no pueda ser modificado y moldeado por el condicionamiento social. Tampoco los seres humanos nacen como tabulae rasae, siendo simples reflejos de las circunstancias sociales. La vida social humana y la biología humana están, evidentemente, relacionadas. Ni los deterministas biológicos ni los culturales desean excluir por completo la significación del otro. Wilson, Barash, Dawkins... consienten que, si así lo deseamos, podemos superar nuestras limitaciones genéticas y crear diferentes tipos de sociedades, aunque a riesgo propio.
Una salida es el Interaccionismo: lo que es el organismo en cada momento de su historia depende tanto de los genes que lleva en sus células como del entorno en que tiene lugar el desarrollo.
El concepto básico para entender la relación entre el gen, el ambiente y el organismo es la norma de reacción. La norma de reacción de un genotipo es el conjunto de fenotipos que se manifestarán cuando el genotipo se desarrolle en diferentes entornos alternativos. Puede ser representada por un gráfico que muestre cómo una característica del organismo varía en función de su experiencia ambiental. Cada genotipo diferente está caracterizado por su propia norma de reacción, y no hay ninguna relación simple entre estas normas.
Mario Bunge nos dice que los sociobiólogos intentan reducir las ciencias sociales a la biología, pero para él han fracasado en su intento ya que no son capaces de explicar ni las invenciones sociales (empresa, universidad, club deportivo), ni la amplia variedad de órdenes sociales. Tampoco podrían explicar las revoluciones sociales (agricultura, Estado, Revolución industrial, cultura de masas, democracia, abolición de la esclavitud, reforma agraria, revolución de la información, &c.). Después de todo, ninguno de estos procesos puede rastrearse hasta un cambio en el genoma.
Ahora, si se nos permite, vamos a añadir alguna crítica de naturaleza filosófica. Lo primero que queremos hacer notar en este sentido es que la sociobiología se nos aparece muy sospechosa desde el punto de vista filosófico, por su amplitud. Se nos presenta como una teoría omnicomprensiva: pretende explicarlo todo, pero como ya sabemos desde Platón, si todo estuviera relacionado con todo no podríamos conocer nada. Pretende, y según ella puede, explicarlo todo. Creemos que es análoga a lo que el psicoanálisis intentó en el terreno de las neurosis en el campo de la psicología. Sostenemos que sociobiología y psicoanálisis están muy relacionadas no ya sólo por lo que acabamos de decir, sino porque ambas tienen un gran atractivo para el público no científico, en el que nos incluimos.
Otra reflexión que se nos viene a la cabeza es que en realidad, puesto que el contenido del genoma todavía no es de conocimiento público, puede que, finjamos la hipótesis, en cierto modo y rastreando mucho, cada rasgo cultural y conductual del hombre tenga una causa biológica, pero creo que esto al final pasa con todo. Un ejemplo, para que se entienda: ¿Qué es la Sinfonía nº 40 de Mozart? Biología, por supuesto, porque es un hecho puramente biológico el que sus padres le engendraran. Además, si no fuera por el bipedismo, no podría tener las manos libres para tocar el piano, y, por último, si su configuración genética no fuera correcta no podría comprender las relaciones matemáticas que se necesitan para el solfeo, &c., &c. Lo que queremos decir con esto es que efectivamente si empezamos a rastrear en la cadena causal puede que todo nos lleve a un gen (en este punto estamos concediendo mucho terreno a la sociobiología ya que en un sistema se pueden distinguir entre propiedades emergentes -no se siguen de la estructura del sistema-, y resultantes -sí se siguen-, pero continuemos adelante con nuestra reducción al absurdo), pero creemos que las causas de un fenómeno son múltiples, y algunas pueden ser discriminadas a favor de las que se juzguen más relevantes para que el vigor explicativo quede intacto.
Hemos intentado en este trabajo exponer las principales tesis de la sociobiología, así como las tesis de sus principales críticos. Como conclusión, creemos que lo más coherente sería defender un interaccionismo entre genes y ambiente sin quitar autonomía a las ciencias sociales y reconociendo que la ayuda de la biología es fundamental para explicar el comportamiento humano, pero no tanto como para entender un fenómeno tan complejo como lo son los sistemas sociales.
Son muchas las voces que se han alzado contra la sociobiología. Aquí vamos a exponer las tesis de los más representativos oponentes, pero antes vamos a presentar el análisis que del tema hace E. Sober cuya postura ante el fenómeno de la Sociobiología bien podría clasificarse de intermedia.
Para Sober lo que diferencia a la Sociobiología de sus predecesores es el uso del vocabulario de la actual teoría de la evolución. La sociobiología es fuertemente adaptacionista a nivel de individuos y su problema fundamental y característico es el de la explicación de la evolución del altruismo.
Lo que habría que clarificar muy bien para este autor es de qué hecho conductual estamos discutiendo realmente. Es cierto que el hombre procede de la evolución, pero de ahí no se sigue que la biología o la física puedan decirnos algo interesante acerca del comportamiento humano.
Para Sober no hay nada que apoye o invalide la sociobiología como conjunto, sino que habría que examinar cada afirmación de la sociobiología en particular y exhaustivamente. A continuación el autor se fijará en ciertos puntos relevantes en el debate sociobiológico.
La cuestión del Determinismo Biológico. No es cierto, según Sober, que la sociobiología defienda la tesis de que cada rasgo fenotípico esté determinado por un gen. Genes y medioambiente interactúan juntos, ¿cómo decidir entonces cuál es más determinante en el desarrollo ontogenético?
El estudio debe hacerse con respecto a una población. La idea estadística básica para esta investigación es la de análisis de varianza. Basándonos en esto, cuando se dice que un gen (o complejo de genes) para un fenotipo en una población determinada es que la variación de ese fenotipo tiene un efecto principal genético. «Decir que los genes influyen en un determinado fenotipo no significa que el medio carezca de influencia.» Además el hecho de que un rasgo deba ser heredable mientras está evolucionando no significa que deba seguir siéndolo una vez acabada su evolución.
No es un compromiso inevitable de la sociobiología, en este trabajo discrepamos de esta afirmación de Sober, el que toda variación ínter específica deba explicarse en términos genéticos. Para el autor, quienes atribuyen una función ideológica a la sociobiología están haciendo una afirmación acerca del porqué persiste esa clase de ideas. En su opinión no hay pruebas para hacer tales afirmaciones. Para saber si la sociobiología sirve a fines ideológicos habría que examinar el tema, una vez más, punto por punto.
A continuación vamos a exponer otras críticas que algunos autores han hecho desde el campo mismo de la biología y que se diferencian de la primera por su clara militancia en contra de la sociobiología.
Si la gente es genéticamente tan similar y si todas las tentativas anteriores de elaborar una explicación biológica de los hechos humanos no han reflejado la naturaleza, sino los prejuicios culturales, ¿entonces la biología no tiene nada que aportar al conocimiento de nosotros mismos? Somos parte indisociable de la naturaleza, lo que no niega el carácter único del hombre. Éste reside esencialmente en nuestro cerebro. Se expresa en la cultura construida sobre nuestra inteligencia y en el poder que nos da para manipular el mundo. Las sociedades humanas cambian por evolución cultural, y no como resultado de alteraciones biológicas. No tenemos pruebas de cambios biológicos en cuanto a la capacidad o estructura de nuestro cerebro desde que el homo sapiens apareció en los registros fósiles, hace unos cincuenta mil años. La evolución biológica continuó en nuestra especie, pero su ritmo, comparado con el de la evolución cultural, es tan desmesuradamente lento que su influencia sobre la historia del Homo sapiens ha sido muy pequeña.
La sociobiología comienza con una moderna lectura de la selección natural: el éxito reproductivo diferencial de los individuos.
Los sociobiólogos examinan luego nuestra conducta aplicando este criterio. La sociobiología es una teoría del origen y la conservación de conductas adaptativas específicas por selección natural; estas conductas deben tener, por tanto, una base genética, porque la selección natural no puede funcionar si no hay variación génica. Los sociobiólogos han intentado descubrir los fundamentos adaptativos y genéticos de la agresividad, el odio, la xenofobia, el conformismo, la homosexualidad, y, quizá también, el ascenso social.
Gould considera que hay un término medio entre la tesis de que la biología no nos enseña nada acerca del hombre y la teoría determinista de que la selección natural programa genéticamente los comportamientos específicos. Para él, la biología puede contribuir en dos aspectos fundamentales:
1. Gran parte de la conducta humana es adaptativa pero no es éste un argumento ni apropiado ni bueno a favor de la influencia genética. Aunque una conducta adaptativa no sea genética, la analogía biológica podría ser útil para interpretar su significado.
2. Potencialidad biológica contra determinismo biológico. Los seres humanos somos animales y, en cierto sentido, todo lo que hacemos está regido por nuestra biología. Algunas exigencias biológicas están hasta tal punto integradas en nuestro ser que rara vez las reconocemos. Muchísimas características son resultado de nuestra constitución genética, y todas ejercen enorme influencia sobre la naturaleza y la sociedad humanas. Esto jamás ha provocado controversia. Los temas controvertidos son conductas específicas que nos angustian y deseamos cambiar.
La polémica entre los sociobiólogos y sus críticos es una polémica acerca de la amplitud de la gama de variación posible. Según los sociobiólogos la gama es suficientemente restringida para que sea posible predecir la programación de un comportamiento específico a partir de la presencia de ciertos genes. Los críticos responden que la gama de variación de estos factores genéticos es suficientemente amplia para incluir todas las conductas que los sociobiólogos atomizan en distintos caracteres codificados. Además, los defensores de las gamas amplias o estrechas apoyan dos teorías cualitativamente distintas acerca de la naturaleza biológica de la conducta humana.
Si las gamas son estrechas, entonces los genes codifican caracteres específicos y la selección natural puede crear y mantener, por separado, elementos individuales de conducta. Si las gamas son amplias, entonces la selección puede establecer algunas normas profundamente arraigadas, pero las conductas específicas son epifenómenos de estas normas, y no objetos de estudio darviniano propiamente dichos.
Para Lewontin, Rose y Kamin la relación entre el gen, el medio ambiente, el organismo y la sociedad es de tal modo compleja, que el simple argumento reduccionista no ha logrado abarcarla.
Los deterministas biológicos acusan a sus críticos de mantener un determinismo cultural. Para Lewontin, Rose y Kamin el contraste entre los determinismos biológico y cultural es una manifestación de la controversia naturaleza-crianza que ha tenido lugar en la biología, la psicología y la sociología desde principios del siglo XIX. Ellos rechazan esta dicotomía. No es posible encontrar ningún comportamiento social humano significativo estructurado en nuestros genes de tal manera que no pueda ser modificado y moldeado por el condicionamiento social. Tampoco los seres humanos nacen como tabulae rasae, siendo simples reflejos de las circunstancias sociales. La vida social humana y la biología humana están, evidentemente, relacionadas. Ni los deterministas biológicos ni los culturales desean excluir por completo la significación del otro. Wilson, Barash, Dawkins... consienten que, si así lo deseamos, podemos superar nuestras limitaciones genéticas y crear diferentes tipos de sociedades, aunque a riesgo propio.
Una salida es el Interaccionismo: lo que es el organismo en cada momento de su historia depende tanto de los genes que lleva en sus células como del entorno en que tiene lugar el desarrollo.
El concepto básico para entender la relación entre el gen, el ambiente y el organismo es la norma de reacción. La norma de reacción de un genotipo es el conjunto de fenotipos que se manifestarán cuando el genotipo se desarrolle en diferentes entornos alternativos. Puede ser representada por un gráfico que muestre cómo una característica del organismo varía en función de su experiencia ambiental. Cada genotipo diferente está caracterizado por su propia norma de reacción, y no hay ninguna relación simple entre estas normas.
Mario Bunge nos dice que los sociobiólogos intentan reducir las ciencias sociales a la biología, pero para él han fracasado en su intento ya que no son capaces de explicar ni las invenciones sociales (empresa, universidad, club deportivo), ni la amplia variedad de órdenes sociales. Tampoco podrían explicar las revoluciones sociales (agricultura, Estado, Revolución industrial, cultura de masas, democracia, abolición de la esclavitud, reforma agraria, revolución de la información, &c.). Después de todo, ninguno de estos procesos puede rastrearse hasta un cambio en el genoma.
Ahora, si se nos permite, vamos a añadir alguna crítica de naturaleza filosófica. Lo primero que queremos hacer notar en este sentido es que la sociobiología se nos aparece muy sospechosa desde el punto de vista filosófico, por su amplitud. Se nos presenta como una teoría omnicomprensiva: pretende explicarlo todo, pero como ya sabemos desde Platón, si todo estuviera relacionado con todo no podríamos conocer nada. Pretende, y según ella puede, explicarlo todo. Creemos que es análoga a lo que el psicoanálisis intentó en el terreno de las neurosis en el campo de la psicología. Sostenemos que sociobiología y psicoanálisis están muy relacionadas no ya sólo por lo que acabamos de decir, sino porque ambas tienen un gran atractivo para el público no científico, en el que nos incluimos.
Otra reflexión que se nos viene a la cabeza es que en realidad, puesto que el contenido del genoma todavía no es de conocimiento público, puede que, finjamos la hipótesis, en cierto modo y rastreando mucho, cada rasgo cultural y conductual del hombre tenga una causa biológica, pero creo que esto al final pasa con todo. Un ejemplo, para que se entienda: ¿Qué es la Sinfonía nº 40 de Mozart? Biología, por supuesto, porque es un hecho puramente biológico el que sus padres le engendraran. Además, si no fuera por el bipedismo, no podría tener las manos libres para tocar el piano, y, por último, si su configuración genética no fuera correcta no podría comprender las relaciones matemáticas que se necesitan para el solfeo, &c., &c. Lo que queremos decir con esto es que efectivamente si empezamos a rastrear en la cadena causal puede que todo nos lleve a un gen (en este punto estamos concediendo mucho terreno a la sociobiología ya que en un sistema se pueden distinguir entre propiedades emergentes -no se siguen de la estructura del sistema-, y resultantes -sí se siguen-, pero continuemos adelante con nuestra reducción al absurdo), pero creemos que las causas de un fenómeno son múltiples, y algunas pueden ser discriminadas a favor de las que se juzguen más relevantes para que el vigor explicativo quede intacto.
Hemos intentado en este trabajo exponer las principales tesis de la sociobiología, así como las tesis de sus principales críticos. Como conclusión, creemos que lo más coherente sería defender un interaccionismo entre genes y ambiente sin quitar autonomía a las ciencias sociales y reconociendo que la ayuda de la biología es fundamental para explicar el comportamiento humano, pero no tanto como para entender un fenómeno tan complejo como lo son los sistemas sociales.
Sociobiología VI
Sociobiología: la síntesis total
En 1975 aparecía un libro de E. O. Wilson, un experto en hormigas, sobre la Teoría de la evolución. El libro era Sociobiología: la nueva síntesis y suscitó un interés sin proporciones pese a sus características (incorporaba un amplio glosario para poder ser accesible al gran público). Se vendieron en Estados Unidos más de cien mil ejemplares.
Wilson define en este libro la sociobiología como «el estudio sistemático del fundamento de todos los comportamientos sociales. Por el momento, se centra en las sociedades animales... Pero la disciplina también se ocupa del comportamiento social de los primeros hombres y de las características adaptativas de la organización de las sociedades humanas más primitivas»
En total, las pretensiones del libro eran «codificar la sociobiología dentro de una rama de la biología evolutiva», abarcando todas las sociedades humanas, antiguas y modernas, preliterales y postindustriales. «La sociobiología y las otras ciencias sociales, al igual que las humanidades, son las últimas ramas de la biología que están a la espera de su inclusión en la Síntesis Moderna. Una de las funciones de la sociobiología es, pues, reformular los fundamentos de las ciencias sociales de manera que estos temas se incorporen a la Síntesis Moderna».
Lo siguiente que el autor hace es proporcionar una explicación biológica de manifestaciones culturales tales como la ética, la religión, el tribalismo, la guerra, el genocidio, la cooperación, la competición, la actividad empresarial, la conformidad, la adoctrinabilidad y el rencor entre otras.
De su posición se deriva la idea de que los neurobiólogos y sociobiólogos son los futuros tecnócratas, los que tendrán los
conocimientos suficientes para tomar las decisiones éticas y políticas en la sociedad programada.
«Si se toma la decisión de moldear las culturas para que se adapten a las necesidades del estado ecológico estable, algunos comportamientos pueden ser modificados experimentalmente sin causar daño emocional o pérdida de creatividad. Otros comportamientos no pueden modificarse. La incertidumbre que existe en torno a este tema implica que el sueño de Skinner de una cultura prediseñada para la felicidad tendrá seguramente que esperar a la nueva neurobiología. También deberá esperar a la aparición de un código de ética genéticamente exacto y, por lo tanto, absolutamente justo.»
«...no sabemos cuántas de las cualidades más valiosas están vinculadas genéticamente con las más obsoletas y destructivas. La cooperatividad hacia los compañeros de grupo podría ir aparejada con la agresividad hacia los extraños; la creatividad, con un deseo de poseer y dominar; el furor atlético, con una tendencia a la respuesta violenta, &c. Si la sociedad programada –cuya creación parece inevitable en el próximo siglo– tuviese que conducir deliberadamente a sus miembros más allá de aquellas presiones y aquellos conflictos que una vez dieron a los fenotipos destructivos su corte darviniano, los otros fenotipos podrían ir desapareciendo con ellos. En esto, el sentido último de la genética, el control social despojaría al hombre de su humanidad».
El peligro de Wilson radica en que habla con la voz de la biología moderna, la más prestigiosa de las ciencias. La sociobiología fue acogida en seguida por biólogos y antropólogos. Inmediatamente aparecieron libros modificando y ampliando el tema: Barash, Dawkins, Symons, Tiger.
La sociobiología es una explicación reduccionista y determinista biológica de la existencia humana. Si el actual orden social es la consecuencia inevitable del genotipo humano, entonces nada que posea alguna importancia puede ser modificado. Wilson predice que:
«la tendencia genética es lo bastante fuerte como para provocar una sustancial división del trabajo incluso en la más libre e igualitaria de las sociedades futuras... Incluso con la misma educación e igual acceso a todas las profesiones, los hombres continuarán probablemente desempeñando un papel desigual en la vida política, científica y de los negocios».
El gran atractivo del determinismo biológico se debe precisamente a que es exculpatorio. Si los hombres dominan a las mujeres es porque deben hacerlo. Si los empresarios explotan a los obreros es porque la evolución ha desarrollado en nosotros los genes para la actividad empresarial. Si nos matamos en la guerra, es por la fuerza de nuestros genes para la territorialidad, la xenofobia, el tribalismo y la agresión. Para Wilson:
«las humanidades y las ciencias sociales se reducen a ramas especializadas de la biología; historia, biografía y ficción son los protocolos de investigación de la etología humana; y la antropología y la sociología juntas constituyen la sociobiología de una sola especie de primates».
También critica al Ambientalismo acusándolo de ir demasiado lejos al afirmar que no hay variación genética en la transmisión de la cultura. Wilson sostiene que:
«a pesar de que los genes hayan perdido buena parte de su soberanía, mantienen una cierta influencia en al menos las cualidades del comportamiento que reposan bajo las variaciones entre culturas [...] Una pequeña parte de esta variación invertida en las diferencias de población, podría predisponer a las sociedades a diferencias culturales».
Todo esto hace necesario, para Wilson, una disciplina de la genética antropológica. La diferencia entre las culturas sirve de pista para averiguar las diferencias genéticas de base.
También el análisis filogenético sirve de aproximación a la genética antropológica. Aquí Wilson cita a Lorenz, Ardrey, Morris, Tiger y Fox. Para Wilson, por citar otro ejemplo, la decepción y la hipocresía son mecanismos muy humanos que «conducen los complejos asuntos diarios de la vida social» por tanto no deben, ni pueden, ser eliminados.
Pueden avanzar las sociedades, pueden llegar a Estados, pueden ampliarse los vínculos más allá de la familia pero «las reglas morales en que se basan estos arreglos no parecen haberse alterado mucho. El individuo medio aún opera bajo un código formalizado que no está más elaborado que el que gobierna a los miembros de las sociedades cazadoras-recolectoras».
Existe también una predisposición genética a entrar en ciertas clases sociales y a representar ciertos papeles. Aquí cita a Dahlberg, que en 1947 «demostró» que si hay un gen responsable del éxito éste se concentraría en las clases socioeconómicamente superiores. También cita a Herrnstein que en 1971 sostuvo que cuanto más iguales son las oportunidades ambientales en la sociedad, los grupos socioeconómicos se definirán cada vez más por diferencias basadas en la inteligencia. Se defiende además la existencia de un gen de la homosexualidad como sostienen Kallmann y Hutchinson. Hay también un gen del conformismo.
La cultura, sentencia Wilson, no se ha liberado de los genes. Lo que ha evolucionado es la capacidad para la cultura. La cultura sería, para nuestro autor, un sistema jerárquico de mecanismos de seguimiento del ambiente. Ya es hora, nos dice, de que la ética deje de estar en manos de los filósofos y empieza a ser asunto de los biólogos. Hay que estudiar la evolución genética de la ética: «sólo mediante la interpretación de los centros emotivos como una adaptación biológica, puede descifrarse el significado de los cánones (éticos, se entiende)». «Un programa de ética dependiente del sexo y la edad puede impartir una eficacia biológica superior a la de un código de una sola moral que se aplique de manera uniforme a todos los grupos sexo-edad». La moral debe ser diferente también dependiendo de la población de que se trate, no olvidemos que ya ha dicho que las diferencias entre culturas tienen una base genética.
El hombre sigue siendo, además, un animal fuertemente territorial, lo que le lleva a concebir la xenofobia como una virtud política. Ninguna Nación ha sido ni será nunca inmune a esto. Una tarea de la Sociobiología en el futuro será el control de las bases genéticas del comportamiento social. Para mantener la especie debemos llegar a un conocimiento total a nivel de la neurona y el gen.
Éste es el aterrador programa de Wilson. Hemos preferido poner numerosas citas textuales para que se vea que el racismo, el sexismo, el clasismo... no son consecuencias que se deriven de las tesis sociobiológicas sino que son las tesis en sí, son formulaciones explícitas del programa sociobiológico.
Pero el libro de Wilson no fue más que una etapa en el desarrollo de la biología. Antes que él estuvo el fenómeno que Gould ha denominado Etología popular, representada por autores como Morris, Ardrey, Lorenz, Tiger, Fox, autores cuya tesis es que los seres humanos son por naturaleza territoriales y agresivos. He aquí un texto de Robert Ardrey sacado de su libro El Génesis Africano:
«Si el hombre hubiese nacido de un ángel caído, la situación contemporánea sería tan carente de solución como de explicación. Nuestras guerras y atrocidades, nuestros crímenes y querellas, nuestras tiranías e injusticias, podrían atribuirse a nada más que peculiares realizaciones humanas. y tendríamos un nítido retrato como un ser degenerado, dotado al nacer del tesoro de la virtud y cuyo único talento notable ha sido despilfarrarlo. Pero nosotros provenimos de monos avanzados, no de ángeles caídos, y los monos eran matadores armados, además. Así, ¿de qué nos asombraremos? ¿De nuestros crímenes y matanzas, de los misiles y de nuestros ejércitos irreconciliables? ¿O de nuestros tratados –cualquiera que sea su valor–, de nuestras sinfonías –por raramente que se las ejecute–, de nuestros terrenos pacíficos –por muy frecuentemente que se los convierta en campo de batalla–, de nuestros sueños –por raramente que se realicen? El milagro del hombre no es hasta qué punto se ha hundido, sino cuán magníficamente se ha elevado. Se nos conoce entre las estrellas por nuestros poemas, no por nuestros cadáveres».
Y también otros textos sacados del El mono desnudo y El zoo humano de Desmond Morris:
«El animal humano parece haberse adaptado con brillantez a sus extraordinaria nueva condición (la sociedad), pero no ha tenido tiempo para cambiar biológicamente, para evolucionar hasta una nueva especie genéticamente civilizada [...]. Biológicamente, continúa siendo un sencillo animal tribal».
«La existencia de individuos poderosos y dominantes que gobiernan despóticamente al resto del grupo es un fenómeno muy extendido entre los primates superiores [...]. Tal vez sean déspotas, pero desempeñan también otro papel, el de guardianes y protectores».
En 1975 aparecía un libro de E. O. Wilson, un experto en hormigas, sobre la Teoría de la evolución. El libro era Sociobiología: la nueva síntesis y suscitó un interés sin proporciones pese a sus características (incorporaba un amplio glosario para poder ser accesible al gran público). Se vendieron en Estados Unidos más de cien mil ejemplares.
Wilson define en este libro la sociobiología como «el estudio sistemático del fundamento de todos los comportamientos sociales. Por el momento, se centra en las sociedades animales... Pero la disciplina también se ocupa del comportamiento social de los primeros hombres y de las características adaptativas de la organización de las sociedades humanas más primitivas»
En total, las pretensiones del libro eran «codificar la sociobiología dentro de una rama de la biología evolutiva», abarcando todas las sociedades humanas, antiguas y modernas, preliterales y postindustriales. «La sociobiología y las otras ciencias sociales, al igual que las humanidades, son las últimas ramas de la biología que están a la espera de su inclusión en la Síntesis Moderna. Una de las funciones de la sociobiología es, pues, reformular los fundamentos de las ciencias sociales de manera que estos temas se incorporen a la Síntesis Moderna».
Lo siguiente que el autor hace es proporcionar una explicación biológica de manifestaciones culturales tales como la ética, la religión, el tribalismo, la guerra, el genocidio, la cooperación, la competición, la actividad empresarial, la conformidad, la adoctrinabilidad y el rencor entre otras.
De su posición se deriva la idea de que los neurobiólogos y sociobiólogos son los futuros tecnócratas, los que tendrán los
conocimientos suficientes para tomar las decisiones éticas y políticas en la sociedad programada.
«Si se toma la decisión de moldear las culturas para que se adapten a las necesidades del estado ecológico estable, algunos comportamientos pueden ser modificados experimentalmente sin causar daño emocional o pérdida de creatividad. Otros comportamientos no pueden modificarse. La incertidumbre que existe en torno a este tema implica que el sueño de Skinner de una cultura prediseñada para la felicidad tendrá seguramente que esperar a la nueva neurobiología. También deberá esperar a la aparición de un código de ética genéticamente exacto y, por lo tanto, absolutamente justo.»
«...no sabemos cuántas de las cualidades más valiosas están vinculadas genéticamente con las más obsoletas y destructivas. La cooperatividad hacia los compañeros de grupo podría ir aparejada con la agresividad hacia los extraños; la creatividad, con un deseo de poseer y dominar; el furor atlético, con una tendencia a la respuesta violenta, &c. Si la sociedad programada –cuya creación parece inevitable en el próximo siglo– tuviese que conducir deliberadamente a sus miembros más allá de aquellas presiones y aquellos conflictos que una vez dieron a los fenotipos destructivos su corte darviniano, los otros fenotipos podrían ir desapareciendo con ellos. En esto, el sentido último de la genética, el control social despojaría al hombre de su humanidad».
El peligro de Wilson radica en que habla con la voz de la biología moderna, la más prestigiosa de las ciencias. La sociobiología fue acogida en seguida por biólogos y antropólogos. Inmediatamente aparecieron libros modificando y ampliando el tema: Barash, Dawkins, Symons, Tiger.
La sociobiología es una explicación reduccionista y determinista biológica de la existencia humana. Si el actual orden social es la consecuencia inevitable del genotipo humano, entonces nada que posea alguna importancia puede ser modificado. Wilson predice que:
«la tendencia genética es lo bastante fuerte como para provocar una sustancial división del trabajo incluso en la más libre e igualitaria de las sociedades futuras... Incluso con la misma educación e igual acceso a todas las profesiones, los hombres continuarán probablemente desempeñando un papel desigual en la vida política, científica y de los negocios».
El gran atractivo del determinismo biológico se debe precisamente a que es exculpatorio. Si los hombres dominan a las mujeres es porque deben hacerlo. Si los empresarios explotan a los obreros es porque la evolución ha desarrollado en nosotros los genes para la actividad empresarial. Si nos matamos en la guerra, es por la fuerza de nuestros genes para la territorialidad, la xenofobia, el tribalismo y la agresión. Para Wilson:
«las humanidades y las ciencias sociales se reducen a ramas especializadas de la biología; historia, biografía y ficción son los protocolos de investigación de la etología humana; y la antropología y la sociología juntas constituyen la sociobiología de una sola especie de primates».
También critica al Ambientalismo acusándolo de ir demasiado lejos al afirmar que no hay variación genética en la transmisión de la cultura. Wilson sostiene que:
«a pesar de que los genes hayan perdido buena parte de su soberanía, mantienen una cierta influencia en al menos las cualidades del comportamiento que reposan bajo las variaciones entre culturas [...] Una pequeña parte de esta variación invertida en las diferencias de población, podría predisponer a las sociedades a diferencias culturales».
Todo esto hace necesario, para Wilson, una disciplina de la genética antropológica. La diferencia entre las culturas sirve de pista para averiguar las diferencias genéticas de base.
También el análisis filogenético sirve de aproximación a la genética antropológica. Aquí Wilson cita a Lorenz, Ardrey, Morris, Tiger y Fox. Para Wilson, por citar otro ejemplo, la decepción y la hipocresía son mecanismos muy humanos que «conducen los complejos asuntos diarios de la vida social» por tanto no deben, ni pueden, ser eliminados.
Pueden avanzar las sociedades, pueden llegar a Estados, pueden ampliarse los vínculos más allá de la familia pero «las reglas morales en que se basan estos arreglos no parecen haberse alterado mucho. El individuo medio aún opera bajo un código formalizado que no está más elaborado que el que gobierna a los miembros de las sociedades cazadoras-recolectoras».
Existe también una predisposición genética a entrar en ciertas clases sociales y a representar ciertos papeles. Aquí cita a Dahlberg, que en 1947 «demostró» que si hay un gen responsable del éxito éste se concentraría en las clases socioeconómicamente superiores. También cita a Herrnstein que en 1971 sostuvo que cuanto más iguales son las oportunidades ambientales en la sociedad, los grupos socioeconómicos se definirán cada vez más por diferencias basadas en la inteligencia. Se defiende además la existencia de un gen de la homosexualidad como sostienen Kallmann y Hutchinson. Hay también un gen del conformismo.
La cultura, sentencia Wilson, no se ha liberado de los genes. Lo que ha evolucionado es la capacidad para la cultura. La cultura sería, para nuestro autor, un sistema jerárquico de mecanismos de seguimiento del ambiente. Ya es hora, nos dice, de que la ética deje de estar en manos de los filósofos y empieza a ser asunto de los biólogos. Hay que estudiar la evolución genética de la ética: «sólo mediante la interpretación de los centros emotivos como una adaptación biológica, puede descifrarse el significado de los cánones (éticos, se entiende)». «Un programa de ética dependiente del sexo y la edad puede impartir una eficacia biológica superior a la de un código de una sola moral que se aplique de manera uniforme a todos los grupos sexo-edad». La moral debe ser diferente también dependiendo de la población de que se trate, no olvidemos que ya ha dicho que las diferencias entre culturas tienen una base genética.
El hombre sigue siendo, además, un animal fuertemente territorial, lo que le lleva a concebir la xenofobia como una virtud política. Ninguna Nación ha sido ni será nunca inmune a esto. Una tarea de la Sociobiología en el futuro será el control de las bases genéticas del comportamiento social. Para mantener la especie debemos llegar a un conocimiento total a nivel de la neurona y el gen.
Éste es el aterrador programa de Wilson. Hemos preferido poner numerosas citas textuales para que se vea que el racismo, el sexismo, el clasismo... no son consecuencias que se deriven de las tesis sociobiológicas sino que son las tesis en sí, son formulaciones explícitas del programa sociobiológico.
Pero el libro de Wilson no fue más que una etapa en el desarrollo de la biología. Antes que él estuvo el fenómeno que Gould ha denominado Etología popular, representada por autores como Morris, Ardrey, Lorenz, Tiger, Fox, autores cuya tesis es que los seres humanos son por naturaleza territoriales y agresivos. He aquí un texto de Robert Ardrey sacado de su libro El Génesis Africano:
«Si el hombre hubiese nacido de un ángel caído, la situación contemporánea sería tan carente de solución como de explicación. Nuestras guerras y atrocidades, nuestros crímenes y querellas, nuestras tiranías e injusticias, podrían atribuirse a nada más que peculiares realizaciones humanas. y tendríamos un nítido retrato como un ser degenerado, dotado al nacer del tesoro de la virtud y cuyo único talento notable ha sido despilfarrarlo. Pero nosotros provenimos de monos avanzados, no de ángeles caídos, y los monos eran matadores armados, además. Así, ¿de qué nos asombraremos? ¿De nuestros crímenes y matanzas, de los misiles y de nuestros ejércitos irreconciliables? ¿O de nuestros tratados –cualquiera que sea su valor–, de nuestras sinfonías –por raramente que se las ejecute–, de nuestros terrenos pacíficos –por muy frecuentemente que se los convierta en campo de batalla–, de nuestros sueños –por raramente que se realicen? El milagro del hombre no es hasta qué punto se ha hundido, sino cuán magníficamente se ha elevado. Se nos conoce entre las estrellas por nuestros poemas, no por nuestros cadáveres».
Y también otros textos sacados del El mono desnudo y El zoo humano de Desmond Morris:
«El animal humano parece haberse adaptado con brillantez a sus extraordinaria nueva condición (la sociedad), pero no ha tenido tiempo para cambiar biológicamente, para evolucionar hasta una nueva especie genéticamente civilizada [...]. Biológicamente, continúa siendo un sencillo animal tribal».
«La existencia de individuos poderosos y dominantes que gobiernan despóticamente al resto del grupo es un fenómeno muy extendido entre los primates superiores [...]. Tal vez sean déspotas, pero desempeñan también otro papel, el de guardianes y protectores».
Sociobiología V
El cociente intelectual. El C. I.
Suponer que los triunfadores poseen un mérito intrínseco, que se lleva en los genes, es la explicación ofrecida por el movimiento promotor de los tests mentales, cuyo argumento básico, según Lewontin, Rose y Kamin consiste en seis enunciados básicos:
1. Hay diferencias de status, riqueza y poder.
2. Estas diferencias son consecuencia de una diferente aptitud intrínseca, especialmente de una inteligencia diferente.
3. Los tests de CI son instrumentos para medir esta aptitud intrínseca.
4. Las diferencias en inteligencia son en gran parte el resultado de diferencias genéticas entre los individuos.
5. Debido a que son el resultado de diferencias genéticas, las diferencias de aptitud son fijas e invariables.
6. Debido a que la mayoría de las diferencias de aptitud entre los individuos son genéticas, las diferencias entre las razas y entre las clases son también genéticas e invariables.
Fue Alfred Binet quien en 1905 publicó el primer test de inteligencia. El test de inteligencia debía utilizarse como instrumento de diagnóstico. Cuando el test había localizado a un niño con inteligencia deficiente, el siguiente paso era incrementar esa inteligencia mediante cursos adecuados de ortopedia mental. lo que hizo Binet fue reunir conjuntos de tareas intelectuales apropiadas para cada edad de la infancia.
Los traductores e importadores del test de Binet en Estados unidos y en Inglaterra tendían a compartir una ideología común radicalmente diferente a la de Binet: afirmaban que el test de inteligencia medía una cantidad innata e invariable, fijada por la herencia genética. El test se había convertido en algo que servía para identificar a los genética e irremediablemente anormales. Cuando Lewis Terman introdujo el test Stanford-Binet en estados Unidos en 1916 escribió que un bajo nivel de inteligencia «es muy común entre las familias hispano-indias y mexicanas del sudoeste y también entre los negros. Su torpeza parece ser racial o, por lo menos, inherente a los linajes familiares de los que provienen... El que esto escribe predice que... se descubrirán diferencias raciales enormemente significativas en cuanto a inteligencia general, diferencias que no pueden suprimirse mediante ningún esquema de cultura mental.
Los niños de este grupo deberían ser separados en clases especiales... No pueden dominar las abstracciones, pero a menudo pueden ser convertidos en trabajadores eficientes... Hoy en día no hay ninguna posibilidad de convencer a la sociedad de que no se les debería permitir reproducirse, aunque desde un punto de vista eugenésico constituyen un grave problema a causa de su reproducción extraordinariamente prolífica».
El test de Terman contenía dos modificaciones significativas:
1. Un conjunto de ítems para medir la inteligencia de los adultos, así como ítems para niños de diferentes edades.
2. La relación entre la edad mental y la edad cronológica, el cociente de inteligencia, o CI.
La consecuencia evidente era que el CI, fijado por los genes, permanecía constante durante toda la vida del individuo.
H. H. Goddard
«Ahora falta que alguien determine la naturaleza de la debilidad mental y complete la teoría del cociente de inteligencia.»
Goddard, director de investigaciones de la Escuela Práctica de Vineland para Muchachas y muchachos Débiles mentales, acuñó el termino morons (morones) para designar a los anormales profundos, inspirándose en una palabra griega que significa tonto. Fue uno de los primeros divulgadores de la escala de Binet en Norteamérica. Estaba de acuerdo con Binet en que donde mejor funcionaban los tests era en la detección de aquellos individuos situados justo por debajo del nivel normal, los deficientes mentales. Pero Goddard, a diferencia de Binet, estaba persuadido de que dichos tests proporcionaban la medida de una entidad independiente o innata. Se proponía detectar a esos individuos para reconocer sus limitaciones, segregarlos, y reducir sus posibilidades de reproducción, evitando así el ulterior deterioro de una estirpe norteamericana amenazada por la inmigración de fuera y por la prolífica reproducción de los débiles mentales de dentro. El terror estaba servido.
Partiendo de los deficientes mentales, llegó a atribuir la mayor parte del comportamiento delictivo de los criminales a una deficiencia mental hereditaria. Aunque la estupidez de por sí no bastaba para explicar esa conducta, la combinación de la deficiencia mental con la inmoralidad sí proporcionaba una explicación satisfactoria.
La relación entre la moralidad y la inteligencia era uno de los temas preferidos de los eugenistas. Los hombres superiores ejercen, pues, el mando cómoda y justificadamente.
Suponer que los triunfadores poseen un mérito intrínseco, que se lleva en los genes, es la explicación ofrecida por el movimiento promotor de los tests mentales, cuyo argumento básico, según Lewontin, Rose y Kamin consiste en seis enunciados básicos:
1. Hay diferencias de status, riqueza y poder.
2. Estas diferencias son consecuencia de una diferente aptitud intrínseca, especialmente de una inteligencia diferente.
3. Los tests de CI son instrumentos para medir esta aptitud intrínseca.
4. Las diferencias en inteligencia son en gran parte el resultado de diferencias genéticas entre los individuos.
5. Debido a que son el resultado de diferencias genéticas, las diferencias de aptitud son fijas e invariables.
6. Debido a que la mayoría de las diferencias de aptitud entre los individuos son genéticas, las diferencias entre las razas y entre las clases son también genéticas e invariables.
Fue Alfred Binet quien en 1905 publicó el primer test de inteligencia. El test de inteligencia debía utilizarse como instrumento de diagnóstico. Cuando el test había localizado a un niño con inteligencia deficiente, el siguiente paso era incrementar esa inteligencia mediante cursos adecuados de ortopedia mental. lo que hizo Binet fue reunir conjuntos de tareas intelectuales apropiadas para cada edad de la infancia.
Los traductores e importadores del test de Binet en Estados unidos y en Inglaterra tendían a compartir una ideología común radicalmente diferente a la de Binet: afirmaban que el test de inteligencia medía una cantidad innata e invariable, fijada por la herencia genética. El test se había convertido en algo que servía para identificar a los genética e irremediablemente anormales. Cuando Lewis Terman introdujo el test Stanford-Binet en estados Unidos en 1916 escribió que un bajo nivel de inteligencia «es muy común entre las familias hispano-indias y mexicanas del sudoeste y también entre los negros. Su torpeza parece ser racial o, por lo menos, inherente a los linajes familiares de los que provienen... El que esto escribe predice que... se descubrirán diferencias raciales enormemente significativas en cuanto a inteligencia general, diferencias que no pueden suprimirse mediante ningún esquema de cultura mental.
Los niños de este grupo deberían ser separados en clases especiales... No pueden dominar las abstracciones, pero a menudo pueden ser convertidos en trabajadores eficientes... Hoy en día no hay ninguna posibilidad de convencer a la sociedad de que no se les debería permitir reproducirse, aunque desde un punto de vista eugenésico constituyen un grave problema a causa de su reproducción extraordinariamente prolífica».
El test de Terman contenía dos modificaciones significativas:
1. Un conjunto de ítems para medir la inteligencia de los adultos, así como ítems para niños de diferentes edades.
2. La relación entre la edad mental y la edad cronológica, el cociente de inteligencia, o CI.
La consecuencia evidente era que el CI, fijado por los genes, permanecía constante durante toda la vida del individuo.
H. H. Goddard
«Ahora falta que alguien determine la naturaleza de la debilidad mental y complete la teoría del cociente de inteligencia.»
Goddard, director de investigaciones de la Escuela Práctica de Vineland para Muchachas y muchachos Débiles mentales, acuñó el termino morons (morones) para designar a los anormales profundos, inspirándose en una palabra griega que significa tonto. Fue uno de los primeros divulgadores de la escala de Binet en Norteamérica. Estaba de acuerdo con Binet en que donde mejor funcionaban los tests era en la detección de aquellos individuos situados justo por debajo del nivel normal, los deficientes mentales. Pero Goddard, a diferencia de Binet, estaba persuadido de que dichos tests proporcionaban la medida de una entidad independiente o innata. Se proponía detectar a esos individuos para reconocer sus limitaciones, segregarlos, y reducir sus posibilidades de reproducción, evitando así el ulterior deterioro de una estirpe norteamericana amenazada por la inmigración de fuera y por la prolífica reproducción de los débiles mentales de dentro. El terror estaba servido.
Partiendo de los deficientes mentales, llegó a atribuir la mayor parte del comportamiento delictivo de los criminales a una deficiencia mental hereditaria. Aunque la estupidez de por sí no bastaba para explicar esa conducta, la combinación de la deficiencia mental con la inmoralidad sí proporcionaba una explicación satisfactoria.
La relación entre la moralidad y la inteligencia era uno de los temas preferidos de los eugenistas. Los hombres superiores ejercen, pues, el mando cómoda y justificadamente.
Sociobiología IV
Formación de una ideología
Se pueden distinguir al menos tres fases en el proceso de formación de la ideología del determinismo biológico, siguiendo a Gould, Lewontin, Kamin y Rose:
1. Afirmar que las desigualdades sociales son una consecuencia directa e ineludible de las diferencias entre los individuos en habilidad y mérito intrínsecos.
2. El determinismo biológico considera que tales triunfos o fracasos de la voluntad y del carácter están codificados, en gran parte, en los genes del individuo.
3. Afirmar que la presencia de tales diferencias biológicas conduce por necesidad a la creación de sociedades jerárquicas.
Ideas como éstas las podemos ver expuestas, por ejemplo, en el siguiente texto de Richard Herrnstein:
«Las clases privilegiadas del pasado probablemente no eran muy superiores biológicamente a los oprimidos, motivo por el que la revolución tenía buenas posibilidades de éxito. Al eliminar las barreras artificiales entre las clases, la sociedad ha estimulado la creación de barreras biológicas. Cuando la gente pueda acceder a su nivel natural en la sociedad, las clases más altas tendrán, por definición, mayor capacidad que las inferiores.»
El determinismo biológico convierte la desigualdad en algo legitimado científicamente y en un medio de control social.
Después de la afirmación de que la desigualdad social está basada en las diferencias individuales intrínsecas, el siguiente paso en la construcción de la ideología del determinismo biológico es la ecuación de lo intrínseco con lo genético. En principio es posible que las diferencias entre los individuos sean innatas sin ser biológicamente heredables. Desde la perspectiva biológica puede demostrarse que una gran proporción de la sutil variación fisiológica y morfológica entre los individuos de las razas de animales experimentales son el resultado de accidentes del desarrollo que no son heredables. La combinación de las cualidades intrínsecas y las heredadas es un paso inequívoco hacia la configuración de la estructura de la sociobiología.
La convergencia de los dos significados de la herencia, el social y el biológico, legitima la transmisión del poder social de generación en generación.
La noción sobre el carácter hereditario del comportamiento humano y, por lo tanto, de la posición social que impregnó tan intensamente la literatura del siglo XIX puede así entenderse, no como un atavismo intelectual, como un retroceso a las ideas aristocráticas en un mundo burgués, sino, al contrario, como una postura coherentemente elaborada para explicar los hechos de la sociedad burguesa. Pero aún hay por medio dificultades:
1. El hecho de que haya o no diferencias biológicas entre los individuos no proporciona por sí mismo una base para identificar lo que es justo.
2. La equiparación de lo innato y lo inmutable parece implicar cierto predominio de lo natural sobre lo artificial. Sin embargo, la historia de la especie humana es la historia de las victorias sociales sobre la naturaleza. Natural no quiere decir inmutable.
La simple afirmación de que existen diferencias hereditarias de habilidad entre los individuos no ha bastado para justificar la permanencia de una sociedad jerarquizada. Es preciso afirmar además que estas diferencias heredables conducen necesaria y justamente a una sociedad caracterizada por un poder y unas recompensas diferenciales. Éste es el papel jugado por las teorías de la naturaleza humana, el tercer elemento constitutivo de las afirmaciones del determinismo biológico: se supone que hay tendencias biológicas que comparten todos los seres humanos y sus sociedades, y que estas tendencias dan lugar a sociedades organizadas según una jerarquía en las que los individuos «compiten por los escasos recursos localizados en su campo de acción. Los sujetos activos mejores y más emprendedores obtienen habitualmente una parte desproporcionada de las recompensas, mientras que los menos afortunados son desplazados a posiciones menos deseables»
En una línea parecida están también las afirmaciones de Dawkins:
«Mi propia creencia es que una sociedad humana basada simplemente en la ley de los genes, de un egoísmo cruel universal, sería una sociedad muy desagradable en la cual vivir, pero, desgraciadamente, no importa cuánto deploremos algo, no por ello deja de ser verdad... si el lector desea, tanto como yo, construir una sociedad en la cual los individuos cooperen generosamente y con altruismo al bien común, poca ayuda se puede esperar de la naturaleza biológica».
En estos exponentes de la sociobiología se pretende presentar al hombre como una cruel máquina de matar: pura demagogia, porque si es cierto que el hombre es un cruel cazador también es cierto que la evolución se debe en gran medida al comportamiento cooperativo del ser humano.
El determinismo biológico, extrae en gran parte su ideología de la naturaleza humana de los planteamientos de filósofos como Hobbes o de ideólogos como los darvinistas sociales. La sociobiología, incluso, hace proceder la cooperación y el altruismo, reconocidos como características manifiestas de la organización social humana, de un mecanismo competitivo subyacente. La sociobiología, apoyándose directamente en principios de la selección natural darviniana defiende que el tribalismo, la actividad empresarial, la xenofobia, la dominación masculina y la estratificación social son dictados por el genotipo humano tal como ha sido modelado durante el curso de la evolución.
La sociobiología formula las dos afirmaciones, la inevitabilidad y la justicia, que son indispensables si ha de servir para legitimar y perpetuar el orden social.
Se pueden distinguir al menos tres fases en el proceso de formación de la ideología del determinismo biológico, siguiendo a Gould, Lewontin, Kamin y Rose:
1. Afirmar que las desigualdades sociales son una consecuencia directa e ineludible de las diferencias entre los individuos en habilidad y mérito intrínsecos.
2. El determinismo biológico considera que tales triunfos o fracasos de la voluntad y del carácter están codificados, en gran parte, en los genes del individuo.
3. Afirmar que la presencia de tales diferencias biológicas conduce por necesidad a la creación de sociedades jerárquicas.
Ideas como éstas las podemos ver expuestas, por ejemplo, en el siguiente texto de Richard Herrnstein:
«Las clases privilegiadas del pasado probablemente no eran muy superiores biológicamente a los oprimidos, motivo por el que la revolución tenía buenas posibilidades de éxito. Al eliminar las barreras artificiales entre las clases, la sociedad ha estimulado la creación de barreras biológicas. Cuando la gente pueda acceder a su nivel natural en la sociedad, las clases más altas tendrán, por definición, mayor capacidad que las inferiores.»
El determinismo biológico convierte la desigualdad en algo legitimado científicamente y en un medio de control social.
Después de la afirmación de que la desigualdad social está basada en las diferencias individuales intrínsecas, el siguiente paso en la construcción de la ideología del determinismo biológico es la ecuación de lo intrínseco con lo genético. En principio es posible que las diferencias entre los individuos sean innatas sin ser biológicamente heredables. Desde la perspectiva biológica puede demostrarse que una gran proporción de la sutil variación fisiológica y morfológica entre los individuos de las razas de animales experimentales son el resultado de accidentes del desarrollo que no son heredables. La combinación de las cualidades intrínsecas y las heredadas es un paso inequívoco hacia la configuración de la estructura de la sociobiología.
La convergencia de los dos significados de la herencia, el social y el biológico, legitima la transmisión del poder social de generación en generación.
La noción sobre el carácter hereditario del comportamiento humano y, por lo tanto, de la posición social que impregnó tan intensamente la literatura del siglo XIX puede así entenderse, no como un atavismo intelectual, como un retroceso a las ideas aristocráticas en un mundo burgués, sino, al contrario, como una postura coherentemente elaborada para explicar los hechos de la sociedad burguesa. Pero aún hay por medio dificultades:
1. El hecho de que haya o no diferencias biológicas entre los individuos no proporciona por sí mismo una base para identificar lo que es justo.
2. La equiparación de lo innato y lo inmutable parece implicar cierto predominio de lo natural sobre lo artificial. Sin embargo, la historia de la especie humana es la historia de las victorias sociales sobre la naturaleza. Natural no quiere decir inmutable.
La simple afirmación de que existen diferencias hereditarias de habilidad entre los individuos no ha bastado para justificar la permanencia de una sociedad jerarquizada. Es preciso afirmar además que estas diferencias heredables conducen necesaria y justamente a una sociedad caracterizada por un poder y unas recompensas diferenciales. Éste es el papel jugado por las teorías de la naturaleza humana, el tercer elemento constitutivo de las afirmaciones del determinismo biológico: se supone que hay tendencias biológicas que comparten todos los seres humanos y sus sociedades, y que estas tendencias dan lugar a sociedades organizadas según una jerarquía en las que los individuos «compiten por los escasos recursos localizados en su campo de acción. Los sujetos activos mejores y más emprendedores obtienen habitualmente una parte desproporcionada de las recompensas, mientras que los menos afortunados son desplazados a posiciones menos deseables»
En una línea parecida están también las afirmaciones de Dawkins:
«Mi propia creencia es que una sociedad humana basada simplemente en la ley de los genes, de un egoísmo cruel universal, sería una sociedad muy desagradable en la cual vivir, pero, desgraciadamente, no importa cuánto deploremos algo, no por ello deja de ser verdad... si el lector desea, tanto como yo, construir una sociedad en la cual los individuos cooperen generosamente y con altruismo al bien común, poca ayuda se puede esperar de la naturaleza biológica».
En estos exponentes de la sociobiología se pretende presentar al hombre como una cruel máquina de matar: pura demagogia, porque si es cierto que el hombre es un cruel cazador también es cierto que la evolución se debe en gran medida al comportamiento cooperativo del ser humano.
El determinismo biológico, extrae en gran parte su ideología de la naturaleza humana de los planteamientos de filósofos como Hobbes o de ideólogos como los darvinistas sociales. La sociobiología, incluso, hace proceder la cooperación y el altruismo, reconocidos como características manifiestas de la organización social humana, de un mecanismo competitivo subyacente. La sociobiología, apoyándose directamente en principios de la selección natural darviniana defiende que el tribalismo, la actividad empresarial, la xenofobia, la dominación masculina y la estratificación social son dictados por el genotipo humano tal como ha sido modelado durante el curso de la evolución.
La sociobiología formula las dos afirmaciones, la inevitabilidad y la justicia, que son indispensables si ha de servir para legitimar y perpetuar el orden social.
Sociobiología III
Un antecedente: la frenología
Empezó sus días como organología y fue fundada por Franz Joseph Gall a finales del siglo XVIII. Tuvo éxito primero en los círculos de Viena, Weimar y París y luego en Norteamérica, donde fue introducida por Joham Caspar Spurzheim.
Contenía ideas novedosas para la época, como la de que el cerebro era el órgano del espíritu. Afirmaba también que el cerebro era un agregado de muchos órganos, cada uno de los cuales tenía una facultad psicológica específica (la especialización del cerebro es en la actualidad un hecho bien confirmado). Afirmaba también que cada órgano cerebral separado generaba facultades mentales que eran proporcionales al tamaño del órgano, o que todos los órganos y facultades eran innatos. Entre los varios centros frenológicos que se mencionaban citaremos por ejemplo los de Benevolencia y Veneración que conferían a la gente el comportamiento adecuado, la bondad y el respeto para las demás personas, con lo cual pueden extraerse conclusiones acerca del significado de presentar lesiones en alguno de esos centros del cerebro o acerca del posible carácter hereditario de ciertos daños cerebrales.
Francis Galton
Desahogado económicamente, el famoso primo de Darwin pudo dedicarse a lo que más le apasionaba: la medición. Fue él, en 1883, quien acuñó el término eugenesia y quien abogó por la regulación del matrimonio y del tamaño de la familia de acuerdo con el patrimonio hereditario de los padres.
Lo quiso cuantificar todo: la belleza, el aburrimiento... y al lado de la tesis de que todo se podía cuantificar estaba su firme convicción de que casi todo lo que se podía medir tenía carácter hereditario. Incluso las conductas que más parecían depender de aspectos sociales poseían para él componentes innatos. Buscó continuamente métodos para medir las diferencias de valor entre las personas. Instaló un laboratorio de medición y valoración en la Exposición Internacional de 1884.
Pero lejos de ser considerado un excéntrico, Galton fue considerado una de las inteligencias más brillantes de la época. Escribió un libro sobre el carácter hereditario de la inteligencia, tesis que Darwin abordó con grandes sospechas.
Paul Broca y la craneología
Los neurólogos Paúl Broca en Francia y Carl Wernicke en Alemania atrajeron la atención del mundo médico con sus estudios neurológicos sobre pacientes con lesiones cerebrales. Propusieron que la lesión en un área bien circunscrita del cerebro era la causante de trastornos del lenguaje, denominados afasia. Wernicke demostró, con exámenes post mortem, que una porción del lóbulo temporal izquierdo estaba parcialmente destruida en pacientes que exhibían un deterioro del lenguaje.
Broca, por su parte, había demostrado que las lesiones en el lóbulo frontal izquierdo, tercera circunvolución frontal, causaban deterioro del lenguaje en sus pacientes. He aquí algunas de las conclusiones de Broca:
«En general, el cerebro es más grande en los adultos que en los ancianos, en los hombres que en las mujeres, en los hombres eminentes que en los de talento mediocre, en las razas superiores que en las razas inferiores... A igualdad de condiciones, existe una relación significativa entre el desarrollo de la inteligencia y el volumen del cerebro.»
Reservó los ataques más duros para los pocos científicos igualitaristas de su época a los que acusaba de estar cegados por ideales políticos o por una esperanza ética.
Empezó sus días como organología y fue fundada por Franz Joseph Gall a finales del siglo XVIII. Tuvo éxito primero en los círculos de Viena, Weimar y París y luego en Norteamérica, donde fue introducida por Joham Caspar Spurzheim.
Contenía ideas novedosas para la época, como la de que el cerebro era el órgano del espíritu. Afirmaba también que el cerebro era un agregado de muchos órganos, cada uno de los cuales tenía una facultad psicológica específica (la especialización del cerebro es en la actualidad un hecho bien confirmado). Afirmaba también que cada órgano cerebral separado generaba facultades mentales que eran proporcionales al tamaño del órgano, o que todos los órganos y facultades eran innatos. Entre los varios centros frenológicos que se mencionaban citaremos por ejemplo los de Benevolencia y Veneración que conferían a la gente el comportamiento adecuado, la bondad y el respeto para las demás personas, con lo cual pueden extraerse conclusiones acerca del significado de presentar lesiones en alguno de esos centros del cerebro o acerca del posible carácter hereditario de ciertos daños cerebrales.
Francis Galton
Desahogado económicamente, el famoso primo de Darwin pudo dedicarse a lo que más le apasionaba: la medición. Fue él, en 1883, quien acuñó el término eugenesia y quien abogó por la regulación del matrimonio y del tamaño de la familia de acuerdo con el patrimonio hereditario de los padres.
Lo quiso cuantificar todo: la belleza, el aburrimiento... y al lado de la tesis de que todo se podía cuantificar estaba su firme convicción de que casi todo lo que se podía medir tenía carácter hereditario. Incluso las conductas que más parecían depender de aspectos sociales poseían para él componentes innatos. Buscó continuamente métodos para medir las diferencias de valor entre las personas. Instaló un laboratorio de medición y valoración en la Exposición Internacional de 1884.
Pero lejos de ser considerado un excéntrico, Galton fue considerado una de las inteligencias más brillantes de la época. Escribió un libro sobre el carácter hereditario de la inteligencia, tesis que Darwin abordó con grandes sospechas.
Paul Broca y la craneología
Los neurólogos Paúl Broca en Francia y Carl Wernicke en Alemania atrajeron la atención del mundo médico con sus estudios neurológicos sobre pacientes con lesiones cerebrales. Propusieron que la lesión en un área bien circunscrita del cerebro era la causante de trastornos del lenguaje, denominados afasia. Wernicke demostró, con exámenes post mortem, que una porción del lóbulo temporal izquierdo estaba parcialmente destruida en pacientes que exhibían un deterioro del lenguaje.
Broca, por su parte, había demostrado que las lesiones en el lóbulo frontal izquierdo, tercera circunvolución frontal, causaban deterioro del lenguaje en sus pacientes. He aquí algunas de las conclusiones de Broca:
«En general, el cerebro es más grande en los adultos que en los ancianos, en los hombres que en las mujeres, en los hombres eminentes que en los de talento mediocre, en las razas superiores que en las razas inferiores... A igualdad de condiciones, existe una relación significativa entre el desarrollo de la inteligencia y el volumen del cerebro.»
Reservó los ataques más duros para los pocos científicos igualitaristas de su época a los que acusaba de estar cegados por ideales políticos o por una esperanza ética.
Sociobiología II
Introducción
Vamos a abordar aquí un asunto al que tenemos excesivo respeto: la sociobiología; y si le tenemos ese respeto no es por sus afirmaciones, con las que no estamos en absoluto de acuerdo, sino por el gran peligro que entraña. El determinismo biológico puede parecer una extravagancia en sus formulaciones más groseras, de las que mostraremos párrafos textuales, pero es, sin embargo, una ideología que funcionó y aún hoy está funcionando.
No pretendemos con este artículo desprestigiar la ciencia, todo lo contrario. Pretendemos desenmascarar afirmaciones que pretenden revestirse con el manto legitimador del lenguaje científico para defender prejuicios ideológicos tan peligrosos como el racismo, el sexismo, la xenofobia, la eugenesia..., cayendo en el fascismo más peligroso, cuyas consecuencias pudo observar la humanidad en los penosos acontecimientos que rodearon a la Alemania nazi.
Por eso hemos elegido este tema, para no olvidar que debajo del lenguaje científico se esconden a veces los más horribles fantasmas, y para no olvidar que hay otra ciencia, la que pretendemos exponer también aquí, que se alza contra estas nefastas ideologías. Vaya pues este trabajo con todo nuestro respeto y admiración por la biología, una de las más bellas construcciones humanas.
Pero, ¿qué es la Sociobiología? La sociobiología como tal encontró su primera formulación explícita en 1975 con el libro de Wilson, Sociobiología: la síntesis total. En este trabajo Wilson, un experto en hormigas, hace un análisis de las diferentes especies sociales desde la perspectiva de la biología evolucionista, incluyendo, entre los objetos sobre los que recae su estudio, al hombre. Su pretensión era dar una explicación biológica de lo que hasta entonces se encuadraba en los campos de las ciencias sociales y en las humanidades: la ética, la estética, la economía, la guerra, la homosexualidad, la dominación masculina, &c.
En cierto modo, el intento de Wilson no era nuevo, tenía múltiples antecedentes y, entre ellos, el más claro era lo que se ha venido a denominar Etología Popular, cuyos máximos exponentes son Morris (El mono desnudo, El zoo humano), Ardrey (La evolución del hombre: la hipótesis del cazador; El génesis africano), Tiger, Fox, Lorenz (La agresión, el pretendido mal).
Este movimiento empezó a introducir con gran éxito el análisis del hombre como un animal, perteneciente a la especie Homo Sapiens, y, por tanto, como inserto totalmente en el curso de la evolución biológica. Todo esto no ha sido criticado por nadie, lo que sí es criticable es que en estos libros se empezaba a ver una labor justificadora de ciertos comportamientos como la agresividad, la dominación masculina..., se comenzó a desbordar el estudio estrictamente biológico para empezar a usar la biología como una legitimadora de ciertos aspectos ideológicos y culturales de nuestra sociedad. De esto al surgimiento de la Sociobiología con Wilson y a su expansión de corte genetista con Dawkins y otros había ya sólo un paso.
Podemos definir la Sociobiología como la pretensión de convertir las explicaciones de cualquier fenómeno humano en una rama de la biología, y, en un paso más radical, de la genética.
Pero esto no es todo, consecuencia de ello se llegará a la conclusión de que el hombre está hecho así por naturaleza: agresivo, xenófobo, sexista, clasista, explotador, y, por tanto, todo intento de cambiar la sociedad eliminando estos «males» (desde la Sociobiología jamás serían considerados como tales) sería antinatural y, como tal, abocado al fracaso.
Estamos, pues, ante un uso ilegítimo e ideológico de la biología, y ésta es la tesis que vamos a tratar de defender en este trabajo.
Veremos, en primer lugar, algunos antecedentes del uso ideológico de la biología. Iremos viendo también como se fue gestando la ideología del determinismo biológico, parándonos detenidamente en analizar el último capítulo del libro de Wilson, acabando con la exposición de las críticas y argumentos con los que se han alzado un gran número de biólogos no dispuestos a permitir que el totalitarismo se cubra con el manto de la ciencia.
Vamos a abordar aquí un asunto al que tenemos excesivo respeto: la sociobiología; y si le tenemos ese respeto no es por sus afirmaciones, con las que no estamos en absoluto de acuerdo, sino por el gran peligro que entraña. El determinismo biológico puede parecer una extravagancia en sus formulaciones más groseras, de las que mostraremos párrafos textuales, pero es, sin embargo, una ideología que funcionó y aún hoy está funcionando.
No pretendemos con este artículo desprestigiar la ciencia, todo lo contrario. Pretendemos desenmascarar afirmaciones que pretenden revestirse con el manto legitimador del lenguaje científico para defender prejuicios ideológicos tan peligrosos como el racismo, el sexismo, la xenofobia, la eugenesia..., cayendo en el fascismo más peligroso, cuyas consecuencias pudo observar la humanidad en los penosos acontecimientos que rodearon a la Alemania nazi.
Por eso hemos elegido este tema, para no olvidar que debajo del lenguaje científico se esconden a veces los más horribles fantasmas, y para no olvidar que hay otra ciencia, la que pretendemos exponer también aquí, que se alza contra estas nefastas ideologías. Vaya pues este trabajo con todo nuestro respeto y admiración por la biología, una de las más bellas construcciones humanas.
Pero, ¿qué es la Sociobiología? La sociobiología como tal encontró su primera formulación explícita en 1975 con el libro de Wilson, Sociobiología: la síntesis total. En este trabajo Wilson, un experto en hormigas, hace un análisis de las diferentes especies sociales desde la perspectiva de la biología evolucionista, incluyendo, entre los objetos sobre los que recae su estudio, al hombre. Su pretensión era dar una explicación biológica de lo que hasta entonces se encuadraba en los campos de las ciencias sociales y en las humanidades: la ética, la estética, la economía, la guerra, la homosexualidad, la dominación masculina, &c.
En cierto modo, el intento de Wilson no era nuevo, tenía múltiples antecedentes y, entre ellos, el más claro era lo que se ha venido a denominar Etología Popular, cuyos máximos exponentes son Morris (El mono desnudo, El zoo humano), Ardrey (La evolución del hombre: la hipótesis del cazador; El génesis africano), Tiger, Fox, Lorenz (La agresión, el pretendido mal).
Este movimiento empezó a introducir con gran éxito el análisis del hombre como un animal, perteneciente a la especie Homo Sapiens, y, por tanto, como inserto totalmente en el curso de la evolución biológica. Todo esto no ha sido criticado por nadie, lo que sí es criticable es que en estos libros se empezaba a ver una labor justificadora de ciertos comportamientos como la agresividad, la dominación masculina..., se comenzó a desbordar el estudio estrictamente biológico para empezar a usar la biología como una legitimadora de ciertos aspectos ideológicos y culturales de nuestra sociedad. De esto al surgimiento de la Sociobiología con Wilson y a su expansión de corte genetista con Dawkins y otros había ya sólo un paso.
Podemos definir la Sociobiología como la pretensión de convertir las explicaciones de cualquier fenómeno humano en una rama de la biología, y, en un paso más radical, de la genética.
Pero esto no es todo, consecuencia de ello se llegará a la conclusión de que el hombre está hecho así por naturaleza: agresivo, xenófobo, sexista, clasista, explotador, y, por tanto, todo intento de cambiar la sociedad eliminando estos «males» (desde la Sociobiología jamás serían considerados como tales) sería antinatural y, como tal, abocado al fracaso.
Estamos, pues, ante un uso ilegítimo e ideológico de la biología, y ésta es la tesis que vamos a tratar de defender en este trabajo.
Veremos, en primer lugar, algunos antecedentes del uso ideológico de la biología. Iremos viendo también como se fue gestando la ideología del determinismo biológico, parándonos detenidamente en analizar el último capítulo del libro de Wilson, acabando con la exposición de las críticas y argumentos con los que se han alzado un gran número de biólogos no dispuestos a permitir que el totalitarismo se cubra con el manto de la ciencia.
Sociobiología I
En el presente trabajo, que he decidido reproducir por capítulos en el blog para facilitar su lectura, voy a abordar una exposición de la ideología del determinismo biológico, siguiendo, para sus antecedentes, a los principales especialistas en la materia, como lo son Gould, Lewontin y cia., y dedicando gran parte del estudio a la figura, absolutamente nefasta, de Wilson.
Vaya por delante, en este primer capítulo, la bibliografía básica y findamental.
Bibliografía
Eliott Sober, Filosofía de la biología, Alianza, 1996.
Mario Bunge, Relación entre la sociología y la filosofía, Edaf, 2000.
Desmond Morris, El zoo humano, RBA, 1993. El mono desnudo, Plaza & Janés, 1969.
Lewontin, Rose y Kamin, No está en los genes. Crítica del racismo biológico, Editorial Grijalbo, 1984.
Stephen Jay Gould, La falsa medida del hombre, Editorial Crítica, 1981.
Robert Ardrey, La evolución del hombre: la hipótesis del cazador, Alianza Editorial, 1976.
Antonio Damasio, El error de Descartes, Editorial Crítica, 1994.
Scott F. Gilbert, Biología del desarrollo, Editorial Omega, 1985.
Richard Dawkins, El gen egoísta, Biblioteca científica Salvat, 1993.
E. O. Wilson, Sociobiología: la nueva síntesis, Editorial Omega, 1975.
Vaya por delante, en este primer capítulo, la bibliografía básica y findamental.
Bibliografía
Eliott Sober, Filosofía de la biología, Alianza, 1996.
Mario Bunge, Relación entre la sociología y la filosofía, Edaf, 2000.
Desmond Morris, El zoo humano, RBA, 1993. El mono desnudo, Plaza & Janés, 1969.
Lewontin, Rose y Kamin, No está en los genes. Crítica del racismo biológico, Editorial Grijalbo, 1984.
Stephen Jay Gould, La falsa medida del hombre, Editorial Crítica, 1981.
Robert Ardrey, La evolución del hombre: la hipótesis del cazador, Alianza Editorial, 1976.
Antonio Damasio, El error de Descartes, Editorial Crítica, 1994.
Scott F. Gilbert, Biología del desarrollo, Editorial Omega, 1985.
Richard Dawkins, El gen egoísta, Biblioteca científica Salvat, 1993.
E. O. Wilson, Sociobiología: la nueva síntesis, Editorial Omega, 1975.
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