«Si el hombre hubiese nacido de un ángel caído, la situación
contemporánea sería tan carente de solución como de explicación.
Nuestras guerras y atrocidades, nuestros crímenes y querellas, nuestras
tiranías e injusticias, podrían atribuirse a nada más que peculiares
realizaciones humanas. y tendríamos un nítido retrato como un ser
degenerado, dotado al nacer del tesoro de la virtud y cuyo único talento
notable ha sido despilfarrarlo. Pero nosotros provenimos de monos
avanzados, no de ángeles caídos, y los monos eran matadores armados,
además. Así, ¿de qué nos asombraremos? ¿De nuestros crímenes y matanzas,
de los misiles y de nuestros ejércitos irreconciliables? ¿O de nuestros
tratados –cualquiera que sea su valor–, de nuestras sinfonías –por
raramente que se las ejecute–, de nuestros terrenos pacíficos –por muy
frecuentemente que se los convierta en campo de batalla–, de nuestros
sueños –por raramente que se realicen? El milagro del hombre no es hasta
qué punto se ha hundido, sino cuán magníficamente se ha elevado. Se nos
conoce entre las estrellas por nuestros poemas, no por nuestros
cadáveres.»
Robert Ardrey, "El genesis africano"
Por un 2014 lleno de felices excepciones y grandes milagros. Felices fiestas a todos,
Violeta
Datos personales
- Dr Violeta Varela Álvarez
- London, United Kingdom
- Investigadora en el Instituto de Estudios Medievales y Renacentistas de la Universidad de Salamanca y en el Centro de Estudios Clásicos y Humanísticos de la Universidad de Coimbra. Doctora en filosofía por la Universidad de Salamanca (Febrero de 2008). Autora de cinco libros: "Una revolución hacia la nada" (2012), "Don Quijote de la Mancha: literatura, filosofía y política" (2012) "Destino y Libertad en la tragedia griega" (2008), "Contra la teoría literaria feminista" (2007) y "El mito de Prometeo en Hesíodo, Esquilo y Platón: tres imágenes de la Grecia antigua" (2006). Ha publicado varios trabajos en revistas académicas sobre asuntos de literatura, filosofía y teoría literaria. En su carrera investigadora ha trabajado y estudiado en las universidades de Oviedo, Salamanca y Oxford. Fundamentalmente se ha especializado en la identificación y el análisis de las Ideas filosóficas presentes en la obra de numerosos clásicos de la literatura universal, con especial atención a la literatura de la antigüedad greco-latina y la literatura española.
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- Acerca de mí
- "El mito de Prometeo en Hesíodo, Esquilo y Platón: tres imágenes de la Grecia Antigua" (2006)
- "Contra la teoría literaria feminista" (2007)
- "Destino y Libertad en la tragedia griega" (2008)
- "Una revolución hacia la nada" (2012)
- "Don Quijote de la Mancha: Literatura, Filosofía y Política" (2012)
No es que esto sea Ítaca, pero verás que es agradable
No es que esto sea Ítaca, pero verás que es agradable
Si amas la literatura y adoras la filosofía, éste puede ser un buen lugar para atracar mientras navegas por la red.
Aquí encontrarás acercamientos críticos de naturaleza filosófica a autores clásicos, ya sean antiguos, modernos o contemporáneos; críticas apasionadas de las corrientes más "totales" del momento: desde la moda de los estudios culturales hasta los intocables estudios "de género" o feministas; investigaciones estrictamente filosóficas sobre diversas Ideas fundamentales y muchas cosas más. Puede que hasta os echéis unas risas, cortesía de algún autor posmoderno.
Ante todo, encontraréis coherencia, pasión, sinceridad y honestidad, antes que corrección política, retóricas complacientes y cinismos e hipocresías de toda clase y condición, pero siempre muy bien disimuladas.
También tenemos la ventaja de que, como el "mercado" suele pasar de estos temas, nos vengamos de él hablando de algunos autores con los que se equivocó, muchísimos, ya que, en su momento, conocieron el fracaso literario o filosófico y el rechazo social en toda su crudeza; y lo conocieron, entre otras cosas, porque fueron autores muy valientes (son los que más merecen la pena). Se merecen, en consecuencia, el homenaje de ser rehabilitados en todo lo que tuvieron de transgresor, algo que, sorprendentemente, en la mayoría de los casos, sigue vigente en la actualidad.
En definitiva, lo que se ofrece aquí es el sitio de alguien que vive para la filosofía y la literatura (aunque, sobre todo en el caso de la filosofía, se haga realmente duro el vivir de ellas) y que desea tratar de ellas con respeto y rigor, pero sin perder la gracia, porque creo que se lo debemos, y si hay algo que una ha aprendido de los griegos es, sin duda, que se debe ser siempre agradecido.
Si amas la literatura y adoras la filosofía, éste puede ser un buen lugar para atracar mientras navegas por la red.
Aquí encontrarás acercamientos críticos de naturaleza filosófica a autores clásicos, ya sean antiguos, modernos o contemporáneos; críticas apasionadas de las corrientes más "totales" del momento: desde la moda de los estudios culturales hasta los intocables estudios "de género" o feministas; investigaciones estrictamente filosóficas sobre diversas Ideas fundamentales y muchas cosas más. Puede que hasta os echéis unas risas, cortesía de algún autor posmoderno.
Ante todo, encontraréis coherencia, pasión, sinceridad y honestidad, antes que corrección política, retóricas complacientes y cinismos e hipocresías de toda clase y condición, pero siempre muy bien disimuladas.
También tenemos la ventaja de que, como el "mercado" suele pasar de estos temas, nos vengamos de él hablando de algunos autores con los que se equivocó, muchísimos, ya que, en su momento, conocieron el fracaso literario o filosófico y el rechazo social en toda su crudeza; y lo conocieron, entre otras cosas, porque fueron autores muy valientes (son los que más merecen la pena). Se merecen, en consecuencia, el homenaje de ser rehabilitados en todo lo que tuvieron de transgresor, algo que, sorprendentemente, en la mayoría de los casos, sigue vigente en la actualidad.
En definitiva, lo que se ofrece aquí es el sitio de alguien que vive para la filosofía y la literatura (aunque, sobre todo en el caso de la filosofía, se haga realmente duro el vivir de ellas) y que desea tratar de ellas con respeto y rigor, pero sin perder la gracia, porque creo que se lo debemos, y si hay algo que una ha aprendido de los griegos es, sin duda, que se debe ser siempre agradecido.
lunes, 30 de diciembre de 2013
domingo, 25 de agosto de 2013
La civilización de los Hiperbóreos: un ejemplo de pensamiento utópico griego.
I. Introducción:
diferencias entre el Pensamiento Utópico y el Pensamiento
Filosófico.
Muy brevemente
quisiera comenzar este artículo señalando que, desde un punto de
vista estricto, convendría diferenciar muy bien los relatos utópicos
de las filosofías normativas en materia política. Pretendo, pues,
huir de interpretaciones como las de Burckhardt (2005: 291):
“Entre
tanto, la filosofía no se reducía a escribir y a hablar sobre el
estado en general y en particular, de tal suerte que con el tiempo
ningún filósofo de prestigio dejó de tener su Perì
Politeías (acerca del Estado), sino
que trazó cuadros ideales, utópicos, del estado tal como debía
ser, una empresa para la que no podía estar mejor preparada la
fantasía griega”.
La
consideración de las obras políticas platónicas y aristotélicas
como “fantasías” no podría ser más equivocada. Las críticas
de Burckhardt hacia la filosofía política griega van in
crescendo durante todo el capítulo que
dedica a la consideración objetiva de las formas políticas, (2005:
290-298), pero dejaré aquí mi mención a Burckhardt para continuar
con lo que me he propuesto analizar en este apartado.
Existe una gran
diferencia entre la creación literaria de un mundo distinto al
realmente implantado, donde además la felicidad y la abundancia
suelen estar siempre presentes, y la filosofía política de corte
programático como pudiera ser la de Platón, Kant, Marx, etc.
La
filosofía política parte siempre de un análisis crítico de la
Realidad vigente. Las propuestas normativas en materia política de
Platón o Kant, por seguir con los mismos ejemplos, nada serían si
no tenemos en cuenta los análisis críticos llevados a cabo por
estos filósofos a lo largo de toda su obra teórica. No se trata de
fantasías situadas en geografías imaginarias o imprecisas, sino de
férreas organizaciones sociales acordes al sistema filosófico del
autor de las mismas. En la República
de Platón hallamos presentes todos los elementos que interesaban al
autor y que había sometido al análisis filosófico en el resto de
sus obras: la Justicia, la Virtud, la Educación, … todo lo que es
objeto de regulación proviene de una crítica sistemática a las
instituciones realmente implantadas.
Es cierto que éste
es un paso, el de ofrecer una regulación alternativa a la vigente,
que no todos los filósofos han dado, el paso del ser al deber ser, y
también es cierto que autores como Spinoza o Hegel denunciaron la, a
su juicio, inutilidad de tales planteamientos, pero no por ello
debemos dejar de constatar el enfoque sistemático presente en todas
estas propuestas.
Es
más, casos como el de Platón son todavía mucho más claros, ya que
la República
nos
pone delante a un Platón más próximo a Maquiavelo que a Tomás
Moro o a cualquiera de las utopías clásicas1.
Sólo basta echar un vistazo al libro III para comprender la astucia
de un Platón que sabe que los Mitos son el mayor medio de
manipulación del pueblo griego, algo que la experiencia del Imperio
Marítimo Ateniense les había enseñado (recordemos que Atenas
confiscaba tierras en nombre de la diosa Atenea y reivindicaba
autoridad sobre las colonias jonias explotando antiguos relatos
míticos).
La
Filosofía no inventa mundos, realiza una demoledora crítica de lo existente para construir sus
conceptos normativos sobre las cenizas de la realidad. Nadie
reflexionó tanto sobre el modelo de vida de la pólis
ateniense
como Platón, gracias a sus libros conocemos detalles sobre comidas,
costumbres, pautas pedagógicas, etc. Platón elabora sobre este
exhaustivo análisis crítico un Estado ideal, construido desde las
Ideas, que, curiosamente, recuerda mucho a la Esparta descrita por
Jenofonte, otro discípulo de Sócrates. Esto
no es algo que deba pasarse por alto, sobre todo si tenemos en cuenta
el momento histórico de la pólis
ateniense. Las posiciones políticas que miraban con admiración al
Estado espartano debieron gozar de muy poco aprecio entre el pueblo
ateniense que conoció de la mano de los Lacedemonios la humillación
de la derrota y la imposición de una dictadura tras sucumbir frente
a ellos en la Guerra del Peloponeso.
Un Estado ideal, el
platónico, que éste intentó imponer a toda costa en Sicilia, por
lo que ni siquiera puede decirse con propiedad léxica que se tratase
de un proyecto utópico.
De acuerdo a las
teorizaciones marxistas podrían distinguirse dos valoraciones muy
distintas del pensamiento utópico. En la tradición más estricta y
ortodoxa tendríamos a Marx y a Engels con su caracterización
peyorativa de lo utópico como irrealizable, ilusorio y, en
consecuencia, reaccionario. Contra esta interpretación se han alzado
autores, ya marxistas, ya muy próximos al marxismo, como Bloch y
Marcuse, que ven en la utopía una forma revolucionaria de plantear
alternativas a lo políticamente implantado. Quizás la respuesta
consista en no tomar ambas interpretaciones como excluyentes y
afirmar la posibilidad de que la utopía puede ser en muchos autores
una forma de revolución y crítica frente a lo establecido a través
de la puesta en escena de modelos socio-políticos radicales.
Por pensamiento o
relato utópico voy a entender lo siguiente:
Se trata de modelos
o contramodelos político-sociales que alcanzan su significado pleno
en contraste con la realidad vigente en ese momento histórico [el
del relato]. Sus fines son fundamentalmente de tres tipos:
- Críticos: se trata de ofrecer un contraste negativo con respecto a la estructura socio-política vigente. La sociedad real queda por debajo de la mítica en cuestiones de leyes, justicia, organización social, régimen político. Es el caso del Mito de las Edades en autores como Hesíodo (mientras que en la versión ovidiana sería ya simplemente un tópico literario).
- De refuerzo: En este caso se trata de hacer ver lo positivo de lo existente. El Mito funcionaría como contraejemplo. Es el caso del mito de los Cíclopes en Odisea, IX.
- Escapistas: su función es únicamente la de ofrecer una sociedad ideal para deleite de la imaginación. No se trata estrictamente de una alternativa política sino de la expresión de los sueños de una sociedad o de cierta clase perteneciente a ella. Éste es el caso, a mi juicio, del relato que me dispongo a analizar.
Otra
característica a tener en cuenta en el análisis del concepto de
civilización utópica es que remiten a un futuro o pasado ideales.
Relatos como el de los Hiperbóreos se encuentran muy cerca de Mitos
como el de la Edad de Oro, pero infinitamente lejos de un análisis
filosófico de carácter normativo como el presentado en la República
por Platón.
Finalizada esta
pequeña introducción es hora de pasar al análisis concreto del
relato en cuestión.
II.
La civilización de los hiperbóreos.
II.1- El relato y sus fuentes en la literatura griega clásica.
Las referencias a
una civilización hiperbórea podemos encontrarlas en varios autores
clásicos desde Píndaro y Alceo a Baquílides y Diodoro. Es este
último el que más se extiende en su relato y cita como fuente
principal a Hecateo de Abdera y luego a Herodoto3.
Otras fuentes son Calímaco (In
Delum
[4] 293-295,
Aetia Frag.
186 Pfeiffer, Apolo
[2]
5), Apolodoro (2.5.11), Apolonio Rodio (El
viaje de los Argonautas,
4. 610-650), Plinio ( al que cito más adelante), entre otros.
Yo me centraré
fundamentalmente en la versión de Hecateo relatada por Diodoro
Sículo. Lo primero a lo que habré de hacer referencia es al porqué
de la consideración de los Hiperbóreos como relato utópico y no
exclusivamente mítico.
Fundamentalmente,
las razones para ello descansan en la presentación de tal sociedad
como realmente existente y caracterizada por un sistema legal y
político perfecto. Para Plinio era imposible dudar de la existencia
de los Hiperbóreos (Historia Natural, 4.12.88).
En cuanto a la
existencia postulada por las fuentes antiguas, ha hecho que muchas
investigaciones tengan en cuenta los datos de este relato para
establecer los orígenes culturales y geográficos del Culto a Apolo,
ya que los Hiperbóreos gozan de una relación privilegiada con el
dios.
La ubicación
geográfica de este pueblo no es fácil y los expertos postulan
varios enclaves como posibles. En realidad, la estructura del relato
y su contenido hace pensar en una civilización mítica, cuya
existencia efectiva no andaría muy lejos de la de los Feacios en
Odisea.
La caracterización
de esta sociedad es ciertamente mítica: relación privilegiada con
los dioses, fertilidad, dobles cosechas, ausencia de trabajo y de
mortalidad, sus gentes se dedican a actividades artísticas como la
danza y el baile... Estos rasgos los encontramos en diversos relatos,
desde el Mito hesiódico de la Edad de Oro (Trabajos y Días,
v. 106 y ss.) hasta la descripción homérica de la Civilización
Cíclope en Odisea, IX, 82-115.
A continuación veré
con detenimiento el relato tomando como fuente principal a Diodoro
(lugar citado), si bien no dejaré de considerar las otras versiones.
El
Mito es atribuido por Diodoro a Hecateo de Abdera, supuesto autor de
una obra Sobre los Hiperbóreos,
que situaría geográficamente a tal prodigio de sociedad en una isla
frente a la Céltica.
Se trata de una
región fértil, productiva, de buen clima, que produce dobles
cosechas al año y en la que honrarían a Apolo por ser la región
natal de su madre Leto. Existiría en la isla un templo esférico
dedicado a Apolo al que servirían como sacerdotes. La mayoría de
los habitantes de la ciudad sagrada del dios son citaristas. Tienen
un idioma propio y mantienen relaciones de concordia con los griegos,
especialmente atenienses y délicos. Desde su territorio la luna no
sólo presenta mayor cercanía a la tierra, sino que hace visibles
unas protuberancias semejantes a cúmulos de tierra. Cada ciclo de
ajuste de los astros, 19 años, Apolo se presenta en la Isla,
participando en danzas, cantos y recitales. El gobierno es de
carácter hereditario y pertenece al linaje de Bóreas.
Este es el relato
del Mito según nos lo transmite Diodoro Sículo. Es realmente breve
pero, afortunadamente, no es la única noticia que poseemos acerca de
tal sociedad. Posteriormente completaremos el dibujo de los
hiperbóreos recurriendo a otras fuentes griegas como Píndaro,
Alceo, Baquílides o Herodoto.
El relato presenta
las siguientes características tópicas:
- Geografía indeterminada y fantástica.
- Ambiente social gobernado por la paz.
- Reinado pacífico y justo.
- Ideal de autosuficiencia o autárquico4.
- Vida sencilla dedicada a la divinidad, con la que se está en perfecta sintonía, y a las actividades más nobles, como la música, la composición de himnos, la danza.
Graves,
al tratar de clarificar la historia de Apolo, manifiesta que éste
fue postulado como hijo de los hiperbóreos e identifica la
localización indicada por Hecateo (Biblioteca
histórica) con los británicos,
considerándolos, en cambio, libios el poeta Píndaro. (Odas
Píticas x. 50-55).
Se les asociaba con
el Culto de Delos que abarcaba el sureste hasta Nabatea y Palestina y
el Noreste hasta Bretaña. Diodoro Sículo señala que existía una
fluida relación entre los pueblos que practicaban el culto.
Píndaro cuenta como
Apolo sacrificó entre los hiperbóreos una considerable cantidad de
asnos. Tal historia anima a Graves a señalar el Mito de los
Hioperbóreos como correlato de la historia oriental del “Niño
Horus” y su victoria sobre Set, que los egipcios celebraban
sacrificando asnos salvajes arrojándolos por un precipicio. Pitón
ocuparía el papel de Set en la Mitología griega.
Para Graves, la
historia del combate entre Apolo y Pitón por el control de Delfos
tendría como desencadenante el subsanar la introducción de un Apolo
Esminteo, de aspecto de ratón y equivalente al dios cananeo de la
curación Esmún, por parte de Helenos del Norte hostiles a Grecia
central y el Peloponeso y aliados de los tracio-libios que se
apoderaron de los centros oraculares en los que, como en Delfos, aún
persistiría el Culto a la Diosa Tierra encarnado en un animal
ctónico como lo era la serpiente. Los invasores habrían accedido a
identificar su culto con el Apolo-Horus hiperbóreo, produciéndose
así el sincretismo religioso y el consiguiente Mito. Además se
instituyeron unos juegos anuales en honor de Pitón y se mantuvo a su
sacerdotisa en el templo.
Siguiendo con los
paralelismos, Graves señala que Leto, la diosa-Luna de Delos, sería
la misma divinidad que Brigit, triple diosa hiperbórea, representada
también en la Mitología egipcia por la diosa-Luna Isis o Lat,
amante de Osiris, padre de Horus.
La
civilización de los Hiperbóreos también tiene presencia en la
mitología que rodea al Rey de Bromio, en Macedonia, Midas5.
Al parecer un sátiro perteneciente al séquito de Dioniso, Sileno,
tras ser descubierto dormido en los jardines del Rey habría sido
conducido ante Midas al que le dio noticia de un continente
transoceánico con grandes ciudades en las que sus habitantes vivían
ajenos a toda preocupación, gozaban de gran longevidad, a la par que
de gran tamaño, y poseían el mejor de los sistemas legales. Al
parecer se organizó una expedición de diez millones de hombres en
busca de la tierra de los hiperbóreos, cuya excelencia provocó la
indignación de los expedicionarios.
Eliade también
trata de la importancia de los hiperbóreos a la hora de esclarecer
los orígenes del culto a Apolo en Grecia. Señala, en primer lugar,
que la referencia más antigua que de ellos tenemos es por un poema
de Alceo (600 a.C.) resumido por Hiberio, un rétor tardío del siglo
IV d. C.
Al parecer, Zeus
encargó a Apolo la tarea de dotar de leyes a los helenos pero éste,
en vez de cumplir con la labor encomendada, se retiró durante un año
al país de los hiperbóreos, regresando sólo por las constantes
invocaciones que se le hacían desde Delfos. A partir de entonces, la
divinidad se repartió pasando el invierno, de tres meses, con los
hiperbóreos y regresando a Delfos con la primavera, lo que indica
que se trata de un Mito etiológicio relacionado con los ciclos de la
vegetación y la fertilidad. En su ausencia, del reinado de Delfos se
ocupaba Dioniso.
Eliade concluye que
ya para los antiguos estaba claro que dicho país pertenecía a la
geografía mítica, al igual que sus habitantes libres de
enfermedades y vejez. De ellos el poeta afirmaba que podían alcanzar
la edad de mil años sin trabajar ni luchar, sólo ocupándose de la
danza y de la música (frag., 272, Bowra).
Baquílides (III,
59) cuenta que Apolo recompensó la piedad de Creso y sus hijos
llevándolos a vivir entre estas gentes.
II.2- Análisis crítico del Mito de los Hiperbóreos.
Conocidas las
referencias al mito presentes en la literatura griega, ¿qué
conclusiones pueden extraerse de tan diverso material?
He de decir que en
este relato encontramos elementos de dos distintos tipos:
- Elementos míticos. Aquí es donde entran fundamentalmente la mayoría de los tópicos mencionados en el apartado anterior. Se trata fundamentalmente de un Mito escapista y etiológico. Sirve para explicar, en una fase primitiva y en sus versiones más antiguas, los ciclos de la vegetación. En Diodoro, en cambio, lo que explica es de naturaleza astronómica. Este hecho muestra el avance científico experimentado en Grecia, el cambio de una sociedad agraria a una sociedad que descollará en ciencia y filosofía. Apolo se convertirá en Diodoro en el gran relojero que todavía postulaba la Física de Newton.
- Elementos utópicos. Siendo coherente con mi definición del pensamiento utópico sólo tendrán cabida en este apartado las referencias de naturaleza socio-política. Se trata de un relato que nos muestra una sociedad perfecta en lo que respecta a su ordenamiento legal y a su gobierno en manos de los descendientes de Bóreas. Consecuencia de dicha organización los habitantes pueden dedicarse exclusivamente a actividades artísticas y a cultivar sus relaciones con la divinidad. En cuanto a las dificultades de realización de tal sociedad, el mismo Píndaro las convierte en metáfora (característica habitual de los relatos utópicos, como ya he dicho) cuando señala que nadie puede descubrir el camino que lleva hacia los juegos de los hiperbóreos (Odas Píticas, x, 50-55).
Desde
luego se trataría de un mito muy antiguo, ya que es fundamentalmente
agrícola no sólo por los fenómenos que explica (lo de Diodoro
parece un añadido posterior al cuerpo principal del mito), como la
llegada de la primavera, sino por la sociedad que retrata, una
sociedad basada en la agricultura de recolección, si tenemos en
cuenta la distinción realizada por H. Jeanmaire sobre la que llama
la atención Vernant en Mito
y pensamiento en la Grecia antigua6.
Veamos
a continuación la señalada caracterización de la actividad
agrícola, que era de dos tipos:
- Arboricultura: estamos ante una extensión de la agricultura de recolección. Los frutos que obtiene el trabajador aparecen como regalados por la propia naturaleza. Llevaba asociada ciertas divinidades que a su vez estaban relacionadas con la obtención de riquezas. Tales divinidades eran denominadas polygetheîs y eran las Horas, las Carites y los Oinotropoi.
Tales deidades se
hallan excluidas en obras como las de Hesíodo, apareciendo
únicamente como participantes en el acicalamiento y embellecimiento
de Pandora.
- Agricultura relacionada con el cultivo de cereales: requiere de un gran trabajo. La tierra aquí es una tierra árida y dura a la que hay que arrancarle los frutos con gran sufrimiento. La divinidad que se le asocia es Deméter; son los denominados trabajos de Deméter, los cuales no son concebibles sin el trabajo humano.
Aquí las riquezas y
los frutos no se hallan garantizados, lo único que se encuentra
garantizado es un cierto orden y una cierta regularidad que, si son
bien conocidos y observados, garantizan un buen resultado.
Ser labrador
significa someterse a los estrictos ciclos que la naturaleza impone
con su ley, por eso este trabajo implica una elevada conciencia de
estar sometido a las leyes de la divinidad, llevando asociada también
una determinada moral y una particular forma de vida estricta y
austera. El trabajo toma la forma de “experiencia religiosa”, se
convierte en un valor por sí mismo y lleva asociado también el
valor de la justicia: la única manera de obtener frutos es trabajar
sometiéndote siempre a la ley, a la ley de los campos, pedíon
nómos, en la cual se hallan implicados tanto valores
teológicos como estrictas normas morales y pautas agrícolas muy
fijadas.
El
Mito de los hiperbóreos retrataría, pues, el mundo soñado de una
sociedad como la griega que se caracterizaba precisamente por lo
diametralmente opuesto a la civilización de estos míticos seres, a
saber, el trabajo duro que se requería para arrancar cualquier clase
de fruto a la difícilmente trabajable tierra helénica, las
constantes luchas intestinas en que se debatió Grecia durante toda
su historia incapaz de alcanzar una organización política estable,
el afán codificador que atormentó a los griegos del siglo VII a.C.
incapaces de dar solución a los problemas sociales que surgían en
el seno de sus ciudades-Estado, el Ideal de la salud y la longevidad
muy presente en una sociedad que desarrolló importantes
conocimientos médicos. Lo hiperbóreos suponían la negación de
toda esta dura existencia. Sólo hay que comparar su agricultura con
la descrita por Hesíodo en Trabajos y
Días para darse cuenta del contraste.
Ésta es, pues, la
naturaleza del relato que he abordado en esta contribución: un
relato de naturaleza mítica y utópica (no siempre ambas
características van unidas) que cumpliría una función escapista
representando la negación de todos los males que acecharon a la
civilización griega clásica. Gracias a relatos como el de los
hiperbóreos podemos llegar a saber más de la civilización griega,
porque una buena forma de conocer a una sociedad es saber más de sus
sueños, de sus fantasías y de su imagen de la felicidad y la
perfección.
III. Bibliografía.
III.1- Textos básicos.
Apolodoro
(1985), Biblioteca,
introducción de Javier Arce, traducción y notas de margarita
Rodríguez de Sepúlveda, Madrid, Gredos.
Apolonio
de Rodas (1983), El viaje de los
Argonautas, Edición y traducción de
Carlos García Gual, Madrid, editora Nacional.
Baquílides
(1988), Odas y fragmentos,
Introducción, traducción y notas de Fernando garcía Montero,
Madrid, Gredos.
Calímaco (1987),
Fragmentos, Himnos y epigramas, 2 volúmenes, Edición de
Rudolfus Pfeiffer, Oxford.
Diodoro
Sículo (2001), Biblioteca histórica,
introducción, traducción y notas de Francisco Parreu, Madrid,
Gredos.
Hesíodo
(2000), Trabajos y días,
introducción, traducción y notas de Aurelio Pérez Jiménez y
Alfonso Martínez Díez, Madrid, Gredos.
Homero
(1993), Odisea,
traducción de José Manuel Pavón, Madrid, Gredos.
Jenofonte
(1973), La república de los
Lacedemonios, Edición, traducción,
notas y estudio preliminar de María Rico, Madrid, Instituto de
Estudios políticos.
Píndaro
(2000), Obra completa,
introducción, traducción y notas de Emilio Suárez de la Torre,
Madrid, Cátedra.
Píndaro
(1947), Odas y fragmentos,
Editado por C. M. Bowra, Oxford.
Platón
(1986), República,
Introducción, traducción y notas de Conrado Eggers Lan, Madrid,
Gredos.
Plinio
(1966-1976), Historia Natural,
2 volúmenes, traducción y notas por Francisco Hernández, México,
Universidad nacional de México.
III.2- Bibliografía secundaria.
Bloch,
E. (2000), The spirit of Utopia,
traducción al inglés de A. Nassar, Stanford University Press.
Boardman,
J., Griffin, J., Murray O. [directores] (1988), Historia
Oxford del Mundo clásico, versión
española de Federico Zaragoza, Madrid, Alianza.
Bridgman,
T. P. (2005), Hyperboreans: Myth and
History in Celtic-Hellenic Contacts,
Nueva York y londres, Routledge.
Bueno,
G. (1995), ¿Qué es la filosofía?,
Oviedo, Pentalfa.
Burckhardt,
J. (2005), Historia de la cultura
griega, traducción de Antonio Tovar y
Germán J. Fons, Barcelona, RBA.
Eliade,
M. (2004), Historia de las creencias y
las ideas religiosas, traducción de
Jesús Valiente, Barcelona, RBA, [1976].
Graves,
R. (2005), Los Mitos griegos,
prólogo de Carlos García Gual, traducción de Esther Gómez Parro,
Barcelona, RBA.
Marx,
K., Engels, F. (1974), Tesis sobre
Feurbach y otros escritos filosóficos,
Barcelona, Grijalbo.
Quintanilla,
M. [director] (1985), Diccionario de
filosofía contemporánea, Salamanca,
Sígueme, 3ª.
Varela
Álvarez, V. (2006), El Mito de Prometeo
en Hesíodo, Esquilo y Platón: tres imágenes de la Grecia Antigua,
Pontevedra, Mirabel Editorial.
Vernant,
J-P. (2001), Mito y pensamiento en la
Grecia Antigua, traducción de Juan
Diego López, Barcelona, Ariel.
1
Varela Álvarez (2006).
2
La Metodología citada se
encuentra explicitada en el Libro VII de la República,
en el famoso Mito de la Caverna, y consiste en analizar la Realidad
regresando a las Ideas fundamentales que subyacen a ella, para
después de realizada tal labor crítica, progresar de nuevo para
emprender la labor constructora sin problemas ya de falsedades ni de
contradicciones.
3
Las referencias son las
siguientes:
Herodoto,
Historias, Libro IV, capítulos 13, 32, 33, 34, 35 y 36.
Píndaro,
Odas Píticas, x, 50-55 y Fragmentos, 272, Bowra.
Baquílides,
Epinicia, 3.59. Diodoro, Biblioteca Histórica, Libro
II fundamentalmente, 47.
En
cuanto a Alceo , se trata del Frag. 301. 1[a] y el 307. 1[c]de la
edición de Lobel y Page, sacado de Himerio, Oración 14.
10-11.
4
La autarquía no es un
ideal político en autores como Platón. Éste tiene muy en cuenta a
la hora de construir el Estado Ideal las relaciones comerciales, el
artesanado, las comunicaciones marítimas. La autarquía era el
ideal de oikos
no de la pólis:
“La ciudad se
constituye en oposición consciente al ideal de una autarquía
individual o familiar”(Vernant, 2001: 264). Para un análisis más
detallado de este y otros puntos de vista ver Varela Álvarez
(2006).
5
Tomo como fuente, de nuevo, a
Graves.
6
H. Jeanmaire, Dionysos. Histoire du culte de Bacchus (París,
1951), pp. 30-33 (apud
Vernant, 2001: 254, nota número 8).
martes, 11 de junio de 2013
La filosofía de la ciencia de Karl Popper
La
Filosofía de la Ciencia de Karl Popper
Lo
primero que he de decir es que la teoría de Popper no ha permanecido
inmutable a través de los años. Es por esto por lo que debo, antes
que nada, presentar la evolución teórica de tan exitoso autor.
-
La falsación y el problema de la demarcación
Su
filosofía de la ciencia es caracterizada por él mismo como un
“deductivismo” o “teoría del método deductivo de contrastar”,
por oposición al “inductivismo” (Popper, 1934/1985: 30). Podría
decirse que a la base de su teoría encontramos dos tesis
principales:
1-
El origen no empírico de las teorías científicas: las teorías
científicas no obedecen a generalizaciones inductivas a partir de
los hechos empíricos, como estableció Bacon, sino que las teorías
se desarrollan deductivamente, sin que los hechos empíricos sean del
todo relevantes. Ya dijo Einstein, en carta a Popper del 11 de
septiembre de 1935: “pienso (como usted, por lo demás) que no se
puede fabricar la teoría a partir de resultados de observación,
sino sólo inventarla” (Popper, 1934/1985: 427).
2-
Los enunciados científicos no son susceptibles de verificación.
Ambas
tesis podrían encontrarse en muchos autores. Dichas tesis dejan a la
ciencia en una situación muy embarazosa ya que hacen surgir el
problema de la demarcación: ¿cómo distinguir lo que es ciencia de
lo que no lo es?, ¿cómo distinguir las construcciones científicas
de las metafísicas o de las teológicas si nos está vedado
recurrir al tribunal de la experiencia?
Popper
creyó que con su doctrina Falsacionista había solucionado el
problema de la demarcación, él incluso propone llamarlo problema de
Kant o de la deducción contrastadora. El problema de la demarcación
aparece en el momento en el que, dadas ya ciertas construcciones
teoréticas, queremos determinar un criterio que permita diferenciar
cuáles son las científicas y cuáles son las no científicas. Tal
problema, tal es la tesis popperiana, sólo alcanzará la agudeza que
le es peculiar una vez que hemos desistido de apelar a la verdad
material, pensando que de esta apelación pueda salir la posibilidad
de obtener un veredicto. Ahora bien, como apunte personal deseo
manifestar que Popper arrebata la cientificidad a lo que Rawls
llamaba “doctrinas comprehensivas”, a costa de relativizar y
negar la posibilidad de la verdad científica. No supo, en mi
opinión, distinguir la ciencia de la religión o la metafísica sin
que la primera no resultase afectada o herida de gravedad. Regresando
a la exposición, otra característica de las teorías científicas
debe ser la coherencia:
“El
requisito de la compatibilidad o coherencia desempeña un papel
especial entre todos los que han de satisfacer los sistemas teóricos,
o los sistemas axiomáticos. Puede considerársele la primera
condición que ha de cumplir todo sistema teórico, ya sea empírico
o no.
[...]Caeremos
en la cuenta de que la importancia que tiene el requisito de
coherencia si nos percatamos de que los sistemas contradictorios no
nos proporcionan ninguna información, pues podemos deducir de ellos
la conclusión que nos plazca [...]. En cambio, un sistema coherente
divide el conjunto de todos los enunciados posibles en dos: los que
le contradicen y los que son compatibles con él (entre estos últimos
se encuentran las conclusiones que se pueden deducir del sistema).”
(Popper, 1934/1985: 80).
Pero
en la medida en que se suponga la posibilidad de sistemas coherentes
que, sin embargo, no son científicos es evidente que la teoría de
Popper tendrá que volverse de alguna manera al material empírico.
Popper comprendió que si el centro de gravedad de las teorías
científicas hay que ponerlo en el momento deductivo de las
construcciones formales entonces no cabe apelar (al modo de Weyl) al
contacto positivo con la materia para obtener un criterio de
demarcación, sino que el único camino lógicamente posible era el
del contacto negativo con la materia, el único camino lógicamente
posible en las coordenadas popperianas era el de la falsación: las
teorías científicas no son nunca verificables empíricamente, sólo
pueden ser falsables.
Es
preciso contrastar las teorías pero la contrastación tiene que ver,
más que con la comparación de la teoría con la experiencia
empírica, con la comparación de la teoría con otras teorías
alternativas. De esta contrastación no podrá resultar la
verificación de alguna teoría frente a otras, pero sí la falsación
de alguna de ellas y la corroboración (tras aquella eliminación) de
las que aún no han sido falsadas, pero que siguen siendo falsables.
Se trata, pienso yo, de un criterio muy débil que reduce la ciencia
a una técnica que más o menos se mantiene útil hasta que una más
competente la relega.
El
criterio de la falsación, en tanto va incluido en el proceso de la
contrastación, ofrecía una perspectiva muy adecuada para recoger
los efectivos procesos sociales e históricos según los cuales se
desenvuelve la investigación científica, pero al igual que autores
como Kuhn, quizás los árboles no les dejaron ver el bosque. Si se
observa la ciencia como un crisol de teorías que se suceden las unas
a las otras es fácil perderse y no atisbar tras ese proceso un
sistema coherente.
Para
Popper, los enunciados básicos de las ciencias no pueden ser
considerados verdaderos o falsos y si los aceptamos es en virtud de
una decisión, aceptación que a su vez está en función de los
fines que determinan la elección de los métodos (Popper, 1934/1985:
256 y 48).
La
finalidad constitutiva de la ciencia consiste en la investigación de
leyes universales susceptibles de organizarse en un sistema teórico
universal que puede dar explicación de todo lo que ocurre (Popper,
1934/1985: 59). Dice Popper:
“El
operacionalismo y el instrumentalismo deben ser reemplazados, según
creo, por el “teorecismo”, si es que puedo llamarlo así; vale
decir, por el reconocimiento del hecho de que siempre operamos dentro
de una completa estructura de teorías y que no aspiramos simplemente
a obtener correlación sino también explicación” (Popper,
1963/1991: 77).
Popper
no pretende tirar por tierra las construcciones metafísicas al modo
positivista. Su objetivo es encontrar un criterio al cual podamos
apelar para diferenciarlas de las construcciones científicas. El
criterio será el de la falsabilidad.
Popper
distingue entre falsabilidad y falsación:
“Tenemos
que distinguir claramente entre falsabilidad y falsación. Hemos
introducido la primera exclusivamente como criterio del carácter
empírico de un sistema de enunciados; en cuanto a la falsación, es
preciso incorporar reglas especiales que determinen en qué
condiciones debemos considerar falsado un sistema.
Únicamente
decimos que una teoría está falsada si hemos aceptado enunciados
básicos que la contradigan. Esta condición es necesaria, pero no
suficiente, pues hemos visto que los acontecimientos aislados no
reproducibles carecen de significación para la ciencia [...]; pero
la daremos por tal si descubrimos un efecto reproducible que la
refute” (Popper, 1934/1985: 82,83).
Con
tales argumentos pretende Popper evitar el dogmatismo positivista,
sin renunciar a los objetivos teóricos universales de la ciencia.
Pero el asunto, por desgracia, no es tan sencillo como lo presenta
nuestro filósofo. Vayamos al caso de Newton, ¿podemos dar por
falsada la Mecánica Clásica por el hecho de que su sistema de
operaciones falla al ser aplicado a cuerpos con movimientos muy
veloces, cercanos a la velocidad de la luz? Un físico como Einstein
contestaría no, un filósofo popperiano habría de contestar sí.
Una
teoría científica se caracterizaría porque, aunque sus tesis no
sean verificables (una teoría científica contiene muchos enunciados
que de hecho no son verificables), es falsable, mientras que una
teoría metafísica no sería falsable. Una teoría, por lo tanto, es
científica porque pudiendo ser falsada resulta no serlo en el
momento en que somete a la prueba de la falsación. La falsación
requiere reglas especiales, como por ejemplo que haya una hipótesis
falsadora que permita un efecto reproductor de la falsación que la
haga intersubjetiva. Consecuencia de todo ello es que las teorías,
que únicamente pueden aspirar a ser corroboradas (bewahrung),
deben estar constantemente sometidas a la prueba de la crítica.
Ahora
bien, esto no es cierto en absoluto. Es muy dudoso pensar en ciertas
construcciones de la Física o la Química modernas como falsables,
ciencias que juegan con contextos operatorios límites difícilmente
constatables empíricamente.
Hay
que dejar claro que las teorías no se constituyen a partir de la
falsabilidad, simplemente es ésta un criterio para solucionar el
problema de la demarcación. La falsabilidad es criterio de
demarcación, no de sentido (Popper, 1934/1985: 40, nota 3).
¿Pueden
encontrarse en Popper características efectivamente constitutivas de
las teorías científicas?, sistemáticamente no, sólo da
pinceladas, pero vamos a señalar en este trabajo las siguientes:
1-
Proposicionalismo: las teorías están constituidas de enunciados y
de conexiones entre enunciados.
2-
Universalismo de los enunciados.
Las
dos características que acabamos de señalar son mantenidas sin
perjuicio de que se señale la imposibilidad de ver las leyes
científicas universales como verdades. Todo ello acaba desembocando
en la teoría popperiana de la ciencia en la postulación de un
tercer mundo en el que residen tanto las leyes como los desarrollos
de sus infinitas consecuencias lógicas – un mundo teriogenérico
aislado frente a otras realidades materiales, una abstracción
metafísica- (Popper, 1972/1988: 74).
En
la teoría de la ciencia de Popper, las teorías científicas no
solamente deberían tener forma universal coherente sino que también
sus proposiciones básicas deben versar sobre materia fisicalista. Lo
importante de la teoría de Popper es que la falsación tiene lugar
en el contexto de una cadena deductiva por medio de la cual, a partir
de proposiciones universales, deducimos enunciados básicos puesto
que, en este caso, la falsación nos llevará a quitar el enunciado
deducido y, modus tollens, a retirar la premisa, con lo que
quedará destruida la coherencia del sistema teórico. La
falsabilidad tiene significación en tanto repercute sobre la
consistencia del sistema y en la medida en que la falta de
consistencia puede hacerse equivalente a la carencia de información.
Podría afirmarse que una ley contiene tanta más información
cuantas más veces puede ser prohibida por las proposiciones básicas.
Pero
el problema sigue ahí: el sistema de Newton, tras ser reincorporado
al sistema de Einstein, puede seguir funcionando de forma autónoma,
sin perjuicio de que el teorema de adición de velocidades y la
concepción tridimensional del Universo con las que opera, hayan
quedado superadas por la Física relativista. Tal hecho evidencia que
a Popper le faltan instrumentos teóricos para poder enfrentarse a la
complejidad de la ciencia moderna, pero sigamos.
El
papel de la hipótesis, en Popper, es importantísimo, siendo sólo
desechables las hipótesis gratuitas, aquéllas que no son
concatenables con los contenidos ya integrados en el cuerpo de la
ciencia. Una hipótesis no especulativa es una hipótesis que forma
parte de una teoría, que se encuentra engranada con la teoría. Las
teorías serán entendidas como constructos formales que desempeñan
el papel de formas alternativas dispuestas para salvar los fenómenos.
Popper
discute la cuestión de la necesidad natural o física de las leyes
científicas, en relación con la universalidad de dichas leyes.
Popper distingue la necesidad natural y la necesidad lógica:
“Podemos
llamar lógicamente necesario a aquello que sea válido en cualquier
mundo concebible” y luego añade “aunque es concebible que la ley
de Newton de la inversa del cuadrado de la distancia sea una
verdadera ley de la naturaleza en algún mundo y que, en esa medida
sea naturalmente necesaria en él, es perfectamente concebible un
mundo en que no fuese válida” (Popper, 1934/1985: 400).
Por
lo tanto, la ley de Newton según la teoría de la ciencia de Popper
no es una ley lógicamente necesaria, aunque pueda ser una ley
natural para algún mundo posible.
La
teoría de Popper pone el lugar en el que puede constituirse la
verdad científica en el proceso formal de construcción de
conceptos, o de enunciados sistemáticos, característico de la
actividad científica. Utiliza una idea de verdad diferente, una idea
que se puede caracterizar como coherencia. Ahora bien, ¿es esta
concepción coherentista de la verdad científica una auténtica
noción de verdad o más bien se trata simplemente de un formalismo
vacío destinado simplemente a evitar contradicciones flagrantes? En
el momento en que los hechos quedan excluidos de la verdad científica
estamos reduciendo la ciencia a una fantasía bien elaborada, pero no
es en modo alguno una noción fuerte de verdad. La realidad es, a mi
juicio, que el teoreticismo popperiano renunció desde el primer
momento a la posibilidad de atribuir a la ciencia la capacidad de
establecer verdades. Popper, lo veremos a continuación, renuncia a
la verdad y la sustituye por la noción, mucho más débil, de la
corroboración.
Podría
considerarse como un antecedente de las posiciones popperianas el
formalismo que David Hilbert llevó a cabo en el terreno de la
matemática. Fueron los físicos relativistas quienes, apoyándose en
su propia práctica científica, defendieron muy pronto posiciones
formalistas. Eran los físicos (Eddington, Milne) a quienes Dingler
llamó “físicos aristotélicos”.
Voy
a dedicar las últimas líneas de este apartado a la corroboración
de las teorías.
“Decimos
que una teoría está “corroborada” mientras sale indemne de las
contrastaciones. La evaluación que afirma la corroboración (esto
es, la evaluación corroboradora) establece ciertas relaciones
fundamentales, a saber, la compatibilidad y la incompatibilidad.
Consideramos a esta última como equivalente a la falsación de la
teoría; pero la compatibilidad por sí sola no puede hacer que
atribuyamos un grado positivo de corroboración a aquélla.”
(Popper, 1934/1985: 248).
En
cuanto al grado de corroboración no depende tanto del número de los
enunciados corroboradores como de la calidad de éstos.
“[...]
lo que determina el grado de corroboración no es tanto el número de
casos corroboradotes como la dureza de las diversas
contrastaciones a las que puede someterse – o se ha sometido-
la hipótesis en cuestión. Pero dicha dureza depende, a su vez, del
grado de contrastabilidad, y, por tanto, de la sencillez de la
hipótesis: la que es falsable en un grado más alto –o sea, la
hipótesis más sencilla- es también la corroborable en grado más
elevado.” (Popper, 1934/1985: 249).
-
La teoría de la verosimilitud
En
Conocimiento Objetivo (1972/1988: 291) Popper nos relata como
Tarski le explicó su teoría de la verdad. Gracias a Tarski se puede
considerar la verdad no como un concepto psicológico, sino como una
relación entre lo lingüístico y la cosa.
Tras
asimilar tal concepción de la verdad, Popper planteará la cuestión
de otro modo, a saber, en términos de verosimilitud. Ahora se
trataría de establecer criterios comparativos entre dos o más
teorías científicas falsables, criterios por los cales pudiera
establecerse no ya la verdad absoluta de alguna, pero sí la
verosimilitud o grado relativo de verdad que pudiera serle asignado a
una teoría científica dada. Ahora la verdad quedará relegada
frente a la noción de verosimilitud.
En
el siguiente apartado ahondaremos más en esta evolución en la
teoría popperiana de la ciencia.
-
Una teoría del conocimiento evolutiva
El
concepto de verdad de Popper en esta última etapa está muy
determinado por la teoría de la evolución. Es en esta fase de su
pensamiento donde culmina una tendencia epistemológica fuerte:
Popper se aleja cada vez más de la teoría de la ciencia para acabar
haciendo epistemología.
A
continuación vamos a hacer una exposición de una conferencia del
autor: Hacia una teoría evolutiva del conocimiento publicada
en el libro Un mundo de Propensiones.
Popper
señala que la teoría del conocimiento debe situarse en el contexto
de la evolución biológica.
El
autor parte de una premisa: Los animales pueden conocer. Esta
proposición supone una auténtica revolución en la teoría del
conocimiento. Habrá quienes crean que decir tal cosa no es más que
una metáfora antropomórfica, pero no es así. Decir que los
animales pueden conocer es una homología (el conocimiento humano y
el conocimiento animal son homólogos) y la homología es una
categoría plenamente legítima en el contexto de la teoría
evolucionista.
Que
los animales puedan conocer no significa que sean conscientes de
ello. En los hombres pasa igual: los hombres no somos conscientes de
todo nuestro conocimiento. Una de las formas en que nuestro
conocimiento inconsciente puede darse es la de expectativas
inconscientes, expectativas de las que podemos llegar a
percatarnos, por ejemplo, cuando fracasan.
“Esto
me lleva a la siguiente formulación: cuando nos sorprendemos de
algún suceso, nuestra sorpresa habitualmente se debe a la
expectativa inconsciente de que iba a suceder algo distinto”
(Popper, 1992: 61).
Ahora
Popper nos presentará diecinueve conclusiones que se derivan de la
premisa inicial (“Los animales pueden conocer”):
1-
El conocimiento posee a menudo el carácter de expectativa.
2-
Las expectativas poseen una forma parecida a las conjeturas o a las
hipótesis puesto que son inciertas.
3-
La mayor parte del conocimiento, sea humano o animal, tiene el
carácter de conjetura, sobre todo el ordinario, relativo a nuestra
vida diaria.
4-
Gran parte de nuestro conocimiento llegará a ser objetivamente
verdadero, es el correspondiente a los hechos objetivos. Tal hecho es
el que posibilita la supervivencia como especie.
5-
Cabe distinguir nítidamente dos conceptos: la verdad de una
expectativa y su certeza. Ambos conceptos llevan dos ideas asociadas:
la idea de verdad y la idea de certeza. Un ejemplo de verdad con
certeza sería la verdad matemáticamente demostrable.
6-
La mayor parte de nuestro conocimiento tiene más de verdad que de
certeza, lo cual nos obliga a enfocar siempre nuestras hipótesis
críticamente, sometiéndolas a una contrastación seria para
desechar su falsedad.
7-
La verdad es verdad correspondencia, esto es, la objetividad de la
verdad viene dada por la correspondencia con los hechos.
8-
La certeza no es objetiva siempre. En la mayoría de los casos la
certeza se corresponde con un sentimiento de confianza en un
conocimiento insuficiente. En estos casos la certeza es un peligro.
Los hombres y los animales son falibles y es importante no perder
esta característica de vista. La ciencia debe aferrarse a los
hechos, a la verdad objetiva, y olvidarse de las modas científicas
[estamos asistiendo a una crítica del concepto de paradigma de Kuhn
y de la sociología de la ciencia]. He aquí lo que Popper dice
textualmente de las modas epistemológicas:
“Como
existe, debemos combatirla; primero en nosotros mismos y sólo
después, quizá, en los demás. Pues mantengo que la ciencia debe
afanarse en la verdad objetiva, en la verdad que depende sólo de los
hechos; en la verdad que se halla por encima de autoridad y arbitrio
humanos, y sin duda por encima de las modas científicas. Algunos
sociólogos no logran comprender que este objetivo es una posibilidad
a la que la ciencia (y, por ende, los científicos) deben aspirar.
Después de todo la ciencia ha aspirado a la verdad al menos
durante dos mil quinientos años.” (Popper, 1992: 65).
9-
En el sentido evolutivo estricto si animales y hombres pueden conocer
también pueden hacerlo las plantas y, en general, todos los
organismos.
10-
Las plantas poseen algo parecido a sensaciones y percepciones y
dichas sensaciones y percepciones generan en ellas respuestas. Además
poseen también algo parecido a órganos sensoriales.
11-
Plantas como el manzano son capaces de responder adecuadamente a los
sucesos y cambios a corto plazo del entorno, capacidad muy similar a
la capacidad animal de respuesta a percepciones a corto plazo, a
experiencias sensoriales.
12-
La distinción entre adaptación a condiciones ambientales
legaliformes a corto y a largo plazo es decisiva. El hecho de poder
responder a las condiciones a corto plazo es también un síntoma de
evolución a largo plazo generación tras generación.
13-
Un ejemplo de respuesta a corto plazo es la del animal que se percata
de la presencia de un depredador y huye. Para ello es fundamental la
vista, al igual que la agudeza visual para identificar al depredador
cuando todavía queda tiempo de emprender la huida.
14-
Todo este conocimiento del entorno forma parte de un conocimiento a
largo plazo adquirido en el proceso de evolución. Los sentidos no
servirían de nada sin el conocimiento de ciertas regularidades
legaliformes. El conocimiento inconsciente del ambiente a largo
plazo, por tanto, debe haber sido previo a la evolución de los
órganos sensoriales, pues aquel (el conocimiento del ambiente) es
precondición de su uso.
15-
El conocimiento no procede de los sentidos, como han pretendido
muchos filósofos, sino que para que los sentidos nos aporten
conocimiento debe haber conocimiento previo:
“Para
poder ver una cosa, hemos de saber lo que son las “cosas”: que
pueden ser localizadas en algún espacio, que unas son móviles y
otras no, que unas tienen importancia inmediata para nosotros y, por
tanto, son más prominentes y serán percibidas, mientras que otras,
menos importantes, jamás penetrarán nuestra conciencia: ni siquiera
tienen que ser percibidas inconscientemente, sino que pueden
simplemente no dejar huella alguna en nuestro aparato biológico”
(Popper, 1992: 69).
Nuestro
aparato biológico es altamente selectivo y para detectar lo
biológicamente relevante se sirve de la adaptación y de la
expectativa, disponiendo de un conocimiento previo de la situación y
de los elementos significativos de ésta. Dicho conocimiento previo
es resultado de la evolución por ensayo y error en situaciones que
constituyen los problemas a ser resueltos en la vida diaria.
16-
Es muy importante recalcar que el conocimiento a largo plazo siempre
precede al conocimiento a corto plazo u observacional. Además, ambos
tipos de conocimiento son hipotéticos: el conocimiento a largo plazo
puede ser sometido a revisión y el conocimiento a corto plazo puede
ser objeto de una mala interpretación.
17-
He aquí la proposición más general y decisiva:
“Toda
adaptación a regularidades ambientales e internas, a situaciones a
largo y a corto plazo, es un tipo de conocimiento, cuya gran
importancia podemos aprender con la biología evolutiva” (Popper,
1992: 71).
18-
Ya que la vida no puede sobrevivir sin adaptación, habrá que
concluir que el conocimiento es tan antiguo como la vida.
19-
El origen y la evolución del conocimiento coinciden con el origen y
la evolución de la vida en el planeta tierra, lo que convierte al
problema del conocimiento en un problema de cosmología.
Hasta
aquí las conclusiones que Popper extrae de la proposición: los
animales pueden conocer. Ahora va a referir todas estas indagaciones
a las tesis que mantuvo en su libro La lógica de la investigación
científica, del que hemos hablado ampliamente en el primer
apartado.
Ya
en dicho libro hablaba de su fascinación por el problema de la
cosmología e indicaba cómo el problema del conocimiento era parte
de aquel problema.
Al
parecer, en algún lugar de la tierra se dieron condiciones
favorables para la aparición de la vida. Las bacterias unicelulares
se extendieron por todo el planeta pero las zonas geográficas tenían
condiciones ambientales muy diversas con lo que la vida tuvo que
librar una dura batalla adaptativa (para Popper esta teoría es mucho
más factible que la teoría de la sopa primitiva).
La
vida es fundamentalmente un proceso químico, un complejo proceso de
oxidación química. Los organismos somos procesos metabólicos,
redes de procesos químicos, de vías químicas altamente activas
enlazadas por la energía. La red de vías químicas de una célula
puede retener y retiene, como parte de la red, vías arcaicas que se
fueron agregando como injertos unas a otras.
Popper
está situándose en acuerdo con las teorías de Florkin y
Wächtershäuser. Fruto de tales teorías, el método darwiniano de
ensayo y error aparece como un método de variación y adición de
vías químicas, siendo siempre la red de vías existente la que
determina qué nuevas variaciones y adiciones son posibles.
De
todo lo dicho se pueden extraer algunas lecciones con respecto a la
teoría del conocimiento. Todo
el conocimiento depende del organismo, de su estructura, de su estado
y de su actividad. El
99% aproximadamente del conocimiento de los organismos es innato y se
encuentra en nuestra constitución bioquímica. Todo nuestro
conocimiento es por lo tanto hipotético, es adaptación a un entorno
que desconocemos en gran parte. El método de adquisición de
conocimientos es el del ensayo y el error pero ocurre que muchas
veces no todos los errores son eliminados y persisten en la
evolución, de ahí lo falible de nuestro conocimiento. La adaptación
al entorno siempre es imperfecta.
Popper
nos presenta en esta conferencia a las teorías científicas como
homólogas a las expectativas y adaptaciones evolutivas.
“En
ciencia, las observaciones (o “datos”) pueden llevar al abandono
de una teoría científica y con ello inducir la condición de una
nueva teoría alternativa: un nuevo ensayo. Pero la nueva teoría es
pensamiento, invención, producto nuestro; muy raras veces es
concebida más que por unos pocos, si bien son muchos los que se
muestran de acuerdo en la refutación de la vieja teoría. Son esos
pocos los que ven el nuevo problema. Ver un nuevo problema
bien puede ser el paso más arduo en la creación de una nueva
teoría” (Popper, 1992: 87).
Popper
está mostrándonos la ciencia como un proceso evolutivo en el que
las teorías serían análogas a organismos que se van seleccionando
según su peor o mejor adaptación al medio. La ciencia debería
guiarse, pues, por dos valores: los de la autocrítica y la verdad.
El lenguaje posibilita la consideración crítica de las teorías,
consideración tras la cual podemos ajustar dichas teorías para que
se acerquen cada vez más a la verdad, a la correspondencia con los
hechos. El lenguaje es un gran logro evolutivo porque nos permite
disponer de un método de autocrítica posibilitando así que
aprendamos de nuestros errores, gran ventaja si tenemos en cuenta que
para la mayoría de los animales un error significa la muerte.
Se
pueden observar muchos cambios teóricos en el nuevo giro emprendido
por Popper. Para empezar, adoptará la noción tarskiana de la verdad
como correspondencia, si bien a un nivel epistemológico, ya que a
nivel estrictamente científico la verdad sigue siendo sólo una
lejana aspiración en el horizonte de la ciencia. La conferencia
expuesta tiene por supuesto un indudable interés filosófico y hace
pensar que Popper por fin encontró el terreno en el que se sentía
más cómodo: el de la epistemología.
Popper, K. (1934/1985), La
lógica de la Investigación Científica, traducción española
de Víctor Sánchez de Zabala, Madrid, Editorial Tecnos.
Popper, K. (1972/1988),
Conocimiento objetivo, traducción española de Carlos Solís
Santos, Madrid, Tecnos.
Popper, K. (1963/1991),
Conjeturas y refutaciones, traducción española de Néstor
Mínguez, Barcelona, Paidós.
Popper, K. (1992), Un
mundo de propensiones, traducción española de José Miguel
Esteban Cloquell, Madrid, Tecnos.
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