III. El vellocino de oro de Lope de Vega y la tradición clásica
En este apartado me dedicaré a describir, muy brevemente, por razones de espacio, las impresiones que un estudioso de la cultura griega tiene al enfrentarse por primera vez al texto de Lope. Es desde luego chocante, pero no tanto como a priori uno podría pensar. Puede sorprendernos, por ejemplo, el retrato juvenil, lozano, romántico y fresco que Lope nos da de una heroína, Medea, que llegó a encarnar las mayores pesadillas del hombre griego, pero si uno tiene en mente la obra de Apolonio de Rodas se da cuenta de que esos elementos ya se hallaban presentes en ella.
Él mismo cita únicamente a Ovidio, que trató el tema en sus Metamorfosis y en una posible tragedia que no conservamos, como inspirador del relato, ahora bien, cuando uno lee la obra se da cuenta de que éste clásico latino no era ni mucho menos el único de los testimonios que el genio español tenía en mente, entre otras cosas, por el hecho de que aparecen más personajes de los que Ovidio reflejó en su versión del Mito (Jasón, Medea, Eetes); por la inclusión de Teseo en el catálogo de los héroes, Pociña señala que tal inclusión tuvo que ser fruto de la lectura de Apolodoro; por su tratamiento de la protagonista, que recuerda mucho al de Apolonio de Rodas, salvo significativas diferencias que luego señalaré; y por ciertos diálogos puestos en boca de Medea, y que analizaré más adelante, que demuestran que debía conocer forzosamente el desenlace fatal del Mito griego.
De hecho la comparación con Ovidio es muy interesante pero también mucho más innecesaria por la evidencia de la relación. Es por esto que lo más interesante me parecía que era demostrar el conocimiento que Lope tenía del «lado oscuro» del Mito, hecho este que ha sido negado en muchas ocasiones y a lo que me he referido en la introducción.
Desde luego el retrato que nos pinta de Medea no resulta muy ajeno al pintado por un Píndaro o un Apolonio. En los tres se da cuenta de una joven princesa que queda cautivada por los encantos del extranjero, si bien, y esto es importante, en el caso de Lope ninguna diosa aparece como la patrocinadora de este amor. En Lope, la joven Medea que se mostraba soberbia y hostil frente a cualquier tipo de proposición amorosa, al modo del Hipólito de Eurípides, no podrá contener la aparición de tales sentimientos tras conocer a Jasón y, tras pocas dudas, decidirá usar todo su potencial como hechicera para librar a Jasón de los peligros que le esperan al acometer la recuperación de la piel del carnero.
Novedades en el relato hay muchas más: personajes añadidos, expedicionarios como Teseo que en el mundo griego sólo aparece formando parte de la expedición una vez, enredos de amor cortesano muy del gusto de las comedias de la época del siglo de oro, ... Digo esto porque, por desgracia, no me voy a detener tanto en estos temas filológicos, sino que iré encaminando mi comunicación para centrarme en el tema que ya he venido anunciando, así que espero que se sepa disculpar el que no profundice en estas cuestiones de añadidos o elisiones, y más se me disculpará cuando haga notar que muchos autores, mucho más cualificados que yo, ya lo han hecho con excelentes resultados que harían que esta comunicación resultase, cuanto menos, superflua.
Es de notar en cuanto a mis intereses una significativa elisión en la obra de Lope: el violento episodio del asesinato y posterior descuartizamiento del hermano de Medea, Apsirto, a fin de interrumpir la persecución a la que el rey de Colcos, Eetes, pretende someter a Jasón y a sus compañeros. Ciertamente este episodio no pertenece, al igual que la brutal muerte de Pelias, al ciclo corintio del mito, sino que se inserta en el ciclo de los Argonautas, con lo cual su desaparición se vuelve aún más significativa.
Es más, Lope a ciencia cierta debía conocer los oscuros aspectos del Mito de Medea{7} y esta afirmación la hago basándome en dos párrafos muy significativos que el español introduce en su obra y que dejan asomar, aunque sea brevemente, a una Medea desconfiada, insegura, temerosa:
¡Qué justa desconfianza me has dado, Fenisa, agora! ¡Si finge que se enamora Jasón, y quiere en su tierra Otra mujer! Mucho yerra Quien tiene un extraño amor; Toma las llaves, honor, Y al amor el alma cierra.{8}
Pero no es esto todo, ya que por un momento, aunque sea fugaz, vemos a la tierna Medea de Lope, atravesar la línea que va de la desesperación a la acción y empezará a transformar esas dudas en exigencia de garantías con respecto a los juramentos de Jasón.
Ya no es tiempo de lisonjas; yo estoy ciega, tú eres hombre; que no hay duda que no rompan por cualquiera novedad que les venga a la memoria. Jura a los supremos dioses Que seré, Jasón, tu esposa, Y me llevarás a Grecia; Porque, si me dejas sola, Todos me darán la muerte Si por mi del árbol robas El vellocino dorado.{9}
Ante estos maravillosos versos de Lope uno cree sentirse de nuevo frente a la Medea de Eurípides, abandonada y sola en tierra extranjera, habiendo perdido para siempre el hogar paterno. Al menos, no puede dejar de sernos terriblemente familiar. Medea deja bien claro que no va a consentir que eso le ocurra:
Aunque no era menester para las tuyas heroicas; pero mira que no sean tus palabras engañosas; porque si otra dama quieres, cuando ingrato correspondas a tanto amor, yo sabré crecer de la mar las olas y darte sepulcro en ellas.{10}
¿Cómo pasar por alto tan explícita amenaza de muerte en el idílico tono de comedia con que Lope nos habla? Ésta es sin ninguna duda la Medea de Eurípides, la Medea que se alzará como vengadora de la violación de los juramentos que Jasón le hizo en el lejano reino de la Cólquide. La Medea de este párrafo no es una joven ingenua y resignada al amor que de forma totalmente irracional se lanza a perseguir el bien amado, no, ella sabe perfectamente la posición de indefensión en que quedará en cuanto traspase las Simplégades, conoce los problemas que supone el ser extranjero y sabe los males a que se expone al abandonar el hogar paterno. Ella lo va a dar todo y Jasón debe darlo también o se expone a una cruel represalia. Veamos ahora las palabras que el gran genio ático pone en boca de la nodriza de Medea:
"Pero ahora ya todo es enemigo y están enfermos los lazos más queridos. Pues traicionando a los que son sus propios hijos y a mi ama, Jasón busca el lecho de una boda regia uniéndose a la hija de Creonte, el soberano del país. Y Medea desdichada, despreciada, grita los juramentos, invoca la fe insigne de la diestra y pone por testigos a los dioses del pago que recibe de Jasón".{11}
Es, a mi juicio, absolutamente revelador el hecho de que Lope incluya en su versión del Mito el tema de los juramentos que tan capital importancia poseía en laMedea de Eurípides, ejemplo de lo cual es el texto que acabo de citar.
Lope sí introduce pues un elemento oscuro del Mito, ahora bien, en mi opinión introduce el elemento de violencia que sin ninguna duda podría estar más justificado. Quien conozca la situación de Medea y la posición que va a perder para ser extranjera en Grecia, entiende estas amenazas, lo que ya es más difícil de entender es el asesinato de su propio hermano y la brutal profanación de su cadáver en una sociedad como la griega (los de la Cólquide no difieren culturalmente de los griegos, al menos es la impresión que las versiones del Mito provocan, en cuanto a los dioses en que creen), que mantenía un absoluto pudor en lo tocante a los muertos y a las ceremonias fúnebres: véase Ilíada, Antígona, &c. Y es este hecho, que sí formaba parte del ciclo de la leyenda del que se ocupa Lope, el que no aparece ni siquiera insinuado en la comedia, es más, desaparece toda alusión al hermano de Medea, ¿por qué?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.