Los pasados días (3, 4 y
5 de octubre de 2012) he tenido el placer de asistir en Colombia al
VII Congreso Juvenil de Filosofía y Pedagogía, organizado por el
profesor de filosofía D. Jorge Deháquiz y por los estudiantes de
los grados décimo y undécimo (equivalentes a nuestros primero y
segundo de bachillerato) de la Escuela Normal Superior de
Bucaramanga.
Deseo desde este espacio
no sólo agradecer la invitación a la que gustosamente respondí
para ser el invitado internacional que habría de cerrar este
congreso nacional (que se convertirá en internacional plenamente en
las próximas ediciones), sino también el trato recibido y el
acogimiento y cariño con que las gentes colombianas me regalaron,
haciendo, de esta experiencia en su maravilloso país, algo
inolvidable.
Como reseña del breve,
pero intenso espacio de tiempo que tuve la oportunidad de compartir
con todos ellos, quisiera decir que me impresionó profundamente el
interés que poseen los jóvenes colombianos por la filosofía y la
literatura. Me encontré con una juventud altamente formada y
preparada que además rebosaba pasión por estas cuestiones. La
dinámica del Congreso consiste en que durante las comunicaciones de
los estudiantes sólo estos tienen la palabra, y efectivamente,
hicieron uso de ella de una forma asombrosamente fresca y crítica,
dejando ver sus lecturas (abundantes y difíciles en muchos casos),
sus inquietudes, su preocupación por la situación de Colombia y el
mundo y su, en definitiva, implicación con el presente a través de
un enfoque crítico de naturaleza intelectual y práctica. Los
estudiantes colombianos se encontraban también llenos de preguntas,
interrogantes que indican y anuncian un futuro brillante para ellos.
En los descansos del congreso tuve la ocasión de conversar con todos
estos estudiantes, venidos de todos los rincones de la geografía
colombiana, y con sus profesores, siendo estas conversaciones una de
las mayores riquezas que me llevo.
Finalmente, también
quedé absolutamente admirada por la capacidad de organización que
demostraron los jóvenes estudiantes de la Escuela Normal Superior de
Bucaramanga (entidad educativa pública de carácter pedagógico destinada a
la formación integral del profesorado y desde edad muy temprana),
que afrontaron la edición de este Congreso prácticamente de una
forma absolutamente autónoma y autofinanciada.
Un placer, en definitiva,
poder ver en directo cómo los amigos y colegas iberoamericanos, -que
tan buena acogida han propiciado siempre a este blog y a mi trabajo,
a tenor de las visitas, lecturas y correos que recibo-, concretamente
en este caso los colombianos, se dedican a la labor del filosofar
desde su más temprana juventud, a la vez que supone una enorme
alegría saber que he formado parte de ello y que ha quedado
establecida una relación de colaboración y afecto que nos unirá
para siempre.