I. Introducción:
diferencias entre el Pensamiento Utópico y el Pensamiento
Filosófico.
Muy brevemente
quisiera comenzar este artículo señalando que, desde un punto de
vista estricto, convendría diferenciar muy bien los relatos utópicos
de las filosofías normativas en materia política. Pretendo, pues,
huir de interpretaciones como las de Burckhardt (2005: 291):
“Entre
tanto, la filosofía no se reducía a escribir y a hablar sobre el
estado en general y en particular, de tal suerte que con el tiempo
ningún filósofo de prestigio dejó de tener su Perì
Politeías (acerca del Estado), sino
que trazó cuadros ideales, utópicos, del estado tal como debía
ser, una empresa para la que no podía estar mejor preparada la
fantasía griega”.
La
consideración de las obras políticas platónicas y aristotélicas
como “fantasías” no podría ser más equivocada. Las críticas
de Burckhardt hacia la filosofía política griega van in
crescendo durante todo el capítulo que
dedica a la consideración objetiva de las formas políticas, (2005:
290-298), pero dejaré aquí mi mención a Burckhardt para continuar
con lo que me he propuesto analizar en este apartado.
Existe una gran
diferencia entre la creación literaria de un mundo distinto al
realmente implantado, donde además la felicidad y la abundancia
suelen estar siempre presentes, y la filosofía política de corte
programático como pudiera ser la de Platón, Kant, Marx, etc.
La
filosofía política parte siempre de un análisis crítico de la
Realidad vigente. Las propuestas normativas en materia política de
Platón o Kant, por seguir con los mismos ejemplos, nada serían si
no tenemos en cuenta los análisis críticos llevados a cabo por
estos filósofos a lo largo de toda su obra teórica. No se trata de
fantasías situadas en geografías imaginarias o imprecisas, sino de
férreas organizaciones sociales acordes al sistema filosófico del
autor de las mismas. En la República
de Platón hallamos presentes todos los elementos que interesaban al
autor y que había sometido al análisis filosófico en el resto de
sus obras: la Justicia, la Virtud, la Educación, … todo lo que es
objeto de regulación proviene de una crítica sistemática a las
instituciones realmente implantadas.
Es cierto que éste
es un paso, el de ofrecer una regulación alternativa a la vigente,
que no todos los filósofos han dado, el paso del ser al deber ser, y
también es cierto que autores como Spinoza o Hegel denunciaron la, a
su juicio, inutilidad de tales planteamientos, pero no por ello
debemos dejar de constatar el enfoque sistemático presente en todas
estas propuestas.
Es
más, casos como el de Platón son todavía mucho más claros, ya que
la República
nos
pone delante a un Platón más próximo a Maquiavelo que a Tomás
Moro o a cualquiera de las utopías clásicas1.
Sólo basta echar un vistazo al libro III para comprender la astucia
de un Platón que sabe que los Mitos son el mayor medio de
manipulación del pueblo griego, algo que la experiencia del Imperio
Marítimo Ateniense les había enseñado (recordemos que Atenas
confiscaba tierras en nombre de la diosa Atenea y reivindicaba
autoridad sobre las colonias jonias explotando antiguos relatos
míticos).
La
Filosofía no inventa mundos, realiza una demoledora crítica de lo existente para construir sus
conceptos normativos sobre las cenizas de la realidad. Nadie
reflexionó tanto sobre el modelo de vida de la pólis
ateniense
como Platón, gracias a sus libros conocemos detalles sobre comidas,
costumbres, pautas pedagógicas, etc. Platón elabora sobre este
exhaustivo análisis crítico un Estado ideal, construido desde las
Ideas, que, curiosamente, recuerda mucho a la Esparta descrita por
Jenofonte, otro discípulo de Sócrates. Esto
no es algo que deba pasarse por alto, sobre todo si tenemos en cuenta
el momento histórico de la pólis
ateniense. Las posiciones políticas que miraban con admiración al
Estado espartano debieron gozar de muy poco aprecio entre el pueblo
ateniense que conoció de la mano de los Lacedemonios la humillación
de la derrota y la imposición de una dictadura tras sucumbir frente
a ellos en la Guerra del Peloponeso.
Un Estado ideal, el
platónico, que éste intentó imponer a toda costa en Sicilia, por
lo que ni siquiera puede decirse con propiedad léxica que se tratase
de un proyecto utópico.
De acuerdo a las
teorizaciones marxistas podrían distinguirse dos valoraciones muy
distintas del pensamiento utópico. En la tradición más estricta y
ortodoxa tendríamos a Marx y a Engels con su caracterización
peyorativa de lo utópico como irrealizable, ilusorio y, en
consecuencia, reaccionario. Contra esta interpretación se han alzado
autores, ya marxistas, ya muy próximos al marxismo, como Bloch y
Marcuse, que ven en la utopía una forma revolucionaria de plantear
alternativas a lo políticamente implantado. Quizás la respuesta
consista en no tomar ambas interpretaciones como excluyentes y
afirmar la posibilidad de que la utopía puede ser en muchos autores
una forma de revolución y crítica frente a lo establecido a través
de la puesta en escena de modelos socio-políticos radicales.
Por pensamiento o
relato utópico voy a entender lo siguiente:
Se trata de modelos
o contramodelos político-sociales que alcanzan su significado pleno
en contraste con la realidad vigente en ese momento histórico [el
del relato]. Sus fines son fundamentalmente de tres tipos:
- Críticos: se trata de ofrecer un contraste negativo con respecto a la estructura socio-política vigente. La sociedad real queda por debajo de la mítica en cuestiones de leyes, justicia, organización social, régimen político. Es el caso del Mito de las Edades en autores como Hesíodo (mientras que en la versión ovidiana sería ya simplemente un tópico literario).
- De refuerzo: En este caso se trata de hacer ver lo positivo de lo existente. El Mito funcionaría como contraejemplo. Es el caso del mito de los Cíclopes en Odisea, IX.
- Escapistas: su función es únicamente la de ofrecer una sociedad ideal para deleite de la imaginación. No se trata estrictamente de una alternativa política sino de la expresión de los sueños de una sociedad o de cierta clase perteneciente a ella. Éste es el caso, a mi juicio, del relato que me dispongo a analizar.
Otra
característica a tener en cuenta en el análisis del concepto de
civilización utópica es que remiten a un futuro o pasado ideales.
Relatos como el de los Hiperbóreos se encuentran muy cerca de Mitos
como el de la Edad de Oro, pero infinitamente lejos de un análisis
filosófico de carácter normativo como el presentado en la República
por Platón.
Finalizada esta
pequeña introducción es hora de pasar al análisis concreto del
relato en cuestión.
II.
La civilización de los hiperbóreos.
II.1- El relato y sus fuentes en la literatura griega clásica.
Las referencias a
una civilización hiperbórea podemos encontrarlas en varios autores
clásicos desde Píndaro y Alceo a Baquílides y Diodoro. Es este
último el que más se extiende en su relato y cita como fuente
principal a Hecateo de Abdera y luego a Herodoto3.
Otras fuentes son Calímaco (In
Delum
[4] 293-295,
Aetia Frag.
186 Pfeiffer, Apolo
[2]
5), Apolodoro (2.5.11), Apolonio Rodio (El
viaje de los Argonautas,
4. 610-650), Plinio ( al que cito más adelante), entre otros.
Yo me centraré
fundamentalmente en la versión de Hecateo relatada por Diodoro
Sículo. Lo primero a lo que habré de hacer referencia es al porqué
de la consideración de los Hiperbóreos como relato utópico y no
exclusivamente mítico.
Fundamentalmente,
las razones para ello descansan en la presentación de tal sociedad
como realmente existente y caracterizada por un sistema legal y
político perfecto. Para Plinio era imposible dudar de la existencia
de los Hiperbóreos (Historia Natural, 4.12.88).
En cuanto a la
existencia postulada por las fuentes antiguas, ha hecho que muchas
investigaciones tengan en cuenta los datos de este relato para
establecer los orígenes culturales y geográficos del Culto a Apolo,
ya que los Hiperbóreos gozan de una relación privilegiada con el
dios.
La ubicación
geográfica de este pueblo no es fácil y los expertos postulan
varios enclaves como posibles. En realidad, la estructura del relato
y su contenido hace pensar en una civilización mítica, cuya
existencia efectiva no andaría muy lejos de la de los Feacios en
Odisea.
La caracterización
de esta sociedad es ciertamente mítica: relación privilegiada con
los dioses, fertilidad, dobles cosechas, ausencia de trabajo y de
mortalidad, sus gentes se dedican a actividades artísticas como la
danza y el baile... Estos rasgos los encontramos en diversos relatos,
desde el Mito hesiódico de la Edad de Oro (Trabajos y Días,
v. 106 y ss.) hasta la descripción homérica de la Civilización
Cíclope en Odisea, IX, 82-115.
A continuación veré
con detenimiento el relato tomando como fuente principal a Diodoro
(lugar citado), si bien no dejaré de considerar las otras versiones.
El
Mito es atribuido por Diodoro a Hecateo de Abdera, supuesto autor de
una obra Sobre los Hiperbóreos,
que situaría geográficamente a tal prodigio de sociedad en una isla
frente a la Céltica.
Se trata de una
región fértil, productiva, de buen clima, que produce dobles
cosechas al año y en la que honrarían a Apolo por ser la región
natal de su madre Leto. Existiría en la isla un templo esférico
dedicado a Apolo al que servirían como sacerdotes. La mayoría de
los habitantes de la ciudad sagrada del dios son citaristas. Tienen
un idioma propio y mantienen relaciones de concordia con los griegos,
especialmente atenienses y délicos. Desde su territorio la luna no
sólo presenta mayor cercanía a la tierra, sino que hace visibles
unas protuberancias semejantes a cúmulos de tierra. Cada ciclo de
ajuste de los astros, 19 años, Apolo se presenta en la Isla,
participando en danzas, cantos y recitales. El gobierno es de
carácter hereditario y pertenece al linaje de Bóreas.
Este es el relato
del Mito según nos lo transmite Diodoro Sículo. Es realmente breve
pero, afortunadamente, no es la única noticia que poseemos acerca de
tal sociedad. Posteriormente completaremos el dibujo de los
hiperbóreos recurriendo a otras fuentes griegas como Píndaro,
Alceo, Baquílides o Herodoto.
El relato presenta
las siguientes características tópicas:
- Geografía indeterminada y fantástica.
- Ambiente social gobernado por la paz.
- Reinado pacífico y justo.
- Ideal de autosuficiencia o autárquico4.
- Vida sencilla dedicada a la divinidad, con la que se está en perfecta sintonía, y a las actividades más nobles, como la música, la composición de himnos, la danza.
Graves,
al tratar de clarificar la historia de Apolo, manifiesta que éste
fue postulado como hijo de los hiperbóreos e identifica la
localización indicada por Hecateo (Biblioteca
histórica) con los británicos,
considerándolos, en cambio, libios el poeta Píndaro. (Odas
Píticas x. 50-55).
Se les asociaba con
el Culto de Delos que abarcaba el sureste hasta Nabatea y Palestina y
el Noreste hasta Bretaña. Diodoro Sículo señala que existía una
fluida relación entre los pueblos que practicaban el culto.
Píndaro cuenta como
Apolo sacrificó entre los hiperbóreos una considerable cantidad de
asnos. Tal historia anima a Graves a señalar el Mito de los
Hioperbóreos como correlato de la historia oriental del “Niño
Horus” y su victoria sobre Set, que los egipcios celebraban
sacrificando asnos salvajes arrojándolos por un precipicio. Pitón
ocuparía el papel de Set en la Mitología griega.
Para Graves, la
historia del combate entre Apolo y Pitón por el control de Delfos
tendría como desencadenante el subsanar la introducción de un Apolo
Esminteo, de aspecto de ratón y equivalente al dios cananeo de la
curación Esmún, por parte de Helenos del Norte hostiles a Grecia
central y el Peloponeso y aliados de los tracio-libios que se
apoderaron de los centros oraculares en los que, como en Delfos, aún
persistiría el Culto a la Diosa Tierra encarnado en un animal
ctónico como lo era la serpiente. Los invasores habrían accedido a
identificar su culto con el Apolo-Horus hiperbóreo, produciéndose
así el sincretismo religioso y el consiguiente Mito. Además se
instituyeron unos juegos anuales en honor de Pitón y se mantuvo a su
sacerdotisa en el templo.
Siguiendo con los
paralelismos, Graves señala que Leto, la diosa-Luna de Delos, sería
la misma divinidad que Brigit, triple diosa hiperbórea, representada
también en la Mitología egipcia por la diosa-Luna Isis o Lat,
amante de Osiris, padre de Horus.
La
civilización de los Hiperbóreos también tiene presencia en la
mitología que rodea al Rey de Bromio, en Macedonia, Midas5.
Al parecer un sátiro perteneciente al séquito de Dioniso, Sileno,
tras ser descubierto dormido en los jardines del Rey habría sido
conducido ante Midas al que le dio noticia de un continente
transoceánico con grandes ciudades en las que sus habitantes vivían
ajenos a toda preocupación, gozaban de gran longevidad, a la par que
de gran tamaño, y poseían el mejor de los sistemas legales. Al
parecer se organizó una expedición de diez millones de hombres en
busca de la tierra de los hiperbóreos, cuya excelencia provocó la
indignación de los expedicionarios.
Eliade también
trata de la importancia de los hiperbóreos a la hora de esclarecer
los orígenes del culto a Apolo en Grecia. Señala, en primer lugar,
que la referencia más antigua que de ellos tenemos es por un poema
de Alceo (600 a.C.) resumido por Hiberio, un rétor tardío del siglo
IV d. C.
Al parecer, Zeus
encargó a Apolo la tarea de dotar de leyes a los helenos pero éste,
en vez de cumplir con la labor encomendada, se retiró durante un año
al país de los hiperbóreos, regresando sólo por las constantes
invocaciones que se le hacían desde Delfos. A partir de entonces, la
divinidad se repartió pasando el invierno, de tres meses, con los
hiperbóreos y regresando a Delfos con la primavera, lo que indica
que se trata de un Mito etiológicio relacionado con los ciclos de la
vegetación y la fertilidad. En su ausencia, del reinado de Delfos se
ocupaba Dioniso.
Eliade concluye que
ya para los antiguos estaba claro que dicho país pertenecía a la
geografía mítica, al igual que sus habitantes libres de
enfermedades y vejez. De ellos el poeta afirmaba que podían alcanzar
la edad de mil años sin trabajar ni luchar, sólo ocupándose de la
danza y de la música (frag., 272, Bowra).
Baquílides (III,
59) cuenta que Apolo recompensó la piedad de Creso y sus hijos
llevándolos a vivir entre estas gentes.
II.2- Análisis crítico del Mito de los Hiperbóreos.
Conocidas las
referencias al mito presentes en la literatura griega, ¿qué
conclusiones pueden extraerse de tan diverso material?
He de decir que en
este relato encontramos elementos de dos distintos tipos:
- Elementos míticos. Aquí es donde entran fundamentalmente la mayoría de los tópicos mencionados en el apartado anterior. Se trata fundamentalmente de un Mito escapista y etiológico. Sirve para explicar, en una fase primitiva y en sus versiones más antiguas, los ciclos de la vegetación. En Diodoro, en cambio, lo que explica es de naturaleza astronómica. Este hecho muestra el avance científico experimentado en Grecia, el cambio de una sociedad agraria a una sociedad que descollará en ciencia y filosofía. Apolo se convertirá en Diodoro en el gran relojero que todavía postulaba la Física de Newton.
- Elementos utópicos. Siendo coherente con mi definición del pensamiento utópico sólo tendrán cabida en este apartado las referencias de naturaleza socio-política. Se trata de un relato que nos muestra una sociedad perfecta en lo que respecta a su ordenamiento legal y a su gobierno en manos de los descendientes de Bóreas. Consecuencia de dicha organización los habitantes pueden dedicarse exclusivamente a actividades artísticas y a cultivar sus relaciones con la divinidad. En cuanto a las dificultades de realización de tal sociedad, el mismo Píndaro las convierte en metáfora (característica habitual de los relatos utópicos, como ya he dicho) cuando señala que nadie puede descubrir el camino que lleva hacia los juegos de los hiperbóreos (Odas Píticas, x, 50-55).
Desde
luego se trataría de un mito muy antiguo, ya que es fundamentalmente
agrícola no sólo por los fenómenos que explica (lo de Diodoro
parece un añadido posterior al cuerpo principal del mito), como la
llegada de la primavera, sino por la sociedad que retrata, una
sociedad basada en la agricultura de recolección, si tenemos en
cuenta la distinción realizada por H. Jeanmaire sobre la que llama
la atención Vernant en Mito
y pensamiento en la Grecia antigua6.
Veamos
a continuación la señalada caracterización de la actividad
agrícola, que era de dos tipos:
- Arboricultura: estamos ante una extensión de la agricultura de recolección. Los frutos que obtiene el trabajador aparecen como regalados por la propia naturaleza. Llevaba asociada ciertas divinidades que a su vez estaban relacionadas con la obtención de riquezas. Tales divinidades eran denominadas polygetheîs y eran las Horas, las Carites y los Oinotropoi.
Tales deidades se
hallan excluidas en obras como las de Hesíodo, apareciendo
únicamente como participantes en el acicalamiento y embellecimiento
de Pandora.
- Agricultura relacionada con el cultivo de cereales: requiere de un gran trabajo. La tierra aquí es una tierra árida y dura a la que hay que arrancarle los frutos con gran sufrimiento. La divinidad que se le asocia es Deméter; son los denominados trabajos de Deméter, los cuales no son concebibles sin el trabajo humano.
Aquí las riquezas y
los frutos no se hallan garantizados, lo único que se encuentra
garantizado es un cierto orden y una cierta regularidad que, si son
bien conocidos y observados, garantizan un buen resultado.
Ser labrador
significa someterse a los estrictos ciclos que la naturaleza impone
con su ley, por eso este trabajo implica una elevada conciencia de
estar sometido a las leyes de la divinidad, llevando asociada también
una determinada moral y una particular forma de vida estricta y
austera. El trabajo toma la forma de “experiencia religiosa”, se
convierte en un valor por sí mismo y lleva asociado también el
valor de la justicia: la única manera de obtener frutos es trabajar
sometiéndote siempre a la ley, a la ley de los campos, pedíon
nómos, en la cual se hallan implicados tanto valores
teológicos como estrictas normas morales y pautas agrícolas muy
fijadas.
El
Mito de los hiperbóreos retrataría, pues, el mundo soñado de una
sociedad como la griega que se caracterizaba precisamente por lo
diametralmente opuesto a la civilización de estos míticos seres, a
saber, el trabajo duro que se requería para arrancar cualquier clase
de fruto a la difícilmente trabajable tierra helénica, las
constantes luchas intestinas en que se debatió Grecia durante toda
su historia incapaz de alcanzar una organización política estable,
el afán codificador que atormentó a los griegos del siglo VII a.C.
incapaces de dar solución a los problemas sociales que surgían en
el seno de sus ciudades-Estado, el Ideal de la salud y la longevidad
muy presente en una sociedad que desarrolló importantes
conocimientos médicos. Lo hiperbóreos suponían la negación de
toda esta dura existencia. Sólo hay que comparar su agricultura con
la descrita por Hesíodo en Trabajos y
Días para darse cuenta del contraste.
Ésta es, pues, la
naturaleza del relato que he abordado en esta contribución: un
relato de naturaleza mítica y utópica (no siempre ambas
características van unidas) que cumpliría una función escapista
representando la negación de todos los males que acecharon a la
civilización griega clásica. Gracias a relatos como el de los
hiperbóreos podemos llegar a saber más de la civilización griega,
porque una buena forma de conocer a una sociedad es saber más de sus
sueños, de sus fantasías y de su imagen de la felicidad y la
perfección.
III. Bibliografía.
III.1- Textos básicos.
Apolodoro
(1985), Biblioteca,
introducción de Javier Arce, traducción y notas de margarita
Rodríguez de Sepúlveda, Madrid, Gredos.
Apolonio
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Argonautas, Edición y traducción de
Carlos García Gual, Madrid, editora Nacional.
Baquílides
(1988), Odas y fragmentos,
Introducción, traducción y notas de Fernando garcía Montero,
Madrid, Gredos.
Calímaco (1987),
Fragmentos, Himnos y epigramas, 2 volúmenes, Edición de
Rudolfus Pfeiffer, Oxford.
Diodoro
Sículo (2001), Biblioteca histórica,
introducción, traducción y notas de Francisco Parreu, Madrid,
Gredos.
Hesíodo
(2000), Trabajos y días,
introducción, traducción y notas de Aurelio Pérez Jiménez y
Alfonso Martínez Díez, Madrid, Gredos.
Homero
(1993), Odisea,
traducción de José Manuel Pavón, Madrid, Gredos.
Jenofonte
(1973), La república de los
Lacedemonios, Edición, traducción,
notas y estudio preliminar de María Rico, Madrid, Instituto de
Estudios políticos.
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(2000), Obra completa,
introducción, traducción y notas de Emilio Suárez de la Torre,
Madrid, Cátedra.
Píndaro
(1947), Odas y fragmentos,
Editado por C. M. Bowra, Oxford.
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(1986), República,
Introducción, traducción y notas de Conrado Eggers Lan, Madrid,
Gredos.
Plinio
(1966-1976), Historia Natural,
2 volúmenes, traducción y notas por Francisco Hernández, México,
Universidad nacional de México.
III.2- Bibliografía secundaria.
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E. (2000), The spirit of Utopia,
traducción al inglés de A. Nassar, Stanford University Press.
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J., Griffin, J., Murray O. [directores] (1988), Historia
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española de Federico Zaragoza, Madrid, Alianza.
Bridgman,
T. P. (2005), Hyperboreans: Myth and
History in Celtic-Hellenic Contacts,
Nueva York y londres, Routledge.
Bueno,
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Oviedo, Pentalfa.
Burckhardt,
J. (2005), Historia de la cultura
griega, traducción de Antonio Tovar y
Germán J. Fons, Barcelona, RBA.
Eliade,
M. (2004), Historia de las creencias y
las ideas religiosas, traducción de
Jesús Valiente, Barcelona, RBA, [1976].
Graves,
R. (2005), Los Mitos griegos,
prólogo de Carlos García Gual, traducción de Esther Gómez Parro,
Barcelona, RBA.
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K., Engels, F. (1974), Tesis sobre
Feurbach y otros escritos filosóficos,
Barcelona, Grijalbo.
Quintanilla,
M. [director] (1985), Diccionario de
filosofía contemporánea, Salamanca,
Sígueme, 3ª.
Varela
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en Hesíodo, Esquilo y Platón: tres imágenes de la Grecia Antigua,
Pontevedra, Mirabel Editorial.
Vernant,
J-P. (2001), Mito y pensamiento en la
Grecia Antigua, traducción de Juan
Diego López, Barcelona, Ariel.
1
Varela Álvarez (2006).
2
La Metodología citada se
encuentra explicitada en el Libro VII de la República,
en el famoso Mito de la Caverna, y consiste en analizar la Realidad
regresando a las Ideas fundamentales que subyacen a ella, para
después de realizada tal labor crítica, progresar de nuevo para
emprender la labor constructora sin problemas ya de falsedades ni de
contradicciones.
3
Las referencias son las
siguientes:
Herodoto,
Historias, Libro IV, capítulos 13, 32, 33, 34, 35 y 36.
Píndaro,
Odas Píticas, x, 50-55 y Fragmentos, 272, Bowra.
Baquílides,
Epinicia, 3.59. Diodoro, Biblioteca Histórica, Libro
II fundamentalmente, 47.
En
cuanto a Alceo , se trata del Frag. 301. 1[a] y el 307. 1[c]de la
edición de Lobel y Page, sacado de Himerio, Oración 14.
10-11.
4
La autarquía no es un
ideal político en autores como Platón. Éste tiene muy en cuenta a
la hora de construir el Estado Ideal las relaciones comerciales, el
artesanado, las comunicaciones marítimas. La autarquía era el
ideal de oikos
no de la pólis:
“La ciudad se
constituye en oposición consciente al ideal de una autarquía
individual o familiar”(Vernant, 2001: 264). Para un análisis más
detallado de este y otros puntos de vista ver Varela Álvarez
(2006).
5
Tomo como fuente, de nuevo, a
Graves.
6
H. Jeanmaire, Dionysos. Histoire du culte de Bacchus (París,
1951), pp. 30-33 (apud
Vernant, 2001: 254, nota número 8).