Fragmento del libro registrado: "Don Quijote de la Mancha: literatura, filosofía y política" de Violeta Varela Álvarez.
Antes de continuar, es importante que fijemos nuestra atención en otra obra de Cervantes: El trato de Argel. Esta comedia cervantina presenta tres aspectos que la hacen fundamental para las tesis que pretendo defender acerca del Quijote:
1) Supone una negación, punto por punto, de las doctrinas reformistas.
2) Contiene datos esenciales para analizar en profundidad la postura que pudo mantener un Cervantes ante la expulsión de los moriscos.
3) Ejerce, al igual que en los episodios del cautivo y de los moriscos, una defensa del catolicismo español y de su teología de orientación y vocación racionalista.
Conviene, pues, que analice esta comedia en profundidad para justificar razonada y sólidamente mis principales tesis acerca de las Ideas religiosas que pudo mantener Cervantes: su ateísmo, su catolicismo político y su oposición radical a las ideas reformistas que representaba Erasmo.
En El trato de Argel asistimos a una fábula compleja, organizada en cuatro jornadas, que involucra a varias víctimas del cautiverio argelino. Entre estos cautivos destaca un tal Saavedra, que suponemos será rescatado finalmente por el fraile trinitario cuya llegada se anuncia al final de la obra.
Respecto al primer punto que he señalado, la negación del Erasmismo, es fundamental prestar atención al amplio diálogo que mantienen Saavedra y Pedro en la cuarta jornada. Pedro, desesperado por su prolongado cautiverio, ha tomado la decisión de renegar, afirmando que va a ser moro en apariencia y cristiano de corazón. La fe la lleva en el alma y en su conciencia, pero la llave de su libertad está en fingirse moro. Veamos en qué términos se produce la conversación:
SAYAVEDRA: Si tú supieses, Pedro, a dó se estiende
la perfectión de nuestra ley cristiana,
verías cómo en ella se nos manda
que un pecado mortal no se cometa,
aunque se interesase en cometerle
la universal salud de todo el mundo. 235
Pues, ¿cómo quieres tú, por verte libre
de libertad del cuerpo, echar mil hierro[s]
al alma miserable, desdichada,
cometiendo un pecado tan inorme
como es negar a Cristo y a su Iglesia?
PEDRO ¿Dónde se niega Cristo ni su Iglesia?
¿Hay más de retajarse y decir ciertas
palabras de Mahoma, y no otra cosa,
sin que se miente a Cristo ni a sus santos,
ni yo le negaré por todo el mundo,
que acá en mi corazón estará siempre
y Él sólo el corazón quiere del hombre? (El trato de Argel, vv.2179-2196)
La defensa que realiza Pedro de la interioridad de la Fe, de la religión como sentimiento íntimo que se encuentra en el corazón de los hombres, al margen de obras e instituciones, se ajusta perfectamente, uno por uno, a los criterios que defendían Erasmo y los partidarios de la Reforma. Incluso la frecuente apelación a la figura de Cristo, como representante por excelencia de lo que significa el cristianismo, es un indicio más de que en este diálogo Cervantes podría estar contraponiendo las posturas reformistas a la concepción católica. Saavedra habla de ley cristiana, habla de mandatos, contempla la religión como un sistema ordenado que comprende ciertas normas bien establecidas. Las palabras de Saavedra no siguen el mismo camino que la argumentación de Pedro. En este diálogo asistimos a un importante debate teológico que representa las polémicas que se estaban dando en Europa. Veamos el resto del pasaje.
SAYAVEDRA ¿Quieres ver si lo niegas? Está atento.
Fíngete ya vestido a la turquesca,
y que vas por la calle y que yo llego
delante de otros turcos y te digo:
«Sea loado Cristo, amigo Pedro.
¿No sabéis cómo el martes es vigilia
y que manda la Iglesia que ayunemos?»
A esto, dime: ¿qué responderías?
Sin duda que me dieses mil puñadas,
y dijeses que a Cristo no conoces,
ni tienes con su Iglesia cuenta alguna,
porque eres muy buen moro, y que te llamas,
no Pedro, sino Aydar o Mahometo.
PEDRO: Eso haríalo yo, mas no con saña,
sino porque los turcos que lo oyesen
pensasen que, pues dello me pesaba,
que era perfecto moro y no cristiano;
pero acá, en mi intención, cristiano siempre (El trato de Argel, vv. 2197-2214).
Pedro sigue en este punto encarnando a la perfección la postura erasmista: una cosa es la intención, la conciencia del hombre, y otra cosa son las obras, sus actuaciones de cara al público. La primera tendría más peso que las segundas en la argumentación de Pedro.
SAYAVEDRA: ¿No sabes tú que el mismo Cristo dice:
«Aquel que me negare ante los hombres,
de Mí será negado ante mi Padre;
y el que ante ellos a Mí me confesare,
será de Mí ayudado ante el Eterno
Padre mío?» ¿Es prueba ésta bastante
que te convenza y desengañe, amigo,
del engaño en que estás en ser cristiano
con sólo el corazón, como tú dices? (El trato de Argel, vv. 2215-2223).
Y en la contestación de Saavedra vemos cómo Cervantes desacredita punto por punto las argumentaciones erasmistas de Pedro. No se puede ser cristiano sólo en el corazón, ser cristiano es cumplir unos preceptos, aceptar unos dogmas, cumplir ciertas normas de conducta. Ser cristiano es insertarse en una comunidad socialmente compleja y dar cuenta de sus leyes. En el catolicismo, las obras se sitúan siempre por encima de la conciencia.
SAYAVEDRA: ¿Y no sabes también que aquel arrimo / con que el cristiano se levanta al cielo / es la cruz y pasión de Jesucristo, / en cuya muerte nuestra vida vive, / y que el remedio, para que aproveche / a nuestras almas el tesoro inmenso / de su vertida sangre por bien nuestro, / depositado está en la penitencia, / la cual tiene tres partes esenciales, / que la hacen perfecta y acabada: / contrición de corazón la una, / confesión de la boca la segunda, / satisfación de obras la tercera? / Y aquel que contrición dice que tiene, / como algunos cristianos renegados, / y con la boca y con las obras niegan / a Cristo y a sus sanctos, no la llames / aquella contrición, sino un deseo / de salir del pecado; y es tan flojo, / que respectos humanos le detienen / de ejecutar lo que razón le dice; / y así, con esta sombra y aparencia / deste vano deseo, se les pasa / un año y otro, y llega al fin la muerte / a ponerle en perpetua servidumbre / por aquel mismo modo que él pensaba / alcanzar libertad en esta vida. / ¡Oh cuántas cosas puras, excelentes, / verdaderas, sin réplica, sencillas, / te pudiera decir que hacen al caso, / para poder borrar de tu sentido / esta falsa opinión que en él se imprim[e]! / Mas el tiempo y lugar no lo permite.
PEDRO: Bastan las que me has dicho, amigo; bastan, / y bastarán de modo que te juro, / por todo lo que es lícito jurarse, / de seguir tu consejo y no apartarm[e] / del santísimo gremio de la Iglesia, / aunque en la dura esclavitud amarga / acabe mis amargos tristes días.
SAYAVEDRA: Si a ese parecer llegas las obras, / el día llegará, sabroso y dulce, / do tengas libertad; que el cielo sabe / darnos gusto y placer por cien mil vías / ocultas al humano entendimiento; / y así, no es bien ponerse en contingencia / que por sola una senda y un camino / tan áspero, tan malo y trabajoso / nos venga el bien de muchos procurado, / y hasta aquí conseguido de muy pocos.
PEDRO: ¡Mis obras te darán señales ciertas / de mi ar[r]epentimiento y mi mudanza! (El trato de Argel, vv. 2224-2275).
Efectivamente, Pedro se ha convencido: el cristianismo, en su manifestación católica, es cuestión de obras. No es casualidad que Pedro use para mostrar su conformidad con el razonamiento de Saavedra la expresión que destacamos en negrita: la salvación por las obras será una de las marcas distintivas, frente al protestantismo, de la teología católica.
SAYAVEDRA: ¡El cielo te dé fuerzas y te quite
las ocasiones malas que te incitan
a tener tan malvado y ruin propósito!
PEDRO: El mesmo a ti te ayude, cual merece
la sana voluntad con que me enseñas.
Adïós, que es tarde.
SAYAVEDRA: ¡Adiós, amigo! (El trato de Argel, vv. 2276-2281).
Cervantes acaba, por fin, señalando la ruindad y perversidad de los razonamientos que movían a Pedro a hacerse renegado: la ruindad y perversidad del erasmismo y de la Reforma.
¿Y cómo casar las siguientes declaraciones de Saavedra con el pacifismo erasmista?
SAYAVEDRA: Rompeos ya, cielos, y llovednos presto
el librador de nuestra amarga guerra
si ya en el suelo no le tenéis puesto.
Cuando llegué cativo y vi esta tierra
tan nombrada en el mundo, que en su seno
tantos piratas cubre, acoge y cierra,
no pude al llanto detener el freno,
que, a pesar mío, sin saber lo que era,
me vi el marchito rostro de agua lleno.
Ofrecióse a mis ojos la ribera
y el monte donde el grande Carlo tuvo
levantada en el aire su bandera,
y el mar que tanto esfuerzo no sostuvo,
pues, movido de envidia de su gloria,
airado entonces más que nunca estuvo.
Estas cosas volviendo en mi memoria,
las lágrimas trujeran a los ojos,
forzados de desgracia tan notoria.
Pero si el alto Cielo en darme enojos
no está con mi ventura conjurado,
y aquí no lleva muerte mis despojos,
cuando me vea en más seguro estado,
o si la suerte o si el favor me ayuda
a verme ante Filipo arrodillado,
mi lengua balbuciente y casi muda
pienso mover en la real presencia,
de adulación y de mentir desnuda,
diciendo: «Alto señor, cuya potencia
sujetas trae las bárbaras naciones
al desabrido yugo de obediencia:
a quien los negros indios con sus dones
reconocen honesto vasallaje,
trayendo el oro acá de sus rincones;
despierte en tu real pecho coraje
la desvergüenza con que una bicoca
aspira de contino a hacerte ultraje (El trato de Argel, vv. 393-428).
En este monólogo Cervantes está apelando a la indignidad del Imperio español que consiente tantas humillaciones y tantos atropellos hechos en la persona de tantos cautivos. Un Imperio que domina América no puede consentir la situación en la que se encuentran tantos de sus súbditos. Cervantes apela claramente a la Guerra y a la capacidad militar de España, como se ve en lo que sigue del parlamento.
SAYAVEDRA: Su gente es mucha, mas su fuerza es poca,
desnuda, mal armada, que no tiene
en su defensa fuerte muro o roca.
Cada uno mira si tu Armada viene,
para dar a los pies el cargo y cura
de conservar la vida que sostiene.
De la esquiva prisión, amarga y dura,
adonde mueren quince mil cristianos,
tienes la llave de su cerradura.
Todos, cual yo, de allá, puestas las manos,
las rodillas por tierra, sollozando,
cerrados de tormentos inhumanos,
poderoso señor, t'están rogando
vuelvas los ojos de misericordia
a los suyos, que están siempre llorando;
y, pues te deja agora la discordia
que tanto te ha oprimido y fatigado,
y Amor en darte sigue la concordia,
haz, ¡oh buen rey!, que sea por ti acabado
lo que con tanta audacia y valor tanto
fue por tu amado padre comenzado.
El sólo ver que vas pondrá un espan[to]
en la bárbara gente, que adivino
ya desde aquí su pérdida y quebranto» (El trato de Argel, vv. 429-452).
Cervantes sostiene que el poderío militar español podría fácilmente asolar Argel. Los musulmanes y los turcos son bárbaros a los que hay que combatir, son gentes que, se dice continuamente en las obras teatrales que tratan del cautiverio, desconocen la piedad, la compasión y la justicia. La guerra es el único lenguaje que se puede hablar con ellos, y los españoles cautivos en Argel bien valen ese esfuerzo bélico. En este párrafo Cervantes habla como militar. Como cautivo ha llorado, pero como militar ha estudiado el terreno y ha conocido de primera mano al enemigo, él cree que derrotarlo es factible. Se trata de una potente crítica al Imperio español, si bien el autor sabe que quizás no está entre las conveniencias del Imperio el tomarse esta guerra más en serio. Lo repito, Erasmo creía que a los turcos se les podía ganar convenciéndoles de la verdad de la fe cristiana. No caben mayores divergencias en cuanto a la visión política. En la última parte del monólogo, Cervantes clausura su crítica a la política imperial con expresiones cargadas de ironía.
SAYAVEDRA: ¿Quién duda que el real pecho begnino
no se muestre, oyendo la tristeza
donde están estos míseros contino?
Mas, ¡ay, cómo se muestra la bajeza
de mi tan rudo ingenio, pues pretende
hablar tan bajo ante tan alta alteza!
Mas la ocasión es tal, que me defiende.
Pero a todo silencio poner quiero,
que creo que mi plática te ofende,
y al trabajo he de ir adonde muero (El trato de Argel, vv. 453-462).
De la misma manera, en la comedia El laberinto de amor, encontramos las siguientes declaraciones en boca de Anastasio: “que es como quien predica a los herejes, / en sus vanos errores obstinados” (vv. 688 y 689).
En cuanto al segundo punto que he anunciado, la relevancia de El trato de Argel para la cuestión de la expulsión de los moriscos, no debe pasarse por alto el dato que nos suministra Cervantes en esta tragedia: los moriscos suponían un grave problema político para España, suministraban a sus parientes musulmanes información sobre lo que ocurría en tierras españolas y estas informaciones se traducían en represalias para los cautivos. Todo ello queda muy claro en el episodio en que se asesina salvajemente a un sacerdote cautivo en represalia por el ajusticiamiento en Valencia de un renegado cristiano que comerciaba con la vida de sus compatriotas –un comercio tan duro como nos lo muestra Cervantes en el caso de la familia española que es vendida en la segunda jornada de la obra, uno de los episodios más crueles de todo el teatro cervantino-.
SEBASTIÁN: De una vida que hoy se acaba / para jamás acabarse. / «Ya sabés que aquí en Argel / se supo cómo en Valencia / murió por justa sentencia / un morisco de Sargel; / digo que en Sargel vivía, / puesto que era de Aragón, / y, al olor de su nación, / pasó el perro en Berbería; / y aquí cosario se hizo, / con tan prestas crueles manos, / que con sangre de cristianos / la suya bien satisfizo. / Andando en corso fue preso, / y, como fue conocido, / fue en la Inquisición metido, / do le formaron proceso; / y allí se le averiguó / cómo, siendo batizado, / de Cristo había renegado / y en África se pasó, / y que, por su industria y manos, / traidores tratos esquivos, / habían sido cautivos / más de seiscientos cristianos; / y, como se le probaron / tantas maldades y errores, / los justos inquisidores / al fuego le condenaron. / Súpose del moro acá, / y la muerte que le dieron, / porque luego la escribieron / los moriscos que hay allá. / La triste nueva sabida / de los parientes del muerto, / juran y hacen concierto / de dar al fuego otra vida. / Buscaron luego un cristiano / para pagar este escote, / y halláronle sacerdote, / y de nación valenciano. / […] Queda el cuerpo en la marina, / quemado y apedreado; / el alma el vuelo ha tomado / hacia la región divina. / Queda el moro muy gozoso / del injusto y crudo hecho; / el turco está satisfecho; / el cristiano, temeroso.» / Yo he venido a referiros / lo que no pudistes ver, / si os lo ha dejado entender / mis lágrimas y suspiros (El trato de Argel, v. 489 y ss.).
La historia que relata Sebastián, como tantas de las que pueblan las obras cervantinas que versan sobre el cautiverio, es aterradora, todo un ejemplo de crueldad, ensañamiento e injusticia. Lo importante de este texto es que aquí se muestra cómo los moriscos eran un problema real que acarreaba serias consecuencias a España. Eran personas que tenían familia en los territorios enemigos y que informaban de los sucesos que ocurrían en España. Que el hecho podía ser habitual lo confirman las palabras de Saavedra que transcribo a continuación, en especial las que he destacado en negrita.
SAYAVEDRA: Deja el llanto, amigo, ya;
que no es bien que se haga duelo
por los que se van al cielo,
sino por quien queda acá:
que, aunque parece ofendida
a humanos ojos su suerte,
el acabar con tal muerte
es comenzar mejor vida.
Mide por otro nivel
tu llanto, que no hay paciencia
que las muertes de Valencia
se venguen acá en Argel.
Muéstrase allá la justicia
en castigar la maldad;
muestra acá la crueldad
cuánto puede la injusticia (El trato de Argel, vv. 687-702).
Esto confirma mi juicio: la religión era ante todo una cuestión política para Cervantes. Los moriscos eran un problema político, poco importa aquí si eran cristianos verdaderos o fingidos. Los cautivos sufrían las consecuencias de lo que aquéllos contaban desde España. Cervantes no podía ser neutral en esta cuestión, como estamos viendo en este episodio. Cervantes sabía que la expulsión de los moriscos era una cuestión de Estado, no de Fe.
Por último, encontramos en la obra continuas apelaciones a la religión católica acompañadas de la reivindicación de su racionalidad teológica frente a las supercherías y supersticiones que hacen mella en los musulmanes, como bien se aprecia en el parlamento que ofrece el demonio en la Segunda Jornada.
[DEMONIO]: La fuerza incontrastable de tus versos
y mormurios perversos me han traído
del reino del olvido a obedecerte;
mas, ¡oh mora!, quel verte en esta empresa
infinito me pesa, porque entiendo
que es ir tiempo perdiendo.
FÁTIMA: ¿Por qué causa?
DEMONIO: Pon al conjuro pausa, y al momento
satisfaré tu intento en lo que pides,
si acaso tú te mides y acomodas
a mis palabras todas y consejos.
Todos tus aparejos son en vano,
porque un pecho cristiano, que se ar[r]ima
a Cristo, en poco [esti]ma hechicerías.
Por muy diversas vías te con[v]iene
atraerle a que pene por tu amiga (El trato de Argel, vv. 1476-1490).
De esto encontramos de nuevo una buena muestra en La Gran sultana, comedia en la que el personaje llamado Madrigal juega a partir de la segunda jornada con la irracionalidad musulmana para prolongar su vida haciéndoles creer que puede comprender los augurios que encierran los cantos de los pájaros y que puede enseñar a hablar a un elefante. La racionalidad de la religión católica, de su teología, no puede compararse con la irracionalidad de la religión musulmana o con la irracionalidad reformista, éste parece ser el pensamiento cervantino. El ateísmo consiste en negar la existencia de Dios, lo que no significa que se deba negar la institución, lo que sería imposible, o negar la superioridad filosófica del catolicismo, enemigo de supercherías e irracionalismos varios. La religión, no me cansaré de repetirlo, sólo tiene valor en Cervantes como institución política y considerada en el seno de las dialécticas políticas que involucraban a los diferentes imperios y naciones: el catolicismo frente a la reforma, el cristianismo frente al Islam, Europa frente al Imperio turco. Por eso la inexistente fe cervantina, que tanto se empeñan en demostrar algunos críticos, sólo aparece, es mucha casualidad, en los episodios que incumben al cautiverio y a las guerras de religión. Ni erasmismo, ni fe católica; lo que encontramos en Cervantes es política, política del siglo XVII.
De nuevo estamos, con esta comedia que acabamos de analizar, ante el mismo caso del Quijote: el racionalismo de Cervantes, su incredulidad, callan en los episodios que tienen que ver con el cautiverio. La religión católica vuelve a brillar cuando se la considera como símbolo nacional y frente a la religión islámica. En su teatro se repite el mismo esquema de pensamiento que refleja el Quijote: reconocimiento de la Institución, valoración de la misma considerada desde la dialéctica que enfrentaba a dos imperios y minusvaloración de la creencia. La religión es en Cervantes un símbolo que sólo adquiere sentido en la dialéctica internacional.
Datos personales
- Dr Violeta Varela Álvarez
- London, United Kingdom
- Investigadora en el Instituto de Estudios Medievales y Renacentistas de la Universidad de Salamanca y en el Centro de Estudios Clásicos y Humanísticos de la Universidad de Coimbra. Doctora en filosofía por la Universidad de Salamanca (Febrero de 2008). Autora de cinco libros: "Una revolución hacia la nada" (2012), "Don Quijote de la Mancha: literatura, filosofía y política" (2012) "Destino y Libertad en la tragedia griega" (2008), "Contra la teoría literaria feminista" (2007) y "El mito de Prometeo en Hesíodo, Esquilo y Platón: tres imágenes de la Grecia antigua" (2006). Ha publicado varios trabajos en revistas académicas sobre asuntos de literatura, filosofía y teoría literaria. En su carrera investigadora ha trabajado y estudiado en las universidades de Oviedo, Salamanca y Oxford. Fundamentalmente se ha especializado en la identificación y el análisis de las Ideas filosóficas presentes en la obra de numerosos clásicos de la literatura universal, con especial atención a la literatura de la antigüedad greco-latina y la literatura española.
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- "Contra la teoría literaria feminista" (2007)
- "Destino y Libertad en la tragedia griega" (2008)
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No es que esto sea Ítaca, pero verás que es agradable
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Si amas la literatura y adoras la filosofía, éste puede ser un buen lugar para atracar mientras navegas por la red.
Aquí encontrarás acercamientos críticos de naturaleza filosófica a autores clásicos, ya sean antiguos, modernos o contemporáneos; críticas apasionadas de las corrientes más "totales" del momento: desde la moda de los estudios culturales hasta los intocables estudios "de género" o feministas; investigaciones estrictamente filosóficas sobre diversas Ideas fundamentales y muchas cosas más. Puede que hasta os echéis unas risas, cortesía de algún autor posmoderno.
Ante todo, encontraréis coherencia, pasión, sinceridad y honestidad, antes que corrección política, retóricas complacientes y cinismos e hipocresías de toda clase y condición, pero siempre muy bien disimuladas.
También tenemos la ventaja de que, como el "mercado" suele pasar de estos temas, nos vengamos de él hablando de algunos autores con los que se equivocó, muchísimos, ya que, en su momento, conocieron el fracaso literario o filosófico y el rechazo social en toda su crudeza; y lo conocieron, entre otras cosas, porque fueron autores muy valientes (son los que más merecen la pena). Se merecen, en consecuencia, el homenaje de ser rehabilitados en todo lo que tuvieron de transgresor, algo que, sorprendentemente, en la mayoría de los casos, sigue vigente en la actualidad.
En definitiva, lo que se ofrece aquí es el sitio de alguien que vive para la filosofía y la literatura (aunque, sobre todo en el caso de la filosofía, se haga realmente duro el vivir de ellas) y que desea tratar de ellas con respeto y rigor, pero sin perder la gracia, porque creo que se lo debemos, y si hay algo que una ha aprendido de los griegos es, sin duda, que se debe ser siempre agradecido.
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